Salvador Lima, historiador y periodista, hace una visita de medio mes a Ucrania, a propósito de un congreso en Lviv (Media Forum). Su viaje nos recuerda la guerra, una época extraña en Ucrania y en Rusia, con la vida diaria transcurriendo con una linea de frente casi congelada desde hace un par de años, mientras las ciudades de retaguardia se enteran de la guerra por los drones y los soldados conviviendo en los transportes con los civiles. Lima apunta pensamientos, situaciones, escenarios, que auguran una sociedad muy distinta en el futuro. Anoto algunas de sus observaciones:
En estos días conversé con decenas de personas y recorrí un país que está en guerra desde hace más de tres años (u 11, si les preguntás a los ucranianos), que se ha unido gracias al desprecio por Rusia y que, a medida que resiste la invasión, se va transformando como nunca desde su independencia, en 1991
Parafraseando al historiador Serhii Plokhy, la geografía ucraniana y su historia de rutas comerciales, evangelizaciones, conflictos, migraciones y deportaciones la convierten en la “puerta de Europa”. Más importante aún es que una creciente mayoría de los ucranianos se consideran europeos. Así lo han demostrado en sus movilizaciones democráticas en 2004 y 2014, en su resistencia contra el imperialismo ruso y en las conversaciones que tuve durante mi estadía.
Sobre Lviv:
Se trata de una auténtica ciudad centroeuropea con sus iglesias, museos, plazas, estatuas de bronce, y por supuesto, sus McDonald’s y KFC, tiendas Vodafone y Apple, puestos de kebab, negocios de Adidas y Levi’s. La arquitectura de la ciudad es ecléctica: edificios renacentistas, barrocos y neoclásicos se mezclan con las construcciones más modernas de inicios del siglo XX. Su población cambió radicalmente en el último siglo. Hasta 1940, su demografía incluía un 50% de polacos, un 20% de ucranianos y un 30% de judíos, pero la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y la anexión soviética transformaron a Lviv en una provincia enteramente ucraniana. Desde 2022, además, la ciudad perdió muchos de sus residentes, que emigraron a Europa, y recibió miles de habitantes nuevos de las provincias del Donbás, ocupadas por las fuerzas rusas. Personas, por ejemplo, como Yuliia Formos, a quien conocí en la conferencia, una joven periodista de Donetsk que escapó a Mariupol en 2014, luego a Kiev en 2022 y, finalmente, a Lviv.
Sobre el reclutamiento:
Distintos periodistas me dijeron después que, tras el fracaso de la ofensiva ucraniana de fines de 2023, una gran desazón se ha instalado entre los reservistas. Muchos soldados de licencia no vuelven a sus unidades, otros jóvenes no se presentan al servicio y algunos son escondidos por sus familias o abandonan el país. La corrupción sistémica dentro de todas las instituciones ucranianas permite que muchos hombres paguen para obtener certificados médicos falsos, esquivar el servicio y emigrar
(...) Ucrania tiene el ejército más viejo de Europa, con un promedio de edad de 45 años, y está eminentemente compuesto por reservistas. Este reclutamiento masivo de hombres adultos ha tenido un impacto en toda la economía, empujando a muchas mujeres a asumir trabajos industriales y manuales. La ley marcial ha partido a familias enteras: mientras maridos, hermanos e hijos mayores se quedan en Ucrania, muchas de sus mujeres, madres y hermanas emigran a Europa. La combinación de estos factores ha tenido un golpe significativo en la demografía del país que difícilmente se resuelva una vez que termine la guerra.
Modernización y europeización:
La modernización del Ejército es solo uno de los muchos cambios que ha atravesado Ucrania desde 2014. Según Greg Mills, presidente de la Brenthurst Foundation y uno de los keynote speakers del Media Forum, el país dio un giro copernicano en los últimos diez años. Mills ha sido asesor militar de las fuerzas de la OTAN en Afganistán y vino a Ucrania 12 veces desde el año 2000. En sus palabras, “la guerra es la madre de todas las necesidades”. Por ello, los ucranianos han debido modernizar y reformar sus instituciones, industrias, capacidades, medios de comunicación y fuerzas armadas para hacerle frente. Christopher Miller, corresponsal del Financial Times con quien conversé unos días más tarde en Kiev, colocó el punto de quiebre en 2012, año en que Ucrania organizó la Eurocopa junto a Polonia. Miller trabaja en Ucrania desde 2010 y, en su lectura, fue el campeonato de fútbol –con su enorme inversión en infraestructura y la llegada masiva de turistas– lo que sacó a Ucrania de la somnolencia post-soviética. El Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, firmado en 2014, y la guerra posterior a la anexión de Crimea no hicieron más que acentuar el sueño europeo, impulsando reformas económicas, educativas e institucionales.
Unidad nacional y europeismo:
Los ucranianos se enorgullecen de su pasado, pero saben que su pasado es más complejo que el paneslavismo ramplón que plantean las usinas del Kremlin. Según el historiador Timothy Snyder, las históricas relaciones de Kiev con Polonia han traído a Ucrania corrientes políticas y culturales occidentales que aún se perciben en sus instituciones y su identidad. Un conjunto de valores cívicos e integradores que favorecen el desarrollo de una democracia descentralizada y multiétnica en línea con las tradiciones de Europa central. Olha Lypynska, una de las organizadoras del Media Forum, me dijo sin dudarlo que la guerra de Putin había demostrado la fuerza de la identidad ciudadana a nivel nacional. Desde 2014, los ucranianos rusófonos han adoptado el ucraniano como idioma de preferencia y abandonado sus antiguas simpatías por Rusia, reconociendo el joven estado democrático y la identidad común como garantes de su futuro. Dicho esto, la integración social y cultural no ha estado exenta de fricciones. Anton Liagusha, jefe del departamento de Historia de la Kiev School of Economics, es uno de esos ciudadanos de Donetsk que huyó hacia Kiev. En una charla que tuvimos me contó los pequeños actos de discriminación cotidiana que atravesaron muchos rusófonos como él al llegar al oeste del país. El más evidente: carteles de alquiler de departamentos donde expresamente se rechazaba a inquilinos potenciales provenientes del Donbás. Esta tensión entre ucranianos se cerró con la invasión de 2022. Probablemente, el único impacto positivo de la guerra ha sido la unificación de los distintos grupos del país. No solo lo he visto en ucranianos rusófonos que han devenido los mayores defensores del patriotismo ucraniano, sino también en los miembros de las minorías judía y tártara que pude conocer. El rechazo a todo lo que tenga que ver con Rusia hace difícil para los ucranianos tolerar incluso a aquellos rusos que se proclaman anti-putinistas.
Paneslavismo y Europa:
El rechazo a todo lo que tenga que ver con Rusia fue oficializado con las leyes de des-comunización de 2015. Desde entonces, se cambiaron nombres de calles y ciudades, se removieron símbolos bolcheviques y se eliminó cualquier halo de nostalgia sobre la época soviética. Los museos en Kiev dan ciertas pistas sobre la compleja memoria que los ucranianos guardan sobre su historia reciente. Hay en sus exhibiciones un claro empeño en demostrar la conexión de las tierras ucranianas con la historia europea, mientras que Rusia aparece sólo como un imperio agresor. Antes dedicado a la Segunda Guerra Mundial, el Museo Nacional de la Guerra hoy integra también exhibiciones sobre el conflicto iniciado en 2014. Ambas luchas –contra la Alemania de Hitler y la Rusia de Putin– son explicadas como guerras de resistencia contra invasiones coloniales que pretendieron aniquilar a la población ucraniana.
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