El gobierno argentino no cesa de dedicar sus mejores fuerzas a hundir el país, con todos los recursos que tenga a su alcance. Heridos por el escopetazo que representaron las elecciones de junio de este año 2009, su reacción ha sido la de incrementar su agresión a la mayoría de la sociedad. Su decisión parece ser la de extremar sus actividades en favor de la minoría ideológica y económica que los acompaña, probablemente con la idea de que en la oposición que sin duda les tocará ejercer tan pronto completen su gobierno, vendrán tiempos mejores.
Así es como han reiniciado agravios y maquinaciones contra el espectro político y social que se les opone, y la presión que ejercen para aprobar una ley que les dé el control de radios es probablemente su expresión más peligrosa. Una ley presentada en nombre de la democratización de los medios y de su desmonopolización, que deja el control de estos en un estado que no ha cesado de cometer atropellos: es poner las tijeras en las manos del mono.
"Las orejas del lobo" se pueden ver fácilmente no en las palabras mentirosas de la defensa oficial del proyecto, sino en sus alrededores: Ya sea en la similitud de acciones contra la prensa con sus mejores (y únicos) amigos latinoamericanos (Chavez en Venezuela, Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua, Morales en Bolivia), todos embarcados en proyectos similares; o sea en su apuro por aprobar el proyecto, sea como sea, antes de la asunción de los nuevos diputados y senadores, que les pondrán en una situación de imposibilidad de aprobar nada sin discusión; o sea por las opiniones de todos sus amigos nacionales, que son mucho más explícitos en sus objetivos en el manejo de los medios: sin duda, las minorías izquierdistas que los siguen "críticos" o "leales", imaginan un futuro soviet periodístico, con el asalto a medios por parte de ONGs al paladar de sus integrantes, sindicatos y sellos institucionales de cualquier clase. Tengo decenas y decenas de declaraciones que son mucho más explícitas que las autoridades en la declaración de sus intereses.
En una Argentina triste, embrutecida, fanatizada, está por verse hasta dónde caeremos.
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