El hecho es que en la sección Sociedad, de El Confidencial del 4 de octubre, Esteban Hernández publica una nota crítica sobre las características de la juventud y el trabajo en España ("Hoy no voy a trabajar, que estoy cansado"). Lo tuve que leer dos veces de punta a punta, para asegurarme que no se trataba de una ironía de dos páginas; atendiendo a los comentarios recibidos y al total escrito, parece que no, que es lo que el autor desea transmitir.
No se trata de la descripción del problema, sino de la definición del modelo que se espera de un trabajador. Probablemente en principio se pueda coincidir con la descripción del fenómeno, así como de las consecuencias. Pero en la definición de qué se espera, el autor declara uno de los puntos débiles de España.
Su presentación del problema:
...el ámbito de los recursos humanos es consciente de que tiene que afrontar un nuevo problema, el relacionado con la escasa motivación de unas generaciones que, dicen los expertos, no se implican suficientemente en la empresa y no muestran ambición ni deseo; en otras palabras, que carecen de hambre. Algo que se hace más apreciable si se contraponen las generaciones presentes con las que accedieron al empleo en décadas anteriores. Como advierte Carlos Jesús Fernández, profesor de sociología de la Universidad Complutense, “los empleadores consideran que los recién incorporados tienen un compromiso con el trabajo muy inferior al de generaciones pasadas: critican su indolencia, ya que en su opinión no se esfuerzan lo suficiente, se limitan a cumplir con su jornada laboral sin asumir esfuerzos adicionales y protestan mucho las decisiones que implican un sacrificio mayor por su parte”.Y su idea de las causas:
Existe igualmente, cierto consenso en el sector respecto de las causas: la primera de ellas, como subraya Carlos J. Fernández, tiene que ver con la situación laboral en que viven los nuevos titulados: “Los jóvenes no perciben el fantasma del paro como una amenaza identificable, a diferencia de generaciones anteriores en las que el miedo al desempleo en un contexto muy competitivo les obligaba a demostrar su esfuerzo de forma más evidente”. En segundo lugar, muchas de las teorías contemporáneas achacan al bienestar de las naciones occidentales el adocenamiento y la pasividad de muchos de sus jóvenes.
Aunque, en buena medida, asegura José de Rafael, presidente de la AEC (Asociación de empresas de consultoría), “la culpa la tenemos los padres, que hemos hecho demasiado por nuestros hijos a todos los niveles, sin hacerles entender la lucha y el sacrificio por los que hay que pasar para conseguir los objetivos que nos fijamos”.Coincide Sonia Pedreira, Consejera delegada de Hay Selección, en señalar que esta falta de hambre proviene de haber vivido entre cierta opulencia, pero también “de no haber educado correctamente a los jóvenes en muchos sentidos”. Algo a lo que también ha contribuido, como resalta Fernández, que los jóvenes de hoy son “hijos de la LOGSE, reforma educativa menos exigente con el esfuerzo individual”.
El problema se presenta cuando el periodista describe qué se espera de los jóvenes:
¿qué hacer ante candidatos con expediente prometedor que rechazan una beca porque dicen ganar más y pasarlo mejor sirviendo copas? ¿O ante quienes se marchan a la hora de salida dejando su trabajo a medias? ¿O ante quienes se niegan a acudir a la oficina un sábado porque no les pagan horas extras? En el pasado, no había problema, señala Juan Carlos Cubeiro, director del MPA (Master in Personal Administration) de la Escuela de negocios del CEU, porque “el contrato consistía en intercambiar obediencia por un empleo de por vida. Hoy eso es una utopía por muchas razones. De modo que los jóvenes, como saben que no van a estar en ese puesto mucho tiempo, no quieren trabajar 14 horas diarias. Prefieren estar con sus amigos o su pareja”. Una situación, añade, ante la que sólo caben dos opciones: “O nos seguimos lamentando o la asumimos”.Algo que habrá que hacer, señala Sonia Pereira, “mientras subsista el contexto de muchas oportunidades laborales y déficit de talento en el que vivimos. Al menos, hasta 2012, cuando parece que cambiará la tendencia”.
Las empresas que están incorporando exitosamente nuevo talento narran que las mejores tácticas, (...) consisten, como explica Héctor Martínez, presidente de la Asociación de Escuelas de Negocio, “en tenerles en cuenta, informarles y hacerles participar en la toma de decisiones. Necesitan que creamos en ellos, que les demos confianza y oportunidades. Entonces vendrán a trabajar con motivación”
Como esto parece que es difícil de digerir, Hernández reconoce que:
(...) no podemos cargar la culpa de las disfunciones sobre los jóvenes. Porque, en ocasiones, lo extraño sería que no se resistieran a las condiciones en que se desenvuelven. Como subraya Carlos J. Fernández, “en España el número de trabajos precarios es muy elevado y los jóvenes encuentran difícil comprometerse con un trabajo en el que se le exige una disponibilidad total pero a cambio no se le da ni siquiera un contrato estable. La precariedad casa mal con la moral del sacrificio”.Por supuesto,
(...) J. C. Cubeiro señala cómo hay empresarios que son conscientes de que es difícil gobernarles porque “les pagamos poco, les damos poca responsabilidad y les tratamos casi como becarios”
“Ya que el salario es bajo, tenemos que atenderles de otra manera”. Y eso supone adecuarse a sus exigencias relacionales: “Ellos no acepan trabajar para un tirano, de modo que cuando exiges algo tienes que explicar tus razones; demandan mayor equilibrio entre trabajo y vida privada, y hay que facilitárselo; y han sido criados con imágenes: son la generación wii, por lo que hemos de transmitir lo que queremos mucho más a través de historias que de análisisMás o menos, transar con esta generación en espera del cambio de tendencia. Lo que no queda claro, pero es probable que así sea, que el cambio de tendencia signifique más hambre, como plantea al inicio de su artículo.
Diariamente me persuado de que mientras estas ideas persistan, la productividad española será baja. Ideas que se encuentran con frecuencia en la vida diaria laboral, en más casos de los deseables.
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