Entre las cientos de descripciones del desastre de Haití, la que hace Franz Smets, de la agencia DPA:
Viví algunos años en Chile. Pasé por un terremoto de cinco grados, y me fuí de allí sólo unos meses antes del que alcanzara más de siete grados en Antofagasta. Lo que en Chile sólo produjo daños menores, a Haití le ha dado su tiro de gracia. El país más pobre de América no estaba en condiciones de soportar esto. Ruego que alcancen a recibir la mínima ayuda necesaria para no morir de sed y enfermedad en estos primeros días, y ruego también que esta catástrofe monumental pueda transfigurarse en su último desastre, con un futuro mejor, si quienes los observan son capaces de ayudarlos a ponerse en pie.PUERTO PRINCIPE.- A cinco días del devastador terremoto, cada vez menos cuerpos son recuperados del desierto de escombros en el centro de Puerto Príncipe. Una y otra vez se registran asimismo réplicas del sismo, que asustan a las personas traumatizadas.
Las personas todavía siguen de pie frente a las ruinas de lo que fueron escuelas, institutos, jardines de infantes, viviendas, hoteles y comercios, y esperan que las fuerzas de rescate internacionales hallen allí a sus familiares, vivos o muertos. La despedida del padre, primo, hermano o hermana es larga e infinitamente dolorosa.
En Haití predomina ahora la lucha por la supervivencia de aquellos que sobrevivieron al terrible sismo. Hasta ahora, porque en unos pocos días, según temen los expertos de las organizaciones de ayuda, la situación para los vivos podría empeorar aún más.
En la capital haitiana viven todavía más de un millón de personas, pero en condiciones extremadamente difíciles. La mayoría subsisten al aire libre en la calle, en los parques y espacios verdes. Por temor a que se produzcan nuevas réplicas, cientos de miles de haitianos no se atreven a regresar, en especial durante la noche, a sus casas, muchas de las cuales están dañadas.
"¿Por qué vienen ustedes aquí con sus cámaras y no con comida?", se queja el joven padre de familia Sammy. "Tenemos hambre y esperamos desde hace tanto tiempo". Con un pañuelo blanco frente a la boca, está de pie sobre el techo de una casa y observa una ladera al otro lado de un valle. Allí la destrucción es total. Ninguna de las casas de hormigón está en pie.
Muchas de las viviendas se precipitaron por la ladera y yacen destruidas en el fondo del valle. "¿Qué hacen ustedes para traer alimentos aquí?", pregunta desesperado el hombre. "Yo me rindo, quiero salir del país".
En las calles cada vez más son las personas que caminan aparentemente con una dirección fija. Con frecuencia usan una máscara para taparse la boca y muchos hasta se han colacado pasta dental debajo de la nariz para evitar el olor cada vez más fuerte que emiten los cadávares y la basura en descomposición.
Aparentemente están despertando del shock en el que quedaron sumidos tras el sismo del martes último. Muchos hacen fila para recibir agua y alimentos. Las mujeres cargan baldes de agua y bolsas sobre sus cabezas, pero los hombres transportan también televisores y otros aparatos hallados posiblemente entre los escombros.
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