sábado, octubre 04, 2025

Una visión española sobre China

 


 Una reflexión de Zigor Aldama, periodista de asuntos internacionales, para "Las Provincias". Aldama compara su primera visita a China en 1999, con la última, este año. Una comparación entre un occidente en caída, y una China en alza. Su declaración de intenciones: "no solo para levantar acta de la gran transformación del segundo país más poblado del mundo, con sus luces y sus sombras. También para certificar el preocupante declive y la dolorosa degradación de España y del resto de Europa. Porque las comparaciones pueden ser odiosas, pero muchas veces es imprescindible hacerlas para saltar de la olla en la que somos esa rana que va cociéndose sin darse cuenta y dejar de fijarse en detalles irrelevantes que solo sirven para hacerle el juego a la vergonzosa polarización política que caracteriza a nuestro país".
Tomo su comparación entre Shenzhen, Zona Económica Especial,  en 1999 y ahora:

 Ha pasado un cuarto de siglo desde que puse un pie por primera vez en China, adonde llegué dejando a mi familia preocupada porque iba a «un país del Tercer Mundo» por mi cuenta y riesgo. Aterricé en Hong Kong, la China menos china debido a un siglo de tamiz colonial británico. En 1999, era una ciudad que se antojaba futurista, con un toque distópico. Al cruzar la frontera con Shenzhen, ya en la China comunista, el choque fue tremendo.
Esa localidad, en origen un pueblo de pescadores del que nunca antes había oído hablar -preocupante es que muchos aún no lo hayan hecho-, había sido designada por Deng Xiaoping como una de las Zonas Económicas Especiales que servirían al régimen para experimentar con las reformas destinadas a despertar al dragón dormido y desarrollar el potencial del que, supuestamente, ya había advertido Napoleón.
Shenzhen era el Lejano Oeste, versión oriental: un monstruo en construcción en el que se concentraban por igual mafias y el ansia de un desarrollo que borrase la catástrofe del maoísmo; un lugar con mala fama por su peligrosidad y que, sin embargo, atraía a emprendedores que querían hacer realidad sus sueños de riqueza. Era una extraña y fascinante dicotomía que unos años después Jess Row reflejó muy bien en las historias de ‘The train to Lo Wu’. Y Luohu fue, precisamente, el paso fronterizo por el que crucé a territorio propiamente chino. La valla coronada con concertinas que aún hoy perdura separaba entonces el orden de Hong Kong del caos de una China cuyo PIB nominal se asemejaba al de España.
En 1999, Shenzhen tenía 6 millones de habitantes y no contaba con un sistema de metro; mi ciudad natal, Bilbao, con poco más de 300.000 residentes, ya había estrenado su primera línea y asombraba al mundo con un ‘efecto Guggenheim’ fruto de políticas a largo plazo que muchas otras ciudades iban a tratar de replicar. En 1999, China no tenía ni un solo tren de alta velocidad, y se tardaban 28 horas en llegar de Shenzhen a Pekín en una de sus vetustas serpientes de metal verde; el AVE español era la joya de la ingeniería europea y Bilbao se preparaba para recibirlo en 2012.
En 2025, Shenzhen ha crecido hasta los 17,5 millones de habitantes y se ha convertido en el único centro tecnológico mundial capaz de hacer frente a Silicon Valley. Es una ciudad extremadamente segura, limpia, moderna, con once líneas en su mapa de metro y varias estaciones de trenes de alta velocidad que recorren los 2.000 kilómetros que la separan de la capital nacional en menos de 8 horas. Aquellos retrasos de horas sobre raíles, tan habituales en el arranque del siglo XXI, se han convertido en una puntualidad japonesa. Ni un minuto se demoran los convoyes. Los mendigos, a menudo tullidos y desfigurados que pululaban por las calles y llevaban las limosnas a quienes traficaban con ellos, ya no existen. Algunos pensarán que los chinos se los han comido o los han ejecutado: la realidad es que la clase media de China ha explotado y que la extrema pobreza ha sido erradicada prácticamente por completo. Buen reflejo de cómo ha dado la vuelta la tortilla es que ahora son los hongkoneses los que cruzan a Shenzhen para quedar boquiabiertos con su desarrollo y futurismo, mientras la excolonia británica languidece estancada.

Para Las Provincias, en su Newsletter "El mundo explicado", el 1 de octubre. 

Un cambio de hegemonías indudable. Si la comparación la hiciéramos contra América Latina, el resultado sería catastrófico. ¿Nadie está dispuesto al menos a reflexionar sobre el mundo que se avecina inexorablemente? 

La foto, en Wikipedia: By Charlie fong - Own work, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=98372325

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