domingo, abril 17, 2011

Convivencia lingüistica en Finlandia

Siguiendo a Dashiell (en una nota suya de fines de 2010), otra faceta de la vida en Finlandia que, por lo menos, sive para abrir ideas sobre el problema en España. No es una solución definitiva, como las mismas observaciones de algunos de los comentaristas exponen, pero ofrece un interesante equilibrio.
Finlandia sufrió en la primera mitad del s. XX fuertes tensiones entre las diferentes comunidades del país con idiomas nativos distintos: lapones en el norte cuya lengua está lejanamente emparentada con el suomi ,suecoparlantes en la costa oeste, una región que representa el 5% de los ciudadanos de Finlandia y multitud de dialectos del finés a lo largo de toda la geografía de la nación. Este es el insólito modelo de convivencia lingüística resultante:

PRIMERO:
La Carta Magna establece que los idiomas oficiales del país son el sueco y el suomi mientras que los derechos lingüísticos de los lapones se desarrollan en una ley diferente. El que el país se defina como bilingüe lleva aparejadas una serie de importantes consecuencias, como por ejemplo, que exista un canal de televisión en sueco a nivel nacional o que el himno pueda cantarse en todas las lenguas.

SEGUNDO:
A excepción de en el archipiélago de Ahvenanmaa  no existe una regulación idiomática distinta dependiendo de las diferentes regiones, los municipios se clasifican en bilingües o monolingües atendiendo a criterios poblacionales, en ese estado de cosas cualquier ciudad en la que al menos un 8% de sus habitantes tenga como idioma nativo el sueco o el finés se considera a todos los efectos como bilingüe y mantiene esa categoría hasta que ese porcentaje no se reduzca por debajo del 6% en los registros (actualizados cada 10 años).

TERCERO:
 En los municipios bilingües existe la obligación de que todas las comunicaciones oficiales se realicen en ambas lenguas así como criterios más exigentes a la hora de facilitar el contacto con el ciudadano tanto en una como en otra. Las ciudades monolingües, en cambio, solo tienen la obligación de
garantizar el derecho individual a poder ser atendido en la lengua minoritaria al acudir a las
administraciones públicas locales.
Trasladado el ejemplo a España vendría a significar que un pueblo de la provincia de Guipúzcoa considerado bilingüe habría de publicar todos los documentos oficiales en ambas lenguas así como atender en euskera y castellano a los vecinos, mientras que en una ciudad de la provincia de Jaén solo existiría la obligación de que alguien en el ayuntamiento dominase el vasco (o el catalán) como para poder resolver las dudas de cualquiera que se presente hablando ese idioma.

CUARTO: Legalmente se considera a un ciudadano como sueco, finés o lapón parlante por el mero hecho de haberse inscrito en el registro como tal. Los padres deciden, en definitiva, la lengua en la que estudiarán sus hijos y eso determina el que acudan a una escuela que imparta clases en un idioma u otro. Solo en los municipios bilingües existe la obligación de que haya colegios públicos en ambas lenguas.
Aun así todos los alumnos del país estudian como segundo idioma el sueco o el finlandés y tienen el deber de demostrar que han alcanzado cierto nivel en el otro.
Un modelo similar en España supondría que los alumnos de Extremadura, Cantabria o La Rioja deberían estudiar euskera como segunda lengua en sus colegios y demostrar al final del bachillerato que han alcanzado el nivel exigido en él. También a la inversa, cualquier familia de Burgos que se trasladase a Tarragona o Vizcaya tendría el derecho a escolarizar a sus hijos en castellano si en la ciudad en la que se instalan al menos un 8% de los vecinos tienen como lengua materna el español.

QUINTO:
  Teniendo en cuenta que los funcionarios públicos han de poder satisfacer las necesidades de la minoría suecoparlante ello determina que se ha de contar con suficientes trabajadores que dominen esa lengua lo que a su vez causa que las universidades hayan de disponer de cuotas mínimas de alumnos de idioma nativo sueco (especialmente en leyes y medicina).

SEXTO:
Fuera de las regiones de Pohjanmaa/Varsinais-Suomi y Laponia (donde se concentran respectivamente los sueco y samiparlantes) el finlandés es la lengua materna de casi la totalidad de ciudadanos. A pesar de ello se trata de una lengua enormemente dialectializada lo que conduce a que exista una cierta distancia entre la versión formal que se utiliza en la literatura o en los noticiarios y la hablada en la calle.  Esto se traduce en que la práctica totalidad de los finlandeses usen en el día a día su dialecto en vez de la manera culta de comunicarse.
Si en España la evolución del latín hubiese sido semejante el castellano solo existiría a la hora de redactar currículums, escribir novelas o como idioma empleado por los medios. Los habitantes del país hablarían mayoritariamente, fabla aragonesa, bable o leonés antiguo.

SÉPTIMO:
  La moralidad finlandesa penaliza con fuerza el tratar de aparentar algo que no se es lo que conduce a que  los ciudadanos utilicen el dialecto que hablan no solo con sus vecinos sino, incluso, con personas de regiones diferentes que usan un registro distinto del idioma. Al contrario que en otros países donde los más humildes se ven forzados a esconder su condición modesta o ridiculizados por provenir de zonas rurales en Finlandia un hablante de "savo", por ejemplo, continuará usando ese dialecto cuando se traslade a la capital.

OCTAVO:
El sistema de convivencia lingüística en Finlandia no está exento de detractores, particularmente debido a su gran coste económico y de esfuerzo social (el sueco y el suomi son dos idiomas tan alejados como pueden serlo el euskera y el español)  pero a pesar de las diferentes críticas se reconocen los aspectos positivos del modelo, las tensiones nacionalistas que demandaban a principios del s. XX la independencia de los territorios suecoparlantes han desaparecido y en la actualidad existe un gran sentimiento de pertenencia a una nación común.

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