martes, noviembre 29, 2022

Cien años de forcejeo

 


Leído en la Introducción del primer tomo de La España política del siglo XX, del arranque del siglo a la dictadura (1900-1923), repositorio coordinado por Fernando Diaz-Plaja, editado en 1970 y 71, es decir, antes de todo el cambio en España

(...) Un movimiento liberal y romántico llamado la <<Reinaxença>> en el siglo XIX, recordará a los habitantes de la región unas tradiciones que la política centralista del XVIII había prácticamente anulado. Pero la transformación de ese sentimiento nostálgico en una fuerza política se debe, probablemente, al desastre de 1898. No olvidemos que las fuerzas de disgregación de un país se manifiestan a medida que el prestigio de ese país baja. Cataluña se sublevó contrael reinado de Felipe IV, no contra el de Felipe II. El prestigio del Estado español había sufrido un duro golpe con el desastre y las caricaturas del <<Cu-Cut>>.

Así se extiende el catalanismo apoyado en ideólogos -Prat de la Riva, Puig y Cadafals- y,especialmente, en una figura de gran interés político, Francisco Cambó. 

A su alrededor se forman los grupos que pedirán reiteradamente al Estado mayores libertades para Cataluña. En su contra estará gran parte del proletariado catalán -que sigue preferentemente a Lerroux-, y una animadversión general y vaga del resto de las provincias poco dispuestas a conceder a la región catalana un trato de favor, especialmente cuando el extremismo separatista lanza gritos contra el nombre de España. Cambó obtendrá como máximo , la creación de la Mancomunidad Provincial (...)

Cien años de lo mismo...y más. Una España que no se entiende de fuera, particularmente en América. Un enconamiento suicida, en manos de minorías que se hacen fuertes en su pequeña parcela. Cataluña tiene una superficie de 32.106 km2, algo más del 6% de la superficie de España, algo más del 16% de su población. La pequeña, muy pequeña provincia de Tucumán en Argentina, tiene 22.524 km2; la de La Rioja en Argentina, 89.680 km2, pequeña y desierta. La de Santa Fe, décima en tamaño, 133.007 km2. El pequeño Uruguay, dividido en Departamentos, tiene los departamentos de Salto y Tacuarembó entre 14.000 y 15.000 Km2. Podríamos decir que Cataluña entera es un poco mayor que estos dos departamentos. ¿Alguien tiene conciencia de esas cifras? ¿Alguien cree que Europa aceptaría una Cataluña, un País Vasco, como estados independientes, para abrir las puertas de otras reclamaciones de estos sobre Francia? ¿Tienen conciencia de lo que significa el desastre balcánico? Si tuvieran algún apoyo, digamos de Rusia, como que lo han tratado, ¿qué esperan dar en contrapartida? 

Por supuesto que no se trata de comparar kilómetros cuadrados sin medir el producto bruto de cada uno; pero una pequeña unidad económica no tiene independencia, ni siquiera en el manejo de su propio agua, sin hablar de la disposición de energía o la posibilidad de desarrollar una industria fuerte. Midiendo estos elementos, parece que realmente se trata de forcejear y sacar ventajas, lo mismo una y otra vez a través de cien años: un trato de favor y privilegios.

Argentina conoce esto: La separación del Estado de Buenos Aires respecto de la Confederación Argentina, una separación que duró diez años, que dió lugar a una guerra, y que terminó en una reunificación donde Buenos aires perdió militarmente, pero mayoritariamente rigió desde entonces el país. Dada la actitud de la coalición gobernante actual, parece que ésta es la vía más probable de desenvolvimiento futuro en España.



domingo, noviembre 20, 2022

Para leer: El Ministerio de la Verdad, de Dorian Lynskey


  Lo que sigue es un extracto de la presentación en Zendalibros, el hogar de Pérez-Reverte, del libro El Ministerio de la Verdad, de Dorian Lynskey. Desde ahora, en mi lista de lecturas a completar. El contenido de la introducción muestra una visión de Orwell más que acertada, poniéndolo en el lugar que le corresponde.

La presentación editorial de Zendalibros:

1984, de George Orwell, se ha convertido en un relato definitorio del mundo moderno. Su influencia cultural puede observarse en algunas de las creaciones más notables de los últimos setenta años, desde El cuento de la criada de Margaret Atwood hasta el hito televisivo Gran Hermano, mientras que ideas como «policía del pensamiento», «doblepensamiento» y Newspeak están arraigadas en nuestro lenguaje. El Ministerio de la Verdad traza la vida de uno de los libros más influyentes del siglo XX y una obra que es cada vez más relevante en esta tumultuosa era de «noticias falsas» y «hechos alternativos». Dorian Lynskey investiga las influencias que confluyeron en la escritura de 1984, desde las experiencias de Orwell en la Guerra Civil española y en el Londres de la guerra hasta su fascinación por la ficción utópica y distópica. Lynskey explora el fenómeno en que se convirtió la novela cuando se publicó por primera vez en 1949 y las formas cambiantes en que se ha leído desde entonces, revelando cómo la historia puede orientar a la ficción y cómo la ficción puede influir en la historia.

