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Esto viene de largo...en la década que vivimos en Barracas aprendí a convivir con la murga, un triste y raquítico espectáculo sostenido por los organismos culturales municipales, subvencionado para que una combinación de clientelismo asalariado y jóvenes con mucho tiempo disponible y aspiraciones "populares" se dedicaran al "arte rioplatense": candombe (tambores, saltos, ropas coloridas), los zancos, los malabares, los payasos, exhibidos en pobres y raleados espectáculos. Lo que era un recurso de "política municipal" avanza un escalón más.
En la prehistoria de nuestra literatura y teatro modernos, el circo tuvo un lugar: cuando el teatro formaba parte del circo, en tiempos de Juan Moreyra y Pepino el 88, nuestros artistas, hechos a pulmón, se elevaron a partir de orígenes humildes, para forjar las bases del teatro argentino. Su existencia forma parte de nuestra historia. Que evolucionó, dió lugar a mejores obras y autores, y, cerrando el ciclo, retorna a sus fuentes. Volveremos al circo, aquél al que ya nadie va, con actividades primitivas y elementales. Lo que pudiera ser material de estudio de una carrera de Literatura, se ha convertido en propuesta de carrera.
¿Se trata de un área de la actividad profesional que requiera un establecimiento para la preparación de generaciones de trabajadores calificados? ¿Cuántos alumnos espera recibir en los próximos diez años? ¿Que demanda laboral planean? ¿Cuál será el presupuesto que se le destinará para crear un equipo de profesores y su recinto de trabajo? ¿Cuál será su currícula?
¿ y no sería más conveniente promover carreras que apuntarán a los recursos y objetivos del siglo xxi?
Tristemente, el futuro que nuestros dirigentes imaginan para nuestros futuros profesionales, es el circo. Quizá, en definitiva, nada más apropiado.
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