domingo, agosto 31, 2025

Nombre prohibido

 

El futbolista pasado de River a Real Madrid se llama Franco; Franco Mastantuono. Un nombre relativamente común en Argentina. En mi recuerdo, algunos conocidos de nombre Franco eran de orígen italiano. Pero el nombre no cae bien en España, especialmente en ambientes  guerracivilistas, mientras nos acercamos a los cien años de la guerra. En fin, El Chiringuito arrimó la polémica. Lo que sigue es un fragmento de un comentario de José Santamarina, periodista deportivo argentino:

Unos días después le preguntaron a Xabi Alonso, el entrenador del equipo, qué pensaba del tema y cómo ayudaba al jugador a liberarse del ruido, y él respondió que no hablaba de eso con el chico. “Lo veo bien a Franco”, dijo.

Lo gracioso de la pregunta fue que nos quiso arrastrar a nosotros. “En Argentina ha llamado mucho la atención el escandalete que se montó”, le dijo el periodista español al técnico, mintiendo una repercusión que el tema no había tenido en esta esquina y ubicándonos también en el lugar de los desentendidos, como si acá no supiéramos de discutir horas y horas, o años y años, por cosas que pasaron en el siglo pasado.

Mastantuono ya se llamaba a sí mismo Mastantuono, al menos en la camiseta de River, pero allá heredaron el chiste brasilero de construir las marcas personales de los jugadores con sus nombres de pila, así que la tienda oficial del Real Madrid tomó sus recaudos y prohibió en la web el nombre de Franco para el encargo de camisetas. Se puede elegir el talle, después cualquier número, y cuando se escribe la palabra prohibida el casillero se pone rojo: Lo sentimos, este nombre o término no está disponible.

Probé, de curioso, variantes: resulta que no se puede poner Adolf ni Hitler, previsiblemente; no se puede Stalin, pero se puede Lenin; no se puede Che Guevara, pero se puede Fidel; no se puede Maradona, pero se puede Diego; no se puede Messi, pero se puede Leo; se puede Putin, se puede Kim Jong Un, se puede Nike aunque la camiseta sea Adidas, si uno quisiera joder la marca, como se hizo en la media maratón de Buenos Aires.

viernes, agosto 29, 2025

Mar del Plata


 Nos mudamos a Mar del Plata en 1963. Entonces era una ciudad de alrededor de trescientos mil habitantes, expandida  en los años de guerra y posguerra. Una ciudad de nuevos vecinos, provenientes de todo el país y del exterior, recién llegados para trabajar en la construcción, que crecía día por día, en el turismo, en la industria textil, en la actividad agrícola, en la pesca, que tuvo un momento excepcional durante la segunda guerra. Entonces probablemente era la ciudad que más y más rápido crecía en Argentina.

La vida social era la de una ciudad de provincias: un reducido grupo de notables locales ocupándose de los asuntos oficiales, y un buen número de pequeños comerciantes, agricultores, gente de pesca, hoteleros, y gente vinculada al turismo, participando en las cámaras profesionales, construyéndose en esos años como influyentes. Y una tercera categoría, que ya

entonces era más bien una sombra: los  terratenientes fundadores, llegados desde 1870, ilustres visitantes de los veranos, cuando abrían sus casonas frente a las playas, o en el campo próximo, aquellos que fueran el centro de las notas de sociedad de La Capital, el diario dueño de las noticias y los rumores. Es que Mar del Plata era (y es) una ciudad muy joven, fundada hoy hace solo 150 años, inventada para lugar de veraneo por los ganaderos y operadores de las finanzas que tenían sus campos allí frente al Atlántico. Diseñada primero en los planos y proyectos, y luego en la construcción de su núcleo originario, en el sitio donde años antes Francisco Ramos Mejía tenía sus campos y desarrollaron su experimento de comunidad religiosa con los indios pampas; donde Gregorio Lezama y Juan Nepomuceno Terrero tenían su ganado y luego José Coelho de Meyrelles su saladero y su puerto, un pequeño almacén de campo. De esa factoría nacieron los planes de urbanizar y crear un centro turístico, con el barón de Mauá, Coelho de Meyrelles, y luego Peralta Ramos y Luro, como impulsores. El nacimiento de Mar del Plata es un reflejo del modo en que creció la pampa después de la caída de Rosas, especialmente la provincia de Buenos Aires: oportunos financistas y ganaderos envueltos en negocios de compras de tierras, expropiaciones, ferrocarriles, ganadería, y acciones de proyectos financieros y urbanísticos. Sin embargo, el patrón de planificación de la ciudad sólo tiene semejanzas con el de la ciudad de La Plata: diseñada antes siquiera de fraccionar las tierras, con un objetivo bien planeado. No se trató de una ciudad creada para adelantar las fronteras, ni alrededor de las estaciones de ferrocarril, ni vinculada a colonias de inmigrantes.

