lunes, mayo 19, 2025

New York Times en nuevo tiempo

 


Comentado por Hernán Iglesias Illa en Seul, a propósito de dos libros recientes publicados sobre el estado actual del New York Times:

Leí en estos días dos libros sobre el New York Times, uno sobre su historia larga y otro, más indirectamente, sobre su historia corta. El segundo, Morning After the Revolution, de Nellie Bowles, cuenta el Times pre y postpandemia, prendido fuego por los debates alrededor de Black Lives Matter y la presidencia de Trump. Y de cómo la autora, reportera estrella y en ascenso, que toda su vida había soñado con trabajar en el gran diario de ellos, un día empezó a dudar del evangelio woke, se quedó afuera de los chistes, le empezaron a decir “nazi” y se terminó yendo. El primero, The Times, de Adam Nagourney, es una historia más oficial del diario desde los ’70 hasta la llegada de Trump, pero se lee como una precuela del de Bowles, porque todas las tendencias del último medio siglo confluyeron en esta redacción alborotada, ideologizada y militante de los últimos años.
(...) El Times había sido toda la vida un diario de editores: a los jefes de la redacción no les importaba qué opinaran los trajes del lado comercial, no les importaban los deseos de sus redactores y no les interesaba, tampoco, la opinión de sus lectores. Por eso el cambio, impulsado por Arthur hijo (o padre), retirado en 2018, fue radical: porque los periodistas se amigaron con los ejecutivos, que empezaron a sugerir/imponerles ideas para generar ingresos; porque la nueva redacción nativa digital, diversa y militante, empezó a quejarse de cada cosa que no le gustaba; y porque los lectores se transformaron en unos suscriptores a quienes era cada vez más costoso ignorar u ofender.

Todo esto ayudó a transformar al Times en lo que Martin Gurri llama una “Biblia progresista”, lo que hay que leer para aprender el lenguaje, las señales y las ideas progres en Estados Unidos. El cambio de tecnología fue el cambio de ideología: los chicos y chicas diversos de la web reemplazaron a los viejos gruñones centristas del papel y lo transformaron en un diario donde el editor ejecutivo, aquel emperador, hoy es apenas un coordinador. La vieja ética de la imparcialidad y el pudor (no abusar del off the record, no meterse en la vida privada de los políticos, no cargar el lenguaje con connotaciones ideológicas) fue relajada para dar paso a un periodismo activista, que llama mentirosos a los políticos (sobre todo a Trump) y no tiene miedo de incluir opinión en artículos informativos.

Mal negocio no ha sido: el diario tiene hoy más de 10 millones de suscriptores de digitales y su acción, que valía 5 dólares en 2009, ahora araña los 50 dólares. Pero puede ser un regalo envenenado. Nagourney cita una encuesta reciente según la cual el 84% de esos suscriptores del diario se considera progresista (liberal), incluyendo un 48% que se considera “muy progresista” (very liberal). ¿Cómo se les dice la verdad a estos lectores ideologizados sin perderlos como clientes? No es fácil.

 Acotar las razones del cambio a los años noventa y a la influencia de Internet es relativo, una cuestión de intensidad o grado. Se podría decir que este modelo se expande desde la guerra de Vietnam, desde los 60.  En todo caso, como dice Iglesias Illa, los 60 serían la historia larga, y los 90, la historia corta.

Imagen, en Wikipedia: By Ajay Suresh from New York, NY, USA - New York Times Building - Bottom Portion, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=80146836

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