domingo, julio 21, 2024

Alberto Kipnis

 


Leyendo hace pocos días a Hernán Iglesias Illa, a propósito de la última película de Wim Wenders (Días perfectos),  encontré esta reflexión, a propósito de su generación: 

los gustos específicos de Hirayama, el protagonista, son esencialmente los de la generación del Baby Boom, los nacidos entre 1946 y 1960: la música de fines de los ‘60 y principios de los ‘70, las grandes novelas en papel, las fotos con cámaras analógicas, reveladas en bolichitos fuera del tiempo. Hirayama representa menos una clase social que una generación en declive, que Wenders añora sea reconocida por los más jóvenes.(...) Todo esto está dicho en la película sin rencor ni resentimiento. Más bien con resignación melancólica: nuestra
generación, la que dominó los patrones culturales durante medio siglo, primero como jóvenes, después como adultos, ya no domina ni entiende lo que pasa. Y eso está bien. Aspiramos como mucho, pide Wenders, a que no nos rechacen, a que valoren algo de lo que hicimos: nuestra música, nuestras películas, nuestros libros. La película cree que el mundo de la posguerra, embrión cultural de lo que todavía somos, se está muriendo, y quiere que al menos unos pocos jóvenes, los más despiertos, los menos zonzos, mantengan esa llama viva, como un tesoro.


Encadenando impresiones, recordé estas palabras de Iglesias Illa leyendo el doble adiós de Glenda Jackson y Michel Caine, evocando la primera vez que había visto trabajar a Glenda: con 28 años, siendo la Charlotte Corday de Marat-Sade de Peter Brook, en 1967. 

¿Dónde había visto Marat-Sade? En el Lorraine


Así, volví sobre otros recuerdos de quien fue el dueño de ese proyecto. Al primer intento, los buscadores no recogían siquiera el nombre del cine: un documento con una lista de cines históricos de la ciudad, lo ignoraba (Cines de Buenos Aires, patrimonio del Siglo XX). Mejorando los parámetros de búsqueda, lo encontré, y así también me enteré que Alberto Kipnis, alma del cine, había muerto en 2017. Ahora todavía queda la cinemateca y poco más. Ni siquiera alguien lo recordó para Wikipedia. Pablo De Vita le dedica una nota en La Nación a pocos días de su muerte, compaginando la historia conocida de Kipnis y sus cines:

Dueño de una personalidad tímida y reservada, la labor de Alberto Kipnis permanecerá en la memoria a través de una marca que hizo historia como el cine Lorraine de la calle Corrientes. Fue la cuna del cine arte en la Argentina al despuntar la década del 60 e inauguró un modo de entender el cine que Kipnis abrazó con pasión hasta el día de hoy, cuando el agravamiento de una leucemia que sobrellevó con entereza durante un par de años acabo con una vida entregada a los sueños de celuloide.

Nacido en Parera, Entre Ríos, joven estudiante de derecho y aficionado al canto,la labor de Kipnis en el cine Lorraine comenzó casi por casualidad al perder su trabajo como recepcionista de un hotel por no estar afiliado al peronismo . Su siguiente oportunidad laboral fue como boletero de un cine llamado Lorraine que se encontraba al borde de la quiebra. Con una programación que daba vergüenza incluso al novel boletero, Kipnis propuso a los dueños un cambio de programación con un ciclo dedicado a Sergei Eisenstein que incluiría El acorazado Potemkin, Alexander Nevsky e Iván, el terrible, películas provistas por el sello Artkino. Fue el primer éxito de una sala que, de la mano de un joven de 23 años, se convertiría en indeleble marca cultural de Buenos Aires. Luego otro ciclo, dedicado a Ingmar Bergman, transformó al Lorraine en el templo pagano de toda una generación e hizo habitual algo inexistente hasta entonces: la cinefilia de la calle Corrientes.