Para el comienzo del siglo XX, ese plan inmobiliario era ya una ciudad de veraneo de la sociedad porteña, ideada al modo de los centros de Europa ("La Biarritz argentina"), y la ciudad fue creciendo en población por la multiplicación de servicios. Sólo veinte años después, su intendente comenzó a ser un socialista.

Conocía la ciudad desde niño, ya que mi abuela se mudó allí alrededor de 1950, así como tres de mis tíos. Muchos de nuestros veranos pasaron en su casa,  que probablemente conserve mis mejores recuerdos de niñez: los cientos de revistas de comics heredadas de mis tíos, los pinos de la entrada a la casa de madera, las peonías en el jardín, la música de los Strauss.

Allí hice prácticamente toda mi escuela secundaria y parte de la Universidad, estudiando en la Universidad Católica. Ésta  y la Provincial, por años, fueron la modesta opción local: o la Católica o la Provincial, o emigrar a La Plata o Buenos Aires; los estudios mejor estructurados eran los de Abogacía, Arquitectura, Ingeniería y Agronomía. Había también una facultad de Humanidades, donde se podían estudiar licenciaturas de literatura, historia, filosofía, matemáticas. Un cuadro de profesores local, sin una tradición de Universidad, y un universo de estudiantes sin tradición anterior. Recuerdo notar gran diferencia en el enfoque de estudios comparando con los pocos casos de estudiantes y profesores con experiencia forjada en otras universidades nacionales y extranjeras.

La vida cultural era limitada; un foco provenía de la Universidad, donde crecía con los años una complicidad entre egresados, profesores y alumnos; la biblioteca municipal, donde podías conseguir a Carnap, Russell, Whitehead; la librería Erasmo (Piglia también pasó por Erasmo), la Alianza Francesa. Otro antiguo foco estaba en las visitas de verano, que motivaban encuentros entre amigos de Buenos Aires y unos pocos privilegiados a quienes se abrían sus puertas. Pienso en la casa de Victoria Ocampo, el lugar más antiguo donde esos encuentros se daban, pero también alrededor del teatro de temporada, época de teatro liviano para turismo, pero también de reuniones y encuentros. Pasado el verano, todo ese chisporroteo desaparecía, y quedaba la vida de todos los días; volver al trabajo, a atender la cátedra, a los alumnos particulares, a planear la obra que ocuparía todo el invierno, a encontrarse en el cine club. La ciudad de Aurora Simonazzi, de Cleto Ciocchini, de Flores Kaperoxipi (¿dónde está su pintura marplatense?)

Los años de militares fueron un corte: sea por el ambiente endurecido, o sea por la pérdida de posibilidades económicas, la ciudad, por años, se apagó.  Desde entonces, Mar del Plata fue una ciudad de emigrantes. Primero Buenos Aires, a veces el sur, alguno al extranjero: respirar, olvidar. Con el cambio de siglo y el desastre económico, vino la diáspora: familias enteras a Estados Unidos, a España, a Italia, a Brasil. Todos pagamos un precio.

