domingo, febrero 10, 2008

El año del rey Jaime

Este es el año del rey Jaime I, el conquistador, o Jaume I, el conqueridor, según que se lo mencione en castellano o valenciano (o catalán, u occitano...). Comienzan en Valencia, y seguramente en mayor o menor medida en Aragón y Cataluña, los actos para recordar el octavo centenario de su nacimiento. En mayor o menor medida, porque la creación del Reino de Valencia y sus fueros parece tener apreciaciones distintas, según que se trate de autores aragoneses, catalanes, o valencianos.
El reconocimiento a Jaime I en Valencia es natural, porque el sostén de la autonomía del reino es el punto de partida de su florecimiento, en doscientos años de evolución económica y cultural. ¿Cómo era Valencia y su zona de influencia hace ochocientos años? ¿Cómo era su base social, y cuánto se le impuso por la conquista? ¿Cuál era su lengua nativa, si había alguna unificada?.
En el período anterior, el dominio correspondía a las culturas musulmanas; o quizá sea mejor decir, el predominio. Valencia es una muestra de lo complejo y gradual que fue casi siempre el paso de una dominación a otra. Recuerdo de mis remotas lecturas de historia española en la escuela secundaria, la separación en poblaciones celtíberas => dominación romana => dominación visigótica => dominación "árabe" => reconquista => unificación...Sin embargo, cuando hace mucho tiempo, leí por primera vez la historia de la reconquista de Sanchez Albornoz, me encontré con una guerra llena de claroscuros, donde el dominador árabe toleraba las costumbres y religión cristiana, los reyes moros eran tributarios de reyes cristianos, y muchas veces, muchísimas, tras los nombres moros vivían los nobles cristianos, en una prolongada línea de guerra y paz. El breve reinado del Cid es un ejemplo de esta convivencia inestable (en algún momento hablaremos de su historia). Así, el escenario de la época de Jaime I es el de una coexistencia múltiple de pueblos, y es lo que explica la creación de un reino, y el mantenimiento de fueros propios. Un equilibrio que se mantuvo durante casi trescientos años, donde subsistieron rasgos musulmanes y judíos con la raíz histórica preexistente, a la que se sumó la llegada del conquistador y su propio crisol occitano-catalán-aragonés.

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