El Confidencial de hoy reproduce
un artículo firmado por Florentino Felgueroso y Luis Garicano que fuera publicado
primero en su blog Nada es Gratis. Ambos autores,
junto a Sergi Jiménez han dedicado un par de artículos a educación y trabajo en España, que hablan de una situación preocupante, especialmente teniendo en cuenta la crisis productiva de la que se parte, de cara al futuro próximo. En estos días han sido varias las observaciones que activan señales de alarma para los años adelante...
En un mundo dominado por las tecnologías de la información y en el que muchos procesos productivos menos avanzados se deslocalizarán hacia países en desarrollo, la formación adquiere cada día más importancia. De acuerdo con datos recientes de Eurostat, uno de cada tres jóvenes españoles de 18 a 24 años abandona el sistema educativo sin conseguir un título de enseñanza secundaria post-obligatoria, es decir, 1 millón de jóvenes. De los 33 países miembros de la Unión Europea y candidatos, sólo Turquía y Malta tienen una mayor proporción de jóvenes sin estudios secundarios y fuera del sistema educativo.
Los datos no han mejorado en 15 años
A mediados de los 90, una tercera parte de los jóvenes españoles abandonaba sus estudios. Desde entonces, ninguna mejora, aunque el resto de países europeos han experimentado un notable avance en esta materia. Las últimas estadísticas, correspondientes al año 2009, muestran que Turquía ha reducido su diferencial con España a la mitad en los últimos diez años. Si no se toman medidas al respecto en breve habrá convergido y España será definitivamente la última de la clase. Portugal ya nos ha alcanzado, cuando al inicio de esta década le sacábamos quince puntos. Es más, España casi dobla a quienes tiene por delante y, entre los más avanzados, están países como Croacia, Polonia, Eslovaquia o la República Checa.
Los resultados no se deben al número de emigrantes
Algunas teorías se han apoyado en el efecto de la inmigración, con la llegada de una población extranjera menos formada y con una mayor tasa de abandono. Pero esta no parece ser razón suficiente. Todo lo contrario, es precisamente en este colectivo en el que sí se ha observado una reducción mayor del abandono. Aunque este cambio bien pudiera ser debido simplemente al frenazo en la llegada de inmigrantes o que el retorno se haya concentrado en personas con mayor propensión al abandono escolar o menor nivel educativo.
Además, ni siquiera la crisis ha empujado a los jóvenes a las aulas
Durante la fase expansiva, se pudo achacar el abandono escolar al tirón de sectores como la construcción, que pudieron absorber con salarios atractivos y trabajo a destajo a jóvenes que no necesitaban una iniciación profesional previa. Sin embargo, ya han pasado tres años desde que estalló la crisis y sí, habrá aumentado el número de matriculados, pero no lo suficiente para concluir que, gracias a la recesión, se esté produciendo un cambio notable de tendencia. El país sigue prácticamente en las mismas (ver el Gráfico 3 arriba).
Hay lugar para cierto optimismo en un informe publicado recientemente el Ministerio de Educación que recoge un avance de los datos del curso escolar. Según dichos datos, la proporción de estudiantes en Bachillerato ha aumentado en un 1,4% y en FP de grado medio un 6,4%. Este crecimiento parece claramente relacionado con la crisis, pero no posee la magnitud necesaria para solucionar el problema.
750.000 jóvenes, ni estudian ni trabajan
Y no es porque los jóvenes estén trabajando. No. Como muestra el gráfico cuatro, de los 3,5 millones (3.493.992) de jóvenes entre 18 y 24 que residen en España, 750.000 ni estudian ni trabajan, frente a 500.000 en el año 2005. El gráfico muestra otra realidad preocupante, que tiene poco que ver con la crisis: la pirámide demográfica invertida muestra sus preocupantes efectos, al pasar los jóvenes de 3,9 millones a 3,5 millones. Juntando los dos efectos, la caída de la participación y la caída demográfica, la cifra de jóvenes que estudian o trabajan se ha reducido en cinco años en 636.000.