Zenda adelanta la introducción a este libro, publicado por Capitán Swing.

  Y este es un extracto de la Introducción de Lynskey, sobre 1984 y sobre Orwell:

Cuando el 8 de junio de 1949, en el ecuador del siglo XX, se publicó en el Reino Unido 1984, la novela de George Orwell, un crítico se preguntaba si un libro tan oportuno seguiría teniendo la misma influencia en las generaciones venideras. Treinta y cinco años más tarde, cuando el presente alcanzó el futuro imaginado por Orwell y el mundo no era la pesadilla que él había descrito, los críticos volvieron a anunciar que la popularidad del texto decaería. Han pasado otros treinta y cinco años desde entonces y 1984 sigue siendo el libro al que recurrimos cuando se mutila la verdad, se distorsiona el lenguaje, se abusa del poder y queremos saber hasta dónde puede llegar todo esto. Estamos en deuda con alguien que vivió y murió en otra época, pero fue capaz de identificar estos males y tuvo el talento necesario para presentarlos en forma de novela, una novela que Anthony Burgess, autor de La naranja mecánica, describió como «un código apocalíptico de nuestros peores miedos» [3].

1984 no solo ha vendido cientos de miles de ejemplares, también forma parte del imaginario de innumerables personas que no lo han leído. Las expresiones y conceptos acuñados por Orwell siguen siendo básicos en el discurso político y conservan su fuerza tras décadas de uso y abuso: la nuevalengua, el Hermano Mayor [4], la Policía del Pensamiento, la habitación 101, los Dos Minutos de Odio, el doblepiensa, las nopersonas, los agujeros de la memoria, la telepantalla, el 2 + 2 = 5 y el Ministerio de la Verdad. Todo un año estuvo marcado por el título de esa novela y el término «orwelliano» ha convertido el nombre del autor en sinónimo de todo aquello que él odiaba y temía. La novela ha sido llevada al cine, a la televisión y a la radio, se han hecho versiones para teatro, ópera y ballet. Ha dado pie a una secuela (1985, de György Dalos), una versión posmoderna (Orwell’s Revenge: The 1984 Palimpsest [La venganza de Orwell. El palimpsesto de 1984]) y multitud de réplicas. El periodo de escritura de la novela inspiró la película de 1983 de la BBC The Crystal Spirit: Orwell on Jura (El espíritu cristalino. Orwell en Jura) y la novela de Dennis Glover The Last Man in Europe (El último hombre en Europa), de 2017. La influencia de 1984 se aprecia en novelas, películas, obras de teatro, programas de televisión, cómics, álbumes musicales, anuncios, discursos, campañas electorales y revueltas. Hay quien ha pasado años en la cárcel solo por haberla leído. No existe ninguna otra obra literaria del siglo pasado que haya tenido tal ubicuidad cultural y haya preservado su fuerza. Algunas voces críticas, como Milan Kundera o Harold Bloom, afirman que en realidad 1984 es una mala novela, con personajes pobres, una prosa monótona y una trama inverosímil, pero ni con esas han conseguido restarle importancia. Como señala el editor de Orwell, Fredric Warburg, su éxito ha sido extraordinario «a pesar de que es una novela que no pretende agradar y no es realmente fácil de entender» [5].

Me topé con 1984 por primera vez cuando era un adolescente que vivía en un área suburbana al sur de Londres. Como dijo Orwell, los libros que lees de joven te acompañan siempre. Me resultó impactante y cautivador, pero estábamos casi en 1990, cuando el comunismo y el apartheid estaban tocando a su fin, reinaba el optimismo y el mundo no parecía especialmente orwelliano. Incluso después del 11 de Septiembre, la relevancia del libro seguía siendo relativa: se solía citar en relación con el lenguaje político, los medios de comunicación o los sistemas de vigilancia, pero no como algo relevante a un nivel global. La democracia estaba en auge e internet se consideraba algo positivo.

