¿Cuál sería el impacto de una crisis en China para Argentina? El diario Clarín explica el lugar que ocupan las compras chinas de soja, que también sirven para estudiar la continuidad de la relación económica en el futuro:
Lo primero que conviene tener en cuenta es que si bien China es un destino indispensable, el país exporta soja y sus derivados a más de cien países. Una eventual caída de la demanda china no implicará, entonces, quedarse totalmente colgado del pincel. Pero hay que considerar que los asiáticos son los principales compradores de poroto de soja. En el 2005 se llevaron 7 millones de toneladas, el 17% de la cosecha total (40 millones de toneladas). En 1996 habían comprado apenas 200.000 toneladas.
Ahora son los principales compradores, por lejos, de semilla de soja sin procesar, porque tienen un régimen arancelario que subsidia la importación del producto sin valor agregado. Así se aseguran materia prima para su propia industria de "crushing". A los precios de hoy son unos 2.000 millones de dólares.
Pero hay que considerar que además importan 1.500.000 toneladas de aceite de soja, que a los precios de hoy son otros 900 millones de dólares. Es cinco veces más que hace diez años.
¿Puede declinar en el futuro mediano esta corriente?
La sociedad asiática está en plena "transición dietética". La gran expansión de la demanda de soja está motorizada por la creciente participación de las proteínas animales (carne de cerdo y aviar en primer lugar) en la dieta de las capas sociales que van mejorando su nivel de ingresos. Este es un fenómeno comprobado y hasta medido por algunos analistas, como Lester Brown, quien desde hace años se pregunta "¿quién va a alimentar a China".
Lo que sucede es que estas carnes se producen con granos forrajeros (que China tiene) y harina de soja, de la que carecen. Por cada kilo más de pollo que comen, necesitan un kilo de harina de soja. Aunque los que están en esta transición son sólo el 20% de la población china, son suficientes como para que nada les haya alcanzado hasta ahora. La gran pregunta es si este temblor en la bolsa de Shanghai, el corazón de la nueva China, frenará los ímpetus consumistas de las clases que se enriquecen. Aquí, nadie se resigna a dejar de comer lo que comía. Y los chinos, dicen, son bastante parecidos...
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