Sobre las fuerzas de sostén del oficialismo, al menos aquella fracción que se cree lo que las palabras dicen, sostiene Kovadloff:
Sobre sus esperanzas en la oposición:La centroizquierda le cree al sapo cuando el sapo asegura que es un príncipe circunstancialmente hechizado. Fascinada, le regala sus obsecuencias a cambio de la promesa de un futuro redentor. Y, mansamente, se encolumna detrás del oficialismo. Contra toda evidencia histórica, esa izquierda obcecada sigue creyendo que el estatismo es la llave maestra de la acción progresista.
La historia muchas veces no alecciona, y éste es uno de esos casos.
¿Delitos? ¿Tergiversaciones de la verdad? ¿Cifras envilecidas por la mentira? ¿Valijas misteriosas repletas de dinero mal habido? ¿Consensos públicos desoídos? ¿Multiplicación de la pobreza? ¿Amenazas telefónicas? ¿Espionaje de correos? No caigamos -se nos sugiere- en la tentación de sobredimensionar su relieve.
Atónito ante el respaldo que le brindaba a Adolf Hitler, Karl Jaspers le preguntó a Martin Heidegger cómo podía proceder de esa manera. El autor de El ser y el tiempo se limitó a responder: "¿Ha visto usted qué hermosas manos tiene?". Años después de viajar a Rusia, Jean-Paul Sartre sostuvo que, al volver a Francia, no había querido denunciar las atrocidades del estalinismo para no favorecer a la derecha. Así es. Usualmente, los espejismos revelan que lo son cuando ya es demasiado tarde para quien les ha conferido estatuto de realidad.
Digase lo que se diga, el hecho es irrefutable: en términos de liderazgo, la oposición sigue siendo un cuerpo sin cabeza. Retazos y más retazos. La atmósfera envenenada del desencuentro y la sospecha puede, entre sus partes, más que cualquier acuerdo tendiente a desbaratar las astucias e impudicias del oficialismo. Es el reino de la autosuficiencia, de la ineptitud para oír y hacerse oír.Sobre la actitud y expectativas inmediatas del actual gobierno argentino:
[...] Mientras tanto, el escenario político ofrece a quien quiera verlo un paisaje convaleciente. Ganar por separado para perder en conjunto parece ser, por ahora, lo que mejor saben hacer los que triunfaron el pasado 28 de junio. De modo que un Parlamento con mayoría no oficialista, a partir del próximo 10 de diciembre, no necesariamente será un Parlamento con mayoría opositora capaz de proceder como un cuerpo cohesionado por la conciencia de aquello que no admite más dilación. Demasiadas cabezas y escasa inteligencia común caracterizan el repertorio de quienes reducen la realidad a lo que cada cual puede ver por su lado.
Quizá no esté desacertado en el destino inmediato. Quizá de todas formas el pequeño reino despótico igualmente no tenga mucho futuro. Pero probablemente su pesimismo sea adecuado hacia los próximos años: no está a la vista quien vuele un poco más alto que un gorrión.En el remoto sur donde ejerció su implacable intendencia durante cuatro períodos consecutivos, Néstor Kirchner se acostumbró a homologar su palabra a la única existente. Convertido en presidente de la Nación, dio vida a un gabinete tallado en la obediencia al principio del mutismo y la incomunicación entre sus áreas. El acatamiento al mandato del silencio sin fisuras fue el primer juramento exigido a todos sus ministros y secretarios de Estado. Paralelamente, homologó y ordenó homologar toda voz disidente a la reacción, la oligarquía y el golpismo. Cada vez más, tendió a ejercer así su magistratura, y así es como sigue haciéndolo, disponiendo del poder que sólo en apariencia ha delegado. El descontento mayoritario, sin embargo, no ha cesado de crecer y manifestarse. De allí la urgencia de acallar cuanto antes la difusión de lo que las urnas probaron.
La hora del desquite sobre esa insolencia popular parece próxima tras la sanción parcial concedida por la Cámara de Diputados al proyecto de ley de medios de comunicación. Quizá pronto Néstor Kirchner vea habilitada por el Congreso su imperiosa necesidad de volatilizar el periodismo disidente. Podrá celebrar, de ese modo, los frutos de un trabajoso empeño en favor de la restauración del silencio insular que tanto provecho le reportó en el pasado. Acaso entonces el vacío crítico impuesto a ese sur enmudecido pueda empezar a extenderse sobre todo el territorio nacional y, por fin, reine con unanimidad donde hoy impera la vocinglería reaccionaria que los perversos liberales, incurables reaccionarios y golpistas de siempre reivindican como pluralismo, democracia y libertad de expresión.
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