Para mí, es todo ya muy lejano...después de algunos años en Buenos Aires, nuevo mundo en Chile, en España. Mar del Plata es un recuerdo de la juventud, una vieja luz. Los años 50 y 60 pasaron irremediablemente, y esa ciudad sólo existe en la memoria.

Las fotos: la primera, el puerto de pesca próxima, alrededor de 1980. La segunda, la casa de Victoria Ocampo, convertida en museo, alrededor de 2012.

lunes, agosto 25, 2025

Jesús Monzón

 Dice Cristóbal Villalobos, en Zenda:

8 de junio de 1945. Hace tiempo que la Guerra civil ha terminado, pero muchos siguen la lucha por su cuenta. La policía entra en la casa de Jaume Serra, uno de los líderes de Joventut Combatent, un grupo al que se le atribuye el asesinato del jefe de la Falange de Reus. En la casa encuentran, enfermo en la cama, al líder comunista Jesús Monzón. Sus documentos falsos son tan buenos que lo ponen en libertad. Cuando sale de la Jefatura de Barcelona un policía lo reconoce y lo detiene en el acto. Lo trasladan a Bilbao y luego al presidio de Ocaña.

Aquella detención, dirá después Enrique Líster, le salva la vida. Sus compañeros del PCE lo habían condenado a muerte: sicarios de su propio partido esperaban para matarlo antes de llegar a Toulouse, donde había sido citado por La Pasionaria y por Santiago Carrillo. 

(...) En 1948 fue condenado a treinta años de prisión, de los que cumplió trece. Ese mismo año el PCE anunció su expulsión de forma paralela a la depuración de sus colaboradores más cercanos. Fue acusado de ser un traidor, un agente del imperialismo cuya misión era liderar una operación suicida con el fin de aniquilar a sus propios hombres. Durante años los comunistas vertieron falsas acusaciones sobre su persona: que si era un burgués al que le gustaban las señoras y las gambas, que si era homosexual, que si un capitalista… No podían tolerar que les hiciese sombra.

En la cárcel, aislado de sus antiguos compañeros, se dedicó a estudiar inglés y, a pesar de ser ateo, se convirtió en monaguillo del capellán. Liberado en 1959, recalaría en México, donde el Opus Dei le daría trabajo en una escuela de negocios. Fue así, bajo el manto del Opus, como volvió a España para fundar y dirigir el Instituto Balear de Estudios de Dirección de Empresas (IBEDE). 

Una historia más entre otras muchas de cuando todavía alguien podía seguir al comunismo. Orwell lo conocía bien.

En Wikipedia puede completarse la historia de Monzón. 

domingo, agosto 24, 2025

Deriva mexicana


Estos días leí en Letras Libres un artículo de Christopher Domínguez Michael, donde reprocha la ingratitud de  aquellos refugiados políticos venidos de América del Sur que fueron acogidos por México, y que, según Domínguez Michael, hoy guardan silencio frente a la deriva institucional del partido de gobierno. Dejando de lado que no creo que haya muchos que sobrevivan a los ya lejanos días de Videla, Pinochet y Bordaberry (Dominguez menciona específicamente a Argentina, Chile y Uruguay, sobre acontecimientos sucedidos hace cincuenta años), me preguntaría hasta qué punto se puede esperar algo distinto de gente que probablemente siga viendo a México como una revolución. ¿Qué tuvo de revolucionaria la masacre de Tlatelolco, en 1968?  (y todavía no gobernaban Pinochet o Videla)

A raíz de este artículo, estuve  recorriendo Wikipedia, para refrescar la memoria, y encontré de casualidad un hecho que refleja el ambiente: una pequeña diferencia entre la versión en castellano de la historia del PRI , y la versión en inglés del artículo, donde se cita lo siguiente dicho por Vargas Llosa:

In 1990, Peruvian writer Mario Vargas Llosa famously described Mexico under the PRI as being "the perfect dictatorship", stating: "I don't believe that there has been in Latin America any case of a system of dictatorship which has so efficiently recruited the intellectual milieu, bribing it with great subtlety. The perfect dictatorship is not communism, nor the USSR, nor Fidel Castro; the perfect dictatorship is Mexico. Because it is a camouflaged dictatorship." The phrase became popular in Mexico and around the world until the PRI fell from power in 2000.  

