Cinco años después de que el colapso que aceleró la peor crisis económica en su historia moderna, Argentina se ha recuperado en gran medida. Desde el 2003, la economía ha crecido con mayor rapidez que cualquier otra en América del Sur, expandiéndose en promedio en más de ocho por ciento anual.Rohter recuerda la historia argentina de los últimos cincuenta (o cien años):
Sin embargo, otro problema llegó con esa reactivación, avergonzando e irritando a los argentinos, así como desafiando la imagen que tienen de sí mismos y de su sociedad. Los frutos de la rápida expansión del comercio, la construcción, las ganancias corporativas y las exportaciones no se están compartiendo para nada. Como resultado, se ha intensificado la desigualdad económica y social.
Históricamente, este país se ha enorgullecido de su igualitarismo. Un obrero industrial argentino, por ejemplo, podía razonablemente aspirar a vivir en un departamento cómodo, con frecuencia con profesionales como vecinos, comer carne todos los días, recibir atención médica competente y, por medio de su sindicato, disfrutar de un par de semanas de vacaciones cada año en una playa.El nuevo modelo no es igual, y quizá sea así por mucho tiempo:
Los argentinos desdeñaban lo que veían como una competencia brutal individualista, el carácter de cada hombre para sí mismo del capitalismo estadounidense y la división entre ricos y pobres en países vecinos como Brasil, Chile y Perú. Si había un modelo externo que admiraran los argentinos, ese era el manifiesto de Francia de ``libertad, igualdad y fraternidad".
(...)'En el pasado, Argentina realmente se parecía más a Europa que el resto de América Latina'', dijo Bernardo Kosacoff, el representante argentino de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas. ``Los padres tenían la percepción de que sus hijos vivirían mejor que ellos porque los trabajadores tenían empleos bien remunerados en el sector formal, sus casas propias y acceso a una buena educación. Sin embargo, ahora el proceso de ascenso social es mucho más complicado''.
A mediados de los años de 70, el 10 por ciento más rico de la población de Argentina tenía un ingreso 12 veces el del 10 por ciento más pobre. Para mediados de los años noventa, la cifra había aumentado a 18 veces, y para el 2002, el punto máximo de la crisis, el ingreso del segmento más rico de la población era 43 veces el de los más pobres. La situación ha mejorado sólo un poco desde entonces.Omito las referencias al peronismo, que merecerían una dedicación mayor (El general Juan Domingo Perón, quien llegó al poder en 1946, gobernó en nombre de los ''descamisados'' hasta que fue derrocado con un golpe de Estado en 1955; regresó al poder en 1973 y murió en 1974. Su movimiento, el justicialismo, fue proscrito bajo la mayoría de los gobiernos militares y civiles que siguieron, pero no se atrevieron a desmantelar la complicada red de beneficios sociales que había establecido)
A pesar de la recuperación económica, apenas cinco por ciento de las familias argentinas ahora ahorra dinero, según un estudio realizado en abril por la Market Foundation, un grupo de investigación. Eso se compara con casi 30 por ciento a finales de los noventa.
En el punto máximo de la crisis, casi 60 por ciento de los argentinos tuvo ingresos por debajo de la línea de pobreza.
''La brecha entre ricos y pobres sigue creciendo aun cuando la cantidad de personas que vive en pobreza está bajando'', dijo María Laura Alzúa, una economista de la Mediterranean Foundation [SIC], un grupo de investigación en esta ciudad. ``Hay crecimiento pero cada vez más va a quienes están en la cima de la pirámide que a cualquier otro sector, así es que está desapareciendo el sueño argentino de movilidad social''.
(...) "Ese es el nuevo modelo de segmentación social'', dijo Agustín Salvia, un sociólogo de la Universidad Católica de Argentina. ``Esta solía ser una sociedad relativamente homogénea, pero ahora también hay dos Argentinas, que caminan en direcciones diferentes y a velocidades distintas''.
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Rohter dice algo que se escapa frecuentemente en los diarios argentinos: el rey está desnudo...(Ya en otra oportunidad escribí algo al respecto).
Hace alrededor de ciento cuarenta años, José Hernández, en su primer tomo del Martín Fierro, escribió: Yo he conocido esta tierra/en que el paisano vivía./Y su ranchito tenía/y sus hijos y mujer.../Era una delicia el ver/cómo pasaba sus días. Hernández recordaba un tiempo que ya no volvería, y fue el testigo y la bisagra de dos mundos, uno que comenzó a acabarse en 1853, y terminó definitivamente con el último cañonazo en Paraguay en 1870, y el otro que comenzó allí, trajo la sociedad moderna, e integró aún a los Hernández y Mansillas, a su manera.
Hoy vivimos una transición semejante, tan grande y profunda como esa, en un mundo mucho más interconectado y con mayores amenazas para las equivocaciones. Adelante tenemos brumas que requieren buenos pilotos. Los tendremos?
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