Sin embargo, mientras planificaba y escribía El Ministerio de la Verdad, el mundo cambió. La gente empezó a hablar con inquietud de las turbulencias políticas de la década de 1970 o, peor aún, de las de los años treinta. Las estanterías de las librerías se llenaron de títulos como Así termina la democracia, Fascismo. Una advertencia, El camino hacia la no libertad y La muerte de la verdad [13], en las que se cita a Orwell. Se reeditó Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt (anunciada como «la versión no ficción de 1984» [14]) y Eso no puede pasar aquí, una novela de 1935 de Sinclair Lewis sobre el fascismo en Estados Unidos [15]. La adaptación televisiva que hizo Hulu de El cuento de la criada, la novela de 1985 de Margaret Atwood, resultó tan alarmante como si fuera un documental. «Antes estaba dormida —dice Defred, el personaje interpretado por Elisabeth Moss—. Así es como permitimos que sucediese» [16]. Bueno, pues ya no estábamos dormidos. Eso me recordó algo que había escrito Orwell en 1936 sobre el fascismo: «Pretender que el fascismo no es más que una aberración que pronto desaparecerá por sí sola equivale a soñar un agradable sueño del que se despertará bajo los golpes de una porra de goma» [17]. 1984 es un libro pensado para despertarte.

(...) Este libro trata, por tanto, de la historia de 1984. Se han escrito varias biografías de George Orwell y algunos estudios académicos sobre el contexto intelectual de su novela, pero nunca se han intentado aunar ambos enfoques en una única narración, en la que se exploren también las repercusiones del libro.

(...) Si tardó tanto en escribir 1984 es, entre otras cosas, porque la novela sintetiza ideas que desarrolló a lo largo de casi toda su carrera literaria. En ella, se condensan años de reflexiones, escritos y lecturas sobre utopías, superestados, dictadores, prisioneros, propaganda, tecnología, poder, lenguaje, cultura, clase, sexo, el mundo rural, ratas y mucho más, hasta el punto de que a menudo resulta imposible atribuir una frase o idea concreta a una única fuente. Orwell nunca dijo mucho sobre la evolución de la novela, pero dejó un rastro documental de miles de páginas. Aunque hubiese vivido algunas décadas más, 1984 habría supuesto el final de una etapa: como escritor, habría tenido que empezar de nuevo.

 (...) 1984 suele describirse como una distopía. También es, en diferentes grados que podrían discutirse, una sátira, una profecía, una advertencia, una tesis política, una obra de ciencia ficción, una novela de suspense, un libro de terror psicológico, una pesadilla gótica, un texto posmoderno y una historia de amor. Mucha gente lee 1984 de joven y la novela le marca (porque ofrece más sufrimiento y menos consuelo que ningún otro texto escolar), pero casi nadie se siente motivado a redescubrirla de adulto. Es una pena. Resulta mucho más rica y extraña de lo que seguramente recuerdas y te animo a leerla de nuevo.

  Indudablemente, Orwell es mucho más que sus novelas más conocidas, aunque es cierto que una gran parte de su trabajo conduce a 1984 y Rebelión en la granja. Hay un escenario que fue su primer ensayo de estos libros: sus cartas, artículos, polémicas, todo lo relacionado con los prolegómenos de la segunda guerra mundial, tanto por su consideración del nazismo, como por su temprana advertencia sobre el comunismo en general y el stalinismo en particular. Es notable cómo repentinamente, además de las metáforas sobre el totalitarismo, vuelven a presentarse ante nuestros ojos los signos de guerra, y cómo las cartas y artículos de Orwell sirven para reflexionar sobre el riesgoso momento en que nos vamos encontrando.

Copio las citas, sólo las que son indicadas en estos párrafos de la introducción:

[3] Burgess, Anthony, 1985, Barcelona: Minotauro, 2021, trad. de Juan Pascual Martínez, p. 38.

[4] La traducción más extendida de Big Brother en España es «Gran Hermano»; se ha utilizado también en el doblaje de las películas de 1984 y ha dado nombre al programa de televisión. Sin embargo, dado que mantiene el sentido original del término, a lo largo de este volumen hemos optado por utilizar «Hermano Mayor», tal como propone Miguel Temprano García en su traducción de 1984. (N. de la T.).

[5] Warburg, Fredric, All Authors Are Equal: The Publishing Life of Fredric Warburg 1936–1971, Londres: Hutchinson & Co., 1973, p. 115.

[13] Véanse Runciman, David, Así termina la democracia, Barcelona: Paidós, 2019, trad. de Albino Santos; Albright, Madeleine, Fascismo. Una advertencia, Barcelona: Paidós, 2018, trad. de María José Viejo; Snyder, Timothy, El camino hacia la no libertad, Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2018, trad. de María Luisa Rodríguez; y Kakutani, Michiko, La muerte de la verdad, Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2019, trad. de Amelia Pérez de Villar.

[14] Arendt, Hannah, Los orígenes del totalitarismo, Madrid: Taurus, 1998, trad. de Guillermo Solana.

[15] Lewis, Sinclair, Eso no puede pasar aquí, Madrid: Antonio Machado Libros, 2013, trad. de Amaya Bozal.

[16] Hulu, El cuento de la criada [serie de televisión], 2017.

[17] Orwell, George, El camino de Wigan Pier, Barcelona: Destino, 1976, trad. de Esther Donato, p. 215.