La versión inglesa no omite esta afirmación de Vargas Llosa, y se diría que no es una omisión cualquiera. Afortunadamente, el archivo de Wikipedia en este caso todavía persiste. Las citas de Wikipedia al artículo  pueden verse en https://archive.ph/20130112184033/http://www.terra.com.mx/noticias/articulo/973216/Vargas+Llosa+a+20+anos+de+Mexico+es+una+dictadura+perfecta.htm#selection-1019.1-854.88

y en El País: https://elpais.com/diario/1990/09/01/cultura/652140001_850215.html

La versión completa en Terra, dice así:

Mario Vargas Llosa, fue invitado por Octavio Paz, dueño y fundador de la revista Vuelta a un encuentro de intelectuales denominado, 'Encuentro Vuelta, El Siglo XX: La Experiencia de la Libertad'. En dicho evento, Vargas Llosa acuña la frase que recorrería el mundo entero y causaría un gran revuelo en México y sus instituciones: 'México es una dictadura perfecta'.

El escritor peruano, tras su dura crítica al sistema político mexicano el jueves 30 de agosto, abandonó repentinamente el país un día después. Varias fueron las hipótesis sobre su partida: Vargas Llosa alegó "razones familiares", el medio cultural sospechó presiones de Televisa y del gobierno mexicano.

A continuación se reproduce un extracto de la ponencia de Mario Vargas Llosa aquel 30 de agosto de 1990:

"Quisiera comentar brevemente la brillante exposición de Octavio. El dice que en distinción que yo hice de la transición hacia formas abiertas de sociedad en América Latina, no encontraba el caso de México.

Y al describir Octavio el caso de México, en cierta forma me parece que ha exonerado a México de lo que ha sido la tradición dictatorial latinoamericana.

Yo no creo que se pueda exonerar a México de esa tradición de dictaduras latinoamericanas.

Encaja en esa tradición con un matiz que es más bien el de un agravante: México es una dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo, no es la URSS, no es Fidel Castro, la dictadura perfecta es México. Porque es la dictadura camuflada. De tal modo que puede parecer no ser una dictadura, pero tiene de hecho, si le escarbas, todas las características de la dictadura; la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido inamovible, que concede cierto espacio para la crítica en la medida que esta crítica le sirve, pero que suprime por todos los medios, incluso los peores, aquella crítica que de alguna manera pone en peligro su permanencia.

Yo no creo que haya en América Latina ningún caso de sistema de dictadura que haya reclutado tan eficientemente al medio intelectual sobornándolo de una manera muy sutil, a través de trabajos, de nombramientos, de cargos públicos, sin exigirle una adulación sistemática como hacen los dictadores vulgares, pidiéndoles más bien una actitud crítica para garantizar la permanencia se ese partido en el poder. Un partido, de hecho, único.

Es una dictadura, puede tener otro nombre, sui generis, pero tanto es una dictadura que todas las dictaduras latinoamericanas han tratado de crear algo equivalente al PRI en sus propios países. Es una dictadura, no sólo a los que se refiere a la permanencia del poder, a la falta de una genuina democracia interna sino también en su incapacidad para realizar la justicia social. Creo que es muy importante que también en el caso de México se diga que aquí se vivió y se ha vivido durante décadas, con matices muy particulares el fenómeno de la dictadura latinoamericana.

Nosotros, como estoy seguro, lo quieren los demócratas mexicanos, queremos que esta democracia y liberación vaya hasta sus últimas consecuencias."  

Sin duda Domínguez Michael está pensando en alguien en particular, aunque no lo nombre. Pero su reproche falla por limitado. Los problemas no comienzan con Lopez Obrador. Hace muchos años que los mexicanos ven el vaso medio lleno. 

La foto, en Wkipedia: Por Marcel·li Perelló - my personal archive, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2471244