Sus dardos más incisivos, sin embargo, fueron para su oponente del PP. “Ayer decía Rajoy que yo he quedado mal por no ir a la misa con el Papa, que yo no estaba a la altura de las circunstancias. Y lo mismo dijo Duran Lleida. ¿Qué quiere Rajoy? ¿Que hagamos las leyes que quiere el Papa? No. Hagamos las leyes que quiere el Parlamento y que quieren los ciudadanos de este país. Ya está bien. Han vivido décadas y décadas teniendo que adaptar leyes y normas de una determinada forma de ver la vida y la religión. Los ciudadanos quieren ser libres y que no les impongan la moral. La moral de cada uno se la pone cada uno”, clamó el presidente del Gobierno. (En El Confidencial, pero también El País, entre tantos)Una cita escrita es incapaz de reflejar su tono de voz en ese momento, su sonrisa satisfecha al afirmarlo.
Ni consideración a la masa de españoles que practican el catolicismo, ni respeto a las relaciones entre estados (que en fin el Papa representaba a un estado), ni seguimiento de su propio invento de la Alianza de las Civilizaciones, ni estimación de una guía moral de alguna clase. Perfectamente coherente con la sucesión de iniciativas en pos de un país sin unidad, sin ética, intolerante y cínico. Nada más claro que afirmar que los ciudadanos quieren que no se les imponga la moral. Diariamente, cada acto, cada medida, marcha en ese sentido.
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