miércoles, septiembre 12, 2007

Cincuenta años de El Eternauta


El País recuerda que el cuatro de septiembre se cumplieron cincuenta años de la publicación de El Eternauta. Me pregunto cómo fue que lo leí, y supongo que fue en la edición condensada posterior, quizá alrededor de 1960. Es probable que lo haya seguido en Hora Cero, pero mi recuerdo no es de una serie de episodios, sino de una sola edición. Creo que Hora Cero la compraba desde sus primeros números, quizá por la influencia de mi viejo maestro de la historieta, Enrique, pero me ha quedado siempre el recuerdo de la historia sin discontinuidades, leída de un tirón...
Para la época en que la leí, ya había pasado por La Guerra de los Mundos, de Wells, y creo que las semejanzas le dieron mayor interés. Sigo recordando las primeras escenas de la nieve cayendo sobre Buenos Aires, la soledad de los sobrevivientes, la lucha "como las hormigas", como decía Wells. Andando el tiempo, encontré una semejanza cercana entre la primera conversación entre el eternauta y el periodista, y la confesión del asesino de Los Lanzallamas, de Arlt.
Más que una historieta...bastante más. Oesterheld ya había producido entonces su Ernie Pike, una visión de la Segunda Guerra que podría haber merecido un alcance semejante.
Para mí, El Eternauta es su primera versión, el mismo de la época del corresponsal de guerra. Las versiones posteriores, tanto por su dibujo como por su desarrollo, cada vez más participaron de la Argentina que se nos vino encima, o que formamos, quizá. Su universalidad fue quedando reducida a un soporte de propaganda, siguiendo el movimiento de nuestro pensamiento, poco a poco enflaquecido. Oesterheld ya no está, y no tuvo, no le dieron, la oportunidad de repensar o al menos, vivir con el recuerdo de un logro pasado.
Lo que sigue es un buen análisis escrito por Mariano Chinelli, en PortalComic. En primer lugar, una breve descripción de la historia:
Una de las cosas mas sorprendentes de El Eternauta es que a través de sus 350 páginas se sugiere que el relato es verídico. Tras su extraña aparición, perfectamente justificada por su condición de viajero del tiempo, el protagonista le cuenta su historia a un escritor que luego la convertirá en historieta para publicar en una revista.
La historia que relata Juan Salvo (El Eternauta) cuenta su propia desventura, la de un hombre promedio que junto a su familia y un grupo de amigos enfrenta una situación extrema. Todo comienza una noche, la noche en que la apacible vida en su chalecito de Vicente López se vio alterada para siempre. Una terrible catástrofe (la caída de una nevada mortífera) los deja aislados dentro de su casa y a merced de otros sobrevivientes.
Apoyada por las lógicas implicancias de un desastre meteorológico (causado en apariencia por pruebas atómicas en el Pacífico), la aventura parece orientada al obvio relato de supervivencia y lucha urbana por los recursos disponibles; pero repentinamente, cuando se descubre la verdadera naturaleza del desastre, la trama sufre un vuelco inesperado:
Mientras aún caen copos mortales, del cielo nocturno comienzan a descender misteriosas luces. Una invasión extraterrestre estaba teniendo lugar en Buenos Aires y quizás también en el planeta entero.
Descriptos como el "Odio Cósmico", los Ellos se presentan como los verdaderos responsables y arquitectos de la invasión. Casi anónimos porque de ellos solo se conoce su maldad extrema, parecen ser una raza de conquistadores de mundos que invaden con el fin de robar recursos y utilizar a los habitantes como esclavos y soldados. De esta forma los Cascarudos, Gurbos y Manos pasan a convertirse de feroces victimarios a desdichadas víctimas. Sus planetas, igual que la Tierra, fueron atacados y conquistados por los Ellos.
Así vendrán los combates librados por la milicia en sitios tan emblemáticos como la Avenida General Paz, el Estadio de River Plate y Plaza Italia, pero paradójicamente, de la casa de Juan Salvo emerge la resistencia.
Un fabricante de transformadores, un profesor de física y el joven empleado de una fundición se convierten en los protagonistas de la aventura. Así surge el héroe en grupo, un equipo de antihéroes si se quiere, pero con logros más allá de su imaginación. Con trajes aislantes fabricados con hilo y aguja, pegamento y tela engomada, los supervivientes enfrentan su destino y se convierten en soldados de una guerra impensada.


No obstante las hazañas de nuestros héroes estaban destinadas desde el principio al rotundo fracaso. He ahí otro de los aciertos de Oesterheld. ¿Quien imaginaría un desenlace tan trágico como sorpresivo?
El final queda extraordinariamente abierto y plantea la posibilidad de ser el verdadero principio de la historia. También nos hace partícipes del relato y a la vez nos traslada a otro lugar común de la ciencia ficción. ¿Podemos cambiar la historia?
Luego, Chinelli analiza su valor:
A mediados de los años cincuenta, durante la época de esplendor en que las revistas de historietas argentinas se publicaban de todo tipo y tamaño (se editaban en el país 150 millones de ejemplares anuales), el éxito y reconocimiento logrado por las revistas HORA CERO y FRONTERA entusiasmaba a sus editores. Dentro de este próspero contexto surge la idea de lanzar un suplemento, proyecto que se materializó en setiembre de 1957 con la salida del primer número del HORA CERO SEMANAL. En sus páginas y por casi dos años se publicó por primera vez El Eternauta, bautizada en aquel entonces con el título Una Cita con el Futuro: El Eternauta, Memorias de un Navegante del Porvenir. Escrita por Héctor Germán Oesterheld y dibujada por Francisco Solano López, la historieta apasionaba y enganchaba a sus lectores con un promedio de tres a cinco páginas semanales.

