María Matienzo Puerto, escritora cubana, comenta acerca de la indiferencia y desconfianza recibida por parte de grupos feministas no cubanos, a raíz de un reciente encuentro en Costa Rica:
Hablamos (...) sobre la hegemonía del discurso de la Revolución cubana como una experiencia victoriosa sin que se cuestione esta idea; también sobre la complicidad de algunos grupos feministas con el régimen socialista y la relativización del tema de los derechos humanos cuando se trata de denunciar las desapariciones forzadas, las detenciones arbitrarias, el acoso y la persecución que viven tantos cubanos y cubanas.
(...) Después de las manifestaciones del 11 de julio de 2021, Cuba debió terminar de desmoronarse en el imaginario socialista de la izquierda latinoamericana, aferrada al Fidel Castro que vibraba en las montañas militarizando la región, pero no pasó. Si bien la ola represiva propició el acercamiento de algunos grupos sindicalistas y feministas a la sociedad civil independiente cubana para interesarse, no entendieron lo que había ocurrido. Les resultó más cómodo seguir pensando desde conceptos viejos como los de la “burguesía” de derecha que vive y manipula desde Miami. La realidad es que los cubanos no solo emigramos a Estados Unidos; tampoco salimos de la isla a hacer turismo, huimos de la miseria. Pareciera que acceder a servicios básicos –la salud, la vivienda, la electricidad, el agua potable u otros beneficios de la vida contemporánea– no forma parte de nuestros destinos y cualquier reclamación significa ser de derechas.
La solidaridad de estos grupos estuvo condicionada a la aceptación del mismo fantasma que recorrió Europa del Este el siglo pasado, el que dejamos entrar en la isla y nos ha llevado a vivir un infierno: el comunismo. Las más de 1,600 personas detenidas, torturadas y golpeadas a raíz de las protestas del 2021 parecían una invención nuestra. Nos preguntaron acerca del carácter pacífico o la filiación política de los manifestantes, como si hubiera una forma “adecuada” de protestar (...)
(...) En el encuentro de Costa Rica tuvimos que vadear los mismos escollos con los mismos argumentos: “eso no es socialismo”, “eso no es izquierda”, “ el socialismo aún no se ha materializado”. Ahora bien, si Cuba no es todo “eso”, ¿entonces qué es? No solo las cubanas sino también las venezolanas chocamos contra un muro de contención ante las vivencias que contamos. Hacerse la pregunta de qué hacemos las feministas a las que el socialismo nos ha arruinado la vida nunca dejará de ser crucial para quienes lo hemos vivido. Deslegitimar nuestras vivencias preguntando por el papel que juega los Estados Unidos, restándole responsabilidad a dictadores de izquierda, es confirmar que la sororidad tiene color político (...)
Hablar del fracaso y de la miseria que genera la izquierda aferrada al poder es tema tabú, en especial si se menciona a Cuba. Se trata de un asunto incómodo porque saca de la zona de confort a muchas feministas al deconstruir el paraíso socialista, ese cuya expresión es La Habana, ciudad que se derrumba ¿Cómo no se puede entender que el socialismo tiene en su cuenta millones de muertes? (...)
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