Dice Luis Sáinz de Medrano Arce ("Reencuentro con los cronistas de Indias"), retomando a Salvador de Madariaga:
"situar el fin de la Edad Media en la fecha de la toma de Constantinopla por los turcos, 1453, y no en 1492, es, como ha observado Madariaga, uno de los mayores dislates históricos.América perdió para siempre su despertar original. Sus pueblos, que lentamente abandonaban el período neolítico, que experimentaban el nacimiento de sociedades más complejas, dieron de pronto contra otras que impusieron una diferencia de desarrollo humano de no menos de cuatro mil años.
Si se nos permite la imagen algo teatral nacida «ex abundantia cordis», diremos que se ve a Colón rasgar casi físicamente la cortina medieval en su camino hacia occidente, aunque sin dejar de arrastrar jirones de ella"
¿Tiene algún sentido reclamar hoy por la destrucción de los pueblos precolombinos? ¿Será posible volver atrás el reloj? Inevitablemente, no es posible. No es viable saber qué hubiera pasado si los dos continentes hubieran permanecido ajenos. Aunque probablemente la evolución no hubiera diferido de la historia conocida comparada: Se hubieran construído imperios, los pueblos menos adelantados hubieran sido sojuzgados, y la complejidad social hubiera crecido de la mano de la desigualdad. A la larga, no hubiera habido diferencias entre europeos (sean españoles, ingleses, holandeses, franceses o portugueses) e incas o aztecas.
Sin embargo, América nació de nuevo a partir de 1492. Una nueva sociedad, moldeada por Europa, sobre la base de la amalgama de naciones agrícolas primitivas, sean nativas o africanas, y colonizadores que en dos siglos ya eran tan distintos de su matriz nacional, que sentaron las bases de la sociedad occidental contemporánea.
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