Rosendo Fraga, en La Nación, a propósito de la visita de la presidenta argentina a China, estima algunas líneas estratégicas sobre los próximos hegemonismos internacionales, pensando en cómo y dónde estarán entonces Latinoamérica y Argentina. El futuro no está aquí, pero los acontecimientos están marcando una dirección:
La visita de la Presidenta a China hace oportuno revisar el mundo que se proyecta, en el cual la Argentina debe desarrollar su política exterior.
En la visión de largo plazo de los Estados Unidos, el surgimiento de Asia implica una decadencia relativa, pero no absoluta. Se trata de un país con una población que duplica la de Rusia y es un 50% mayor que la de Brasil. Tiene un territorio que supera al de la India y el de dicho país. Es decir, que por población y recursos naturales, bien puede ser una de las potencias emergentes del llamado grupo BRIC. Pero a ello suma una ventaja en ciencia y tecnología que la asegura una preeminencia por décadas.
Invierte en universidades el doble que la Unión Europea y duplica la inversión que en este rubro realizan las potencias del grupo BRIC: China, India, Rusia y Brasil juntos.
Los Estados Unidos tienen en consecuencia las condiciones de una potencia emergente, pero una capacidad en materia de conocimiento muy superior a la de ellas. Comparado con el resto del mundo desarrollado (la UE y Japón), crece al doble o al triple que ellos. Pero a su vez lo hace entre la mitad y un tercio que las potencias emergentes.
A su vez, tiene costa sobre el Atlántico y sobre el Pacifico y ello le permite encontrarse en la región del mundo de mayor desarrollo. Por esta razón, declinará en el largo plazo como porcentaje del PBI mundial, pero seguirá siendo una gran potencia mundial, tanto en lo económico como en lo político.
Al comenzar el segundo mandato de Clinton al promediar los noventa, el Consejo de Seguridad realizó una proyección de largo plazo, de acuerdo a lo cual, la hegemonía estadounidense en el mundo en el siglo XXI sólo podría ser amenazada por una coalición de China, India y Rusia. Quince años después, ello parece confirmarse. En mayor o menor medida, Canadá seguirá la surte de este país.
La situación europea. Pasando a la Unión Europea, su pérdida de influencia en el largo plazo parece una tendencia consistente. Si bien la Europa de los 27, tiene una población y un PBI que superan ligeramente a los de EEUU, la reciente crisis ha puesto en evidencia que la unidad política del continente es débil, pese a que en 2009 entró en vigencia el Tratado de Lisboa, que es una suerte de constitución europea. El futuro del euro está en discusión y la tasa de crecimiento ha pasado a ser la mitad de la norteamericana y entre un quinto y un sexto de la que registra el Asia emergente. Además, tiene una baja tasa de crecimiento demográfico, que en el caso de Italia y España es negativa, lo que también sucede en Rusia y Ucrania. De mantenerse esta tendencia, hacia 2050, estos países tendrían una población un tercio menor a la actual. Europa no parece estar en condiciones de competir económicamente con los EEUU y Asia. Los recursos naturales del continente han sido agotados o tienen pocas posibilidades de explotación. Es así como las proyecciones económicas señalan que la pérdida de peso económico de Europa es más que probable y su unidad política por lo menos es relativa.
Siguiendo con Asia, su influencia económica primero y política después, se proyectan hacia el largo plazo. En los próximos cinco años, el Asia emergente, puede crecer 50%. Nunca en la historia se dio un desarrollo tan alto en tan poco tiempo. Este crecimiento con tasas al 10%, que comenzó en China hace casi dos décadas, ha sido alcanzado por la India y otros países del continente, como Indonesia y Vietnam. En cambio Japón, con población y recursos naturales muy limitados, sufre un estancamiento similar al de Europa y aun recuperándose, seguramente tendría un crecimiento que sería un tercio al del resto de la región.
Pero estratégicamente, la recuperación del Asia y en particular de China, el país más grande del continente, será mucho más lenta. La economía china podrá crecer el 50% en el próximo lustro, pero seguramente para 2015, continuarán las bases militares de EE.UU.en Japón y Corea del Sur y la garantía de seguridad en Taiwán. Modificar esta realidad, llevará más de cinco años. El gran imponderable del continente asiático es cómo procesará China los inevitables conflictos sociales y políticos que genera el desarrollo económico, como los que comienzan a evidenciarse con la censura a google y las huelgas en la industria automotriz. El separatismo musulmán es un problema que también comienza a sufrir. La guerra librada por EEUU en Afganistán todavía puede extenderse a Pakistán y las ex republicas soviéticas del Asia Central son una región muy inestable. Australia y Nueva Zelanda, se beneficiarán del crecimiento del Asia emergente.
En el caso de Medio Oriente, se trata de una región que seguirá siendo importante por el petróleo en el mediano plazo y el islamismo una fuerza que no cederá, pero el largo plazo es incierto. El conflicto palestino-israelí no tiene solución fácil a la vista. La situación interna de Irán es conflictiva y su intención de ser potencia hegemónica en la región mediante el arma nuclear, puede desatar grandes conflictos. Lo que suceda con Irak tras la retirada de los EE.UU. es algo que no tiene resultados claros. Los gobiernos del Golfo enriquecidos por el petróleo y aliados de los EE.UU., liderados por Arabia Saudita, son monarquías que sufren el ataque tanto de los fundamentalistas como de sectores que reclaman democratización. Turquía tiene hoy un gobierno fundamentalista moderado, que busca aumentar su influencia regional, mediante una mayor independencia de Washington. El futuro del Medio Oriente económicamente queda atado a lo que suceda con el petróleo y el político a la evolución del fundamentalismo musulmán y sus conflictos internos. Posiblemente, sea la región del mundo en la cual resulta más difícil realizar proyecciones de largo plazo.
América latina y Africa tienen hoy un futuro más cercano al del Asia emergente que al del estancamiento europeo. En la primera, la economía ha logrado un crecimiento no tan importante como el del Asia, pero ya duplica al del mundo desarrollado. Los recursos naturales, como los alimentos y su auge favorecen a la región. Brasil se ha transformado en potencia mundial y en esta década puede llegar a ser la quinta o la sexta economía. La mayoría de los países de la región están tomando el mismo camino, aunque algunos como Venezuela y Cuba muestran todavía autoritarismo y estancamiento económico y problemas como las drogas y el crimen organizado afectan a varios países, en particular a México y América Central.
En Africa, el aumento del precio de las materias primas, impulsado por la demanda china, han mejorado las posibilidades del continente. Pero políticamente hay decenas de países a los cuales les llevará tiempo lograr la estabilidad política. El reciente Mundial de Fútbol en Sudáfrica mostró la cara progresista del continente. Nigeria se proyecta como una potencia mediana y en el norte del continente, si bien el fundamentalismo islámico es un problema para los gobiernos aliados de occidente (Egipto, Túnez, Marruecos), la situación puede evolucionar positivamente.
En definitiva, la Argentina está ubicada en una región del mundo en la cual las oportunidades mirando el largo plazo parecen mayores que las amenazas.
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