Hoy día, a mas de cuarenta y cinco años de su primer publicación, El Eternauta continua ganando lectores y admiradores de todas las edades. Existen tantas teorías para explicar este fenómeno como reediciones publicadas, sin embargo es posible que todas ellas se equivoquen.

Quizás la hipótesis mas acertada sea la que apunta a los talentos combinados de sus creadores: Héctor Oesterheld y Solano López. Aunque estos ya habían trabajado juntos en historietas como “Joe Zonda” y “Rolo, El Marciano Adoptivo”, fue recién en las páginas de HORA CERO SEMANAL donde su trabajo en colaboración logró una manufactura magistral. Como en pocas historietas, los recursos literarios son tan ricos y abundantes que compiten en eficacia narrativa con los dibujos, logrando una perfecta simbiosis y un ritmo casi cinematográfico. Si bien hay quienes aluden semejanzas con The War of the Worlds (La Guerra de los Mundos, 1898) de H.G. Wells, y obras de Robert Heinlein tales como The Puppet Masters (Amos de Títeres, 1951) y Starship Troopers (Tropas del Espacio, 1959), el argumento resultó completamente novedoso casi medio siglo atrás. El empleo del viaje en el tiempo como recurso para justificar el relato en primera persona, la invasión extraterrestre y la consecuente aniquilación de la vida humana sobre la Tierra; eran tópicos tan innovadores en aquel entonces como actualmente recurrentes en cine y literatura. Aunque no se puede negar que frecuenta sitios comunes de la ciencia ficción, El Eternauta sigue siendo en esencia una aventura épica, que como tal, apela a la filosofía y a la poesía para crear momentos de remanso y reflexión. Una aventura contemporánea que además intercala dosis equilibradas de otros géneros (bélico, suspenso y drama), contando una historia perfectamente posible, pero siempre dentro del contexto fantástico que propone la invasión extraterrestre.

Por otro lado están quienes aseguran que el lenguaje bien argentino y los sitios reconocibles de Buenos Aires logran una inusual complicidad con el lector, algo que ninguna otra historieta argentina había logrado con tanto éxito hasta entonces. Los personajes son tan reales y parecidos a nosotros que es un hecho inevitable sentirse identificado con alguno de ellos. El barrio de Vicente López y la Plaza de los Dos Congresos, entre otros, son escenarios tan familiares que resulta imposible no situarnos en la acción. ¿Pero como explicar entonces el éxito de esta historieta en el extranjero? El Eternauta bien podría ser el equivalente argentino y contemporáneo de los mitos griegos. La historieta tiene todos los rasgos dramáticos y espirituales, dignos de un camino de revelación personal, social y hasta racial. Mas allá de sus localismos, acertados en su utilización no cabe duda, El Eternauta es universal y atemporal. Su historia mantiene una insólita vigencia que permite trasladar la acción hasta nuestros días sin demasiado esfuerzo. De la misma forma resulta igual de sencillo situar los hechos en cualquier otra ciudad del mundo. En la situación de invasión planteada, un lector italiano o portugués, e incluso un norteamericano no podría evitar meterse en la piel de cualquiera de los personajes. Al fin y al cabo cualquier humano ama, llora a un amigo perdido, y ante una situación extrema, mata por necesidad.

También está la hipótesis de la profecía política, aquella que surge de quienes ven en la invasión extraterrestre una analogía con la dictadura que gobernó la Argentina en los años setenta y ochenta. Esos mismos que ven en los extraterrestres “Manos”, con sus glándulas del terror, un reflejo de la sociedad que por temor no se oponía contra dicho gobierno de facto. De esta forma no habría que pensar mucho para reconocer a quienes representan los “Hombres Robots”, personas sin juicio propio, utilizados por los invasores para traicionar a sus semejantes. Simples autómatas al servicio de la locura.

Mientras algunos se preguntan todavía si estas teorías son posibles, otros sugieren una supuesta advertencia sobre el imperialismo, idea que proponen quienes comparan a los arquitectos de la invasión, los “Ellos”, con los grandes monopolios económicos del actual mundo globalizado. Siempre escondidos tras las sombras, ocultando su verdadero rostro, empleando títeres para cumplir con sus propósitos de dominación.

Es cierto que con cada releída El Eternauta ofrece nuevas lecturas, y hasta para muchos sugiere una anticipación del autor sobre el futuro de nuestro país, no obstante sería menoscabar la obra, afirmar que estos elementos por si solos alcanzan para justificar la trascendencia que logró.

Tal vez nadie conozca el verdadero motivo de su éxito. ¿O quizás fue el destino quien se encargó de combinar los ingredientes perfectos en cantidades exactas, logrando así el resultado que todos conocemos? Lo que si sabemos es que El Eternauta fue una de las tantas tiras que se producían en una excelente fábrica de historietas llamada Editorial Frontera. Al momento de su realización, en apariencia, nada la diferenciaba del resto. Todas las historietas se realizaban con la misma dedicación y a un ritmo de trabajo extremadamente vertiginoso. Sin embargo El Eternauta se convirtió en un paradigma de la historieta nacional, una obra que indudablemente mejora y crece con el tiempo.
Poco más, por ahora; sólo quisiera recordar que en Hora Cero también dibujaba entonces Hugo Pratt, que todavía vivía en Argentina.
Finalmente, recordar la dirección del sitio "oficial" del Eternauta, si es que alguien lo representa hoy.

1 comentario:

joan benavent dijo...

Su blog es muy interesante. le envío las señas del mío.
http://laespadadelzorro.blogspot.com
Le aclaro que he guionado comics aquí y en la Argentina (allí me eduqué). Además he sido el primer profesor de la materia entre 1978/80. Llevo publicados 6 libros en España.
Va un saludo