De la mano de Kipnis tuvieron lugar en esa sala ciclos de revisión de grandes realizadores, como Monicelli, Bresson, Wajda, Fellini, así como la presentación de corrientes que marcaban el pulso del cine contemporáneo como la Nouvelle Vague, con Godard y Truffaut como estandartes, y la actualidad de las cinematografías de “detrás de la Cortina de Hierro ”. Se incluían programas de mano con la ficha técnica de cada película, un lugar destacado para el realizador y no para los intérpretes, una filmografía en orden cronológico y las frases de los críticos de aquel entonces. Tiempo más tarde añadió las “Ediciones Lorraine”, libros con los diálogos de Hiroshima mon amour, de Alain Resnais, o sobre cine polaco, con la firma de Mabel Itzcovich que sumaban definitivo perfil intelectual a esa sala con murales de Juan Carlos Castagnino y César López Claro. El éxito del Lorraine permitió abrir otras salas y convertir a la Avenida Corrientes en los “cines de las ele”. El cine Loire, donde hoy está el teatro Picadilly, cuyo nombre fue elegido por sorteo por el público del Lorraine, supo estrenar Masculino-Femenino, de Godard. El Losuar, por su parte, solía ostentar programas de mano con los rostros de Francois Truffaut, Jean-Luc Godard, Marcello Mastroianni y Julie Christie en la portada. Por último, completaba el seleccionado el Lorange, que en 1970 abrió sus puertas con Pasión, de Ingmar Bergman. Bajo esa influencia también aparecieron en la avenida Corrientes otras salas como el Lorca y el Cine-Arte y la clásica puja por las películas determinó el eslogan: “El Lorraine crea, no imita". Kipnis también tuvo que enfrentar la censura en innumerables ocasiones e incluso una bomba que hizo añicos el baño del Lorraine mientras proyectaba Roma, ciudad abierta.

El Lorraine cerró sus puertas en 1972 (se convirtió en Lorena y luego en diferentes librerías), y progresivamente las demás salas propiedad de Alberto Kipnis siguieron igual destino a fines de los años 90. En 2001 recibió el Premio Cóndor de Plata a la trayectoria y fue entrevistado por Mirtha Legrand en un programa que reunió a diversos desocupados: había perdido todos sus cines. Pero Kipnis no se rindió y brindó su último gran emprendimiento, la marca Arteplex, que llegó a tener salas en Caballito, Centro, Belgrano y Villa del Parque, pero los altos costos de alquiler atentaron contra la continuidad del emprendimiento y progresivamente también se fueron despidiendo. En 2013 fue declarado “Personalidad ilustre de la cultura” por la Legislatura porteña y dos años más tarde, el ciclo “El Lorraine en el Recoleta” fue un éxito que reunió por última vez su original mirada en la programación de ciclos y retrospectivas. A comienzos de febrero, el cine Arteplex Villa del Parque dejó de brindar programación de cine-arte y la salud de Alberto Kipnis se agravó rápidamente. Había perdido la última sala que programaba pero no su amor por el cine.
Este es el Buenos Aires que recuerdo.

 

Notas: 

La Foto: Alberto Kipnis en 2008, en La Nación.

El libro que no conocía al Lorraine: Cines de Buenos Aires : patrimonio del siglo XX  / dirigido por Marta García Falcó y Patricia Méndez; coordinado por Julio Alberto Cacciatore - 1a ed. - Buenos Aires : CEDODAL - Centro de Documentación de Arte y Arquitectura Latinoamericana, 2010.

Guillermo Ravaschino, en cineismo.com le dedica un merecido espacio a Kipnis y sus cines, junto con una porción de testimonio fotográfico

Nota de Carlos Ulanovski, tomado de La Nación, reproducido por GranCine.

Nuevamente Pablo De Vita, en el blog garuax2

El cierre de la librería Lorraine, último destino del cine.

Reportaje de Hugo Caligaris para La Nación.


No hay comentarios: