miércoles, diciembre 17, 2008

Crisis: Daño colateral I

Hace pocos años atrás, saliendo de la anterior burbuja, la quiebra de la empresa Enron terminó arrastrando a Arthur Andersen, la mayor auditora contable del mundo. La investigación de la quiebra fraudulenta comprometió seriamente la calidad de la auditoría de Arthur Andersen, a tal punto que en poco tiempo no sólo desapareció Enron, sino la consultora. El resultado final de la crisis, aparte del vendaval que redujo a polvo las punto.com, fue que quedaran sólo Cuatro Grandes auditoras, y la ley Sarbanes-Oxley, de reforma de las normas contables norteamericanas.
Sin embargo, aquellas advertencias provocadas por Enron y Arthur Andersen, evidentemente no fueron suficientes, o peor, fueron ignoradas, para recaer en un fallo que parece que será mucho mayor.
Hoy comienza a discutirse con fuerza qué hizo posible que una burbuja financiera como la actual, progresara más allá de los controles esperables de parte de los bancos centrales de todo Occidente. Algo que ha tomado más fuerza con el caso Madoff, sólo posible existiendo negligencia o algo peor de parte de quienes debieran auditarlo. A pocos días de su estallido, aparecen elementos vistos también antes en Enron: conflictos de intereses de parte de quienes debían evaluarlos, y sorprendentemente frágiles criterios de valoración. Dos muestras tomadas de las noticias económicas españolas:

(...)el fiscal general de Estados Unidos, Michael Mukasey, se ha tenido que inhibir del caso porque uno de sus hijos representa a uno de los ejecutivos de la empresa de Madoff presuntamente implicados en la estafa millonaria, según informa el The Wall Street Journal, que cita fuentes del Departamento de Justicia.

Se trata de Marc Mukasey, abogado que trabaja para el bufete Bracewell & Giuliani, uno de los despachos más conocidos de Nueva York, que en estos momentos está representando a Frank DiPascali, un alto ejecutivo de la empresa Bernard L. Madoff Investment Securities que también podría estar implicado en el escándalo.

Mientras, la Comisión de Valores ha abierto una investigación para examinar la relación de una sobrina de Madoff casada con un inspector de la institución, según su presidente, Christopher Cox, quien incluso reconoció que la institución tuvo conocimiento de que, al menos desde 1999, se habían recibido acusaciones sobre las malas prácticas de Madoff pero que nunca se tuvieron en consideración.

(En El Economista, 17/12/2008)

El Economista, en otro artículo, describe el marco en que se desarrollaban las operaciones de Madoff, que suenan muy poco creíbles:
(...) Para gestionar el ingente patrimonio confiado a Madoff Investment, la agencia de valores contaba con un equipo de alrededor de 20 personas, una cifra casi ridícula.Y ésa era sólo la menor de las -rarezas- que, en los últimos años, habían llegado a asustar a unos cuantos gestoresde hedge funds -fondos de inversión libre-.

Madoff fue en su momento uno de los pioneros de la negociación electrónica de valores, y fundador del mercado Nasdaq. Sin embargo, nunca permitió a sus clientes consultar en tiempo real la situación de sus carteras. De hecho, ni si quiera enviaba electrónicamente las confirmaciones de las operaciones que realizaba en nombre de sus fieles. Las notificaciones siempre se enviaban por correo tradicional.

Y según aquellos que decidieron no contratar sus servicios, la información que facilitaban esas cartas era vaga y demasiado imprecisa. Todo lo contrario de lo que ocurre habitualmente con la información que proporcionan los hedge funds.

La información no sólo era escasa: era dudosa. Trimestralmente, Madoff Investment Securities debía detallar sus posiciones en el mercado a los reguladores. Para una firma con 17.000 millones de dólares bajo gestión, el valor de las acciones en su poder siempre era sorprendentemente bajo. ¿La explicación? Que trimestralmente Madoff deshacía todas sus posiciones y acumulaba liquidez. Esta simple respuesta convenció a los reguladores durante años.

(Sobre la empresa que auditaba a Madoff) todos aquellos que se molestaran en hacer el viaje para conocer a los auditoresy pedir información sobre Madoff se encontraría con otra sorpresa más. La sede era en realidad un pequeño despacho de poco más de 20 metros cuadrados y uno de los socios que le da nombre es en realidad un jubilado que vive en Florida. Una secretaria era toda la plantilla con la que contaba la auditoría.

Que family offices y gestores profesionales picaran es sorprendente y un buen reflejo de la ligereza con la que en los últimos años se ha confiado en los brokers de éxito. Que lo hicieran las autoridades es todavía peor. Madoff Investment Securities sufrió la primera denuncia de fraude en 1992, pero la superó con éxito. La SEC volvió a recibir reclamaciones en 1999, y la revista Barron's cuestionó sus métodos en 2001. Y en 2005 y 2007 aprobó de nuevo sendos exámenes del regulador.

Pero esto ahora destacado, favorece la conjetura de que no sólo Madoff operaba con escaso o nulo control, sino una franja muy amplia de las instituciones financieras, ante la negligencia -al menos- de quienes debieran controlarlos.
¿Veremos en el futuro una rectificación de estas prácticas de supervisión livianas, o sólamente padeceremos un ajuste de lo que otros hacen mal, para luego volver a los buenos negocios?

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