La ESO no es suficiente
Y sí, las tasas de matriculación han aumentado, en especial entre los jóvenes de 16-17 años, pero la tasa de abandono entre los 18 y los 24 parece mantenerse prácticamente inalterable, sugiriendo que estos estudiantes no vuelven a la escuela. Así, la crisis multiplica el tamaño del grupo de jóvenes sin estudios secundarios post-obligatorios que ni estudian ni trabajan. Esta proporción ya alcanza el 30% entre los jóvenes de 18 a 20 años y el 40% entre los de 21-24 años con dicho nivel de estudios. Quizás sea uno de los indicadores más alarmantes de esta crisis, señal de que las cosas están cambiando muy poco. El “cambio de modelo productivo” va para largo.
La población 18 a 24 años que no han conseguido o no ha ido más allá del título de Enseñanza Secundaria Obligatoria va a encontrar difícil adaptarse a la economía del conocimiento. Este grupo se compone de 1,6m de personas, de los cuales 1 m no está estudiando, y de estos 540,000 ni estudian ni trabajan. Del millón que no estudian sólo el 52% tiene el título de ESO y sólo un 1.7% ha recibido una iniciación de formación para una profesión (ya sea vía Garantía social, Programas de iniciación profesional u otros programas de inserción profesional no reglada). Los datos también ponen en evidencia lo exigua que es la formación no reglada, principalmente la formación ocupacional: sólo asisten a la misma el 10% de este colectivo.
Conclusión: la FP, el reto eterno del nuevo modelo económico.
En definitiva, los datos asustan, por su magnitud, y sobre todo por sus implicaciones para la economía española. Con el sistema educativo actual, la mayor parte de los drop-out, no han recibido educación reglada para ejercer una profesión. Muchos, un 85.2%, tienen una experiencia laboral, probablemente recibida en sectores, como la construcción, que no requieren de preparación inicial, al poder adquirirse con la práctica en el puesto de trabajo. Esta formación no será suficiente para que se puedan mover laboralmente pasado este periodo de crisis. Podrán tener capital humano específico de sectores o empresas ya caducos, pero no es suficiente, y, difícilmente podrán adaptarse a unas nuevas tecnologías que no dejan de ser complementarias de la educación.
Menos aún llegarán a técnicos y profesionales y podrán ayudar a cubrir nuestro déficit de en estas ocupaciones en comparación con la mayoría de los países europeos, déficit que se puede cifrar entre unos 3 y 5 millones si nos comparamos con Francia para arriba.
Aún así, una de las principales razones para el abandono, incluso en estos momentos de crisis, muy probablemente no sea la búsqueda de empleo. Según la Encuesta de transición educativa formativa e inserción laboral, realizada para el período 2001-2005, en época de bonanza, sólo un 8% de los abandonos se debía al hecho de haber encontrado trabajo y un 21% por preferir buscar trabajo en lugar de seguir estudiando. Bastante menos que la suma de otros motivos relacionados con la falta de motivación o la obtención de malos resultados escolares.
La mayoría de los drop-outs no tienen una mínima formación profesional porque el actual sistema lo ha dejado para los estudios intermedios o superiores. Pero además, a pesar de la mayor demanda registrada en los últimos años, le dedicamos aún escasos recursos. En el ,Education at the Glance de la OCDE del año 2008, quedó claro que la proporción de alumnos de FP en los niveles intermedios, aunque haya aumentado en la última década, sigue siendo sensiblemente inferior a la mayoría de los países de la OCDE, más aún si la ponderamos por la tasa de abandono. No puede ser sólo un problema de demanda cuando, en este mismo curso, 40.000 alumnos pueden quedarse sin realizar estudios de FP por escasez de oferta. Por otra parte, este mismo estudio de la OCDE también nos dejaba en muy mal lugar en relación con la implantación de la formación dual, indicador de las implicaciones de las empresas en el sistema de formación profesional
En definitiva. Lo más grave de esta situación es el estancamiento. Es difícil entender cómo la Reforma Educativa, en particular, la de la FP, cuyo primer objetivo debería ser centrar los esfuerzos en reducir el abandono escolar, se puede quedar empantanada, y, alargarse tan eternamente.
Una política que sólo ofrece subsidios al desempleo sería profundamente errónea; estrategias que promuevan el conocimiento, la capacitación tecnológica, la promoción del empleo y el estímulo de nuevos emprendimientos, estarían en mejores condiciones de afrontar una crisis de recursos ya presente.
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