sábado, diciembre 19, 2009

Autores riojanos: Ricardo Mercado Luna


Descubrí a finales de los sesenta los escritores provincianos leyendo a Daniel Moyano. En una época en que la fama literaria la acaparaba Julio Cortázar, el estilo sombrío de Moyano, un poco kafkiano, mostraba una visión distinta, expresada también por otros autores, como Juan José Hernández, Manuel J. Castilla o Juan Carlos Dávalos, todos ellos con un común orígen provinciano, y no por casualidad, del antiguo núcleo colonial argentino, el noroeste, que fuera no sólo la primera corriente de entrada española, sino que lo fue apoyada en una población nativa con personalidad definida en miles de años de evolución.

Riojanos, salteños, tucumanos, comparten una larga tradición de convivencia, una visión más íntima, un tiempo más lento, parco, familiar. No es pintoresquismo, folclorismo u observaciones etnográficas lo que transmiten; su literatura es grande, pero a partir de una sociedad que alguna vez tuvo mayor alcance, que estuvo dividida entre señores encomenderos en una tierra estéril, descendientes desheredados de los fundadores, hijos mestizos despreciados, nativos y esclavos sometidos. Mantuvieron ecos lejanos de los fantasmas calchaquíes, de la dignidad de los señores encomenderos arruinados, de la sociedad de lo que no se habla, de los resentimientos de los perdedores...

Don Ricardo Mercado Luna compartió esos rasgos en su literatura, aplicándolos a otros estudios, particularmente la historia. Como muchos de ellos, escribió relativamente poco, y casi marginalmente a su actividad como jurista. Su libro sobre la campaña contra Vicente Peñaloza es parte de esta corriente; no sólo por su punto de vista sobre la historia, sino sobre la manera de contarlo. Suelen asociar la obra al revisionismo histórico argentino, y sin duda en parte lo está. Pero en mucho, Mercado Luna continúa y desenvuelve las raíces locales riojanas, antes que nada. "Los Coroneles de Mitre" será siempre un libro distinto, uno que reiteradamente encuentro más cercano a la "Excursión a los Indios Ranqueles" de Mansilla que a una obra partidista del revisionismo histórico. Cuando menciona un paraje o una batalla, no sólo está el hecho relatado, sino el recuerdo de un sitio familiar y frecuentado. Además, su interés no terminaba en postulados ideológicos o en el ordenamiento de hechos. Detrás de su obra jurídica e histórica siempre estuvo su actividad literaria, y una debe ser vista junto a la otra.

Moyano, riojano por residencia, y Mercado Luna, cuyos ancestros riojanos remontan al antiguo pasado cuyano, compartieron actividades y época. Como Hernández, la sociedad en que vivieron no sólo fue la de la sencillez riojana, sino también la de los cincuenta y los sesenta, rodeados de un país que ya difícilmente reconocemos. Y ambos fueron arrojados a su pesar a la Argentina de la locura, que marcó sus años finales, uno expulsado de Argentina, el otro preso y maltratado por la barbarie de la que hablara en "Los Coroneles...". Don Ricardo volvió finalmente a la literatura y la historia hasta su muerte, como recuerda Marcela Mercado Luna. Seguramente fue más afortunado que Moyano, difícilmente adaptado a España, donde murió trece años antes que él. Dice su hija, hablando de sus últimos años : solía recorrer la ciudad en sus caminatas, que comenzaron siendo una prescripción médica y se transformaron casi en una necesidad espiritual, en un abrazo invisible con su gente. Es que Ricardo amaba profundamente el suelo en que había nacido. Alguna vez adornó su gentilicio con palabras nacidas desde el fondo de su corazón: “... (soy) riojano por nacimiento, por ascendencia, por convicción y compromiso”. Difícilmente podrán olvidar los vecinos de la ciudad de los naranjos su familiar silueta desplazándose por las calles que transitaba a diario.
Sin duda, Moyano hubiera preferido este destino.

La fotografía, tomada prestada de la que publicara Marcela Mercado Luna

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