sábado, mayo 10, 2008

Carnes no se venden, trigo tampoco

¿Cuando finalmente el apogeo de la generación de políticos e intelectuales post setentas termine, qué le quedará a Argentina? En estos días se recuerda en Europa el Mayo francés, padre también en Argentina, junto a la Revolución Cultural, de mas de una generación de políticos, periodistas, artistas, educadores, y profesionales. Timoneles que conformaron un patrón nacional de intolerancia y parcialidad que se deja ver en la vida política, y producen resultados en la vida económica y social. Una generación que sólo parece haber servido para la barricada, y que despreció la administración. En aquellas épocas se aprendió que los escrúpulos importaban poco, que todo es negociable, que el adversario de opinión es enemigo, que los únicos negocios que no son "enemigos del pueblo", son los de mis amigos. La extensión dañina de aquel legado sobre el conjunto de la sociedad se puede palpar diariamente, a poco que se lean las cartas de lectores sobre temas "sensibles", digamos, por caso, la protesta agraria. Por semanas, la protesta, surgida del abuso económico más manifiesto, más demostrativo de la incapacidad de gobernar, se convirtió en una lucha entre "el pueblo", y "la oligarquía terrateniente", transladando por ignorancia o malicia, un patrón de relaciones que está muerto en Argentina desde hace cincuenta años.
¿Querrá la sociedad cambiar? ¿tendrá una oportunidad? Por ahora, vivimos la obra de esa generación: un páramo arrasado, que es visto con ojos ciegos, donde el valor está en los miles de emprendedores navegando en la incomprensión.
Dado este marco, el último logro: si ya el negocio pecuario ha sido transferido a Brasil, ahora el negocio agrario quizá también sea cosa del pasado. Sigue la nota de Clarín:
Argentina pierde cada vez más espacio en el mercado triguero de Brasil a manos de canadienses y norteamericanos. El gobierno de Lula da Silva autorizó ayer la compra de otro millón de toneladas del grano, exento de impuestos aduaneros -que por norma del Mercosur es de 10%- procedente de los dos países de América del Norte.
Pero la culpa no es esta vez de los brasileños. El gobierno de Cristina Fernández restringió este año en forma sustancial las exportaciones trigueras al vecino y esto provocó un encarecimiento del precio de la harina que se trasladó al pan. El consumo de Brasil, de 10,4 millones de toneladas anuales, era satisfecho apenas en 40% por la producción doméstica; 60% restante provenía exclusivamente del agro argentino. Ante entregas trigueras con cuentagotas por parte de Argentina, la última de la semana pasada fue de apenas 100.000 toneladas, el presidente Lula da Silva decidió liberar las importaciones desde terceros países por ahora hasta junio próximo. No es posible prever ahora si esa libertad de importar se prolongará por más tiempo.
La medida, adoptada por la Cámara de Comercio Exterior brasileña (un organismo oficial), permite ahora que los molineros de Brasil traigan de Estados Unidos y Canadá dos cuotas de 500.000 toneladas cada una. En un comunicado oficial, la entidad subrayó que esta resolución obedece a la "necesidad de evitar el desabastecimiento del mercado interno en el período entre zafras".
Lo que más preocupa al gobierno de Lula es que la suba de los alimentos les provoque una inflación inesperada, y lleve a superar el tope de 4,5% al año que rige desde 2003.
De hecho, la producción de trigo ya aumentó este año 20% con respecto a igual período de 2007. Aun así es tan fuerte la dependencia de las importaciones que ya no hay stock de granos.
La diplomacia argentina hizo mutis por el foro, a pesar de que esta es la segunda vez en el año que Brasil acude a productores canadienses y norteamericanos. Ya suman 2 millones de toneladas traídas de terceros países. Por la alta productividad argentina, los agricultores brasileños habían prácticamente abandonado el cultivo del grano. Hay que recordar que en 2007 Argentina envió a Brasil más de 6 millones de toneladas y le sobró para su propio mercado interno.

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