lunes, marzo 31, 2025

Margarete Buber-Neumann y Milena Jesenská

 


Margarete Buber-Neumann, de su libro Milena, la amiga de Kafka:

Yo fui internada en Ravensbrück en los primeros días de agosto del año 1940. Quedaban tras de mi los años de terror sufridos en la Unión Soviética: arresto en Moscú por la N.K.W.D., condena a cinco años de trabajos forzados, estancia en el campo de concentración de Karaganda y después mi translado y entrega a los alemanes por parte de la policía estatal rusa, en el año 1940. A esto siguió la prisión, unos interrogatorios que duraron varios meses en la Gestapo de Berlín y, finalmente, mi envío al K.Z. alemán.

All tercer día de estancia en  Ravensbrück fui sometida a interrogatorio por las reclusas comunistas, que sabían que yo era la esposa de Hans Neumann y que no ocultaba mis amargas experiencias en la Unión Soviética. Tras el interrogatorio me colocaron la estampilla de <<traidora>> y aseguraron que yo divulgaba mentiras acerca de la Unión Soviética. Dado que las reclusas de Ravensbrück eran comunistas en su mayoría, la sentencia que dictaron alcanzó el fin propuesto: las demás reclusas políticas se apartaron de mi como si tuviera una enfermedad contagiosa.

La checa Milena Jesenská fue la primera de las reclusas políticas del K.Z. alemán que no solo habló conmigo, sino que me concedió su fe y su confianza.

(...)

Cada recluso pasa por diferentes fases en el curso de su cautiverio. Si no consigue superar el impacto que representa ser internado en el campo de concentración, estará amenazado para siempre. Si se quiere sobrevivir hay que ajustarse de un modo o de otro a esa situación extrema y, por extraño que parezca, hay que darle un sentido a aquella nueva vida. Pero bien pocas conseguían sobreponerse y obtener un nuevo equilibrio. Milena lo logró pese a haber llegado enferma al campo de concentración. Su fuerza  espiritual quedó demostrada cuando ya en los primeros días de cautiverio, que suelen ser los más desconcertantes, se interesó por las vidas de las demás compañeras de cautiverio.


 
Margarete Buber-Neumann, comunista alemana en su juventud, refugiada en los años 30 en la Unión Soviética, caída en desgracia a partir de los juicios de Stalin de 1937, entregada a la Gestapo por el gobierno soviético, pasó cinco años en el campo de concentración de Ravensbrück, hasta su liberación. Desde los setenta hasta su muerte en 1989 fue miembro de la Unión Demócrata Cristiana. El libro sobre Milena Jesenská lo escribió en 1963.

Milena murió en el campo de concentración, en 1944, a meses de que Hitler fuera vencido. Kafka no conoció su destino.


La foto de Margareta, en Wikipedia (De Desconocido - https://www.zam.it/biografia_Neumann+Margarete_Buber, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=108145365) 

La foto de Milena, en Wikipedia (De Desconocido - http://www.yadvashem.org/yv/en/righteous/stories/jesenska.asp, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=31549796 )

domingo, marzo 23, 2025

Sarlo en sus memorias


En diciembre pasado, a los ochenta y dos años, murió Beatríz Sarlo , y en estos pocos meses mucho se ha escrito sobre ella, en algún caso con un poco de veneno. Quiero citar el mejor recordatorio que leí sobre ella, escrito por Gustavo Noriega en Seúl. Son comentarios escritos a propósito de la publicación de su último libro, "No entender. Memorias de una intelectual".

Sarlo hizo un camino extraordinario, con dos senderos muy distintos, que pueden dar la sensación de que se iban alejando. Políticamente, como dijimos, abandonó junto a sus compañeros las posiciones más radicales, más extremas, en favor de una moderación y reconocimiento de la democracia que mantenía, cómo síntomas de una formación de izquierda, la desconfianza automática ante cualquier movimiento que no respondiera a la misma tradición y una permisividad natural ante el peronismo. Muy tempranamente descubrió la impostación revolucionaria del kirchnerismo y le hizo frente con elegancia y desdén. La radicalización quedó reservada al mundo del arte, al mundo de las experiencias “que no se entienden”.

Hay mucho más en No entender que este manifiesto en favor del arte “difícil”. La primera persona, la idea de verse en perspectiva, con distancia, en una vida increíblemente rica que va cerrándose, le permite hablar con soltura y dejar ideas muy buenas, pensamientos sueltos, recuerdos. La niña Sarlo que pasaba tardes junto al tablero de su prima que estudiaba arquitectura, la relación natural con la muerte de los animales en el campo, las amistades con David Viñas y Juana Bignozzi, la defensa de la agresividad al discutir y, por extensión, al modo de las redes sociales (“Construyo frases agresivas incluso cuando estoy elogiando […] Por eso no creo en los elogios y creo en las agresiones, que me parecen un signo más confiable de reconocimiento y, sobre todo, de sinceridad”), las fotos, las fotos de niñas, los juegos en la nieve con Rafael Filippelli, el reconocimiento de su sabiduría jazzera, observaciones filosas como cuando recuerda los almuerzos luego de trabajar en Centro Editor de América Latina: “Aprendí a hablar en esas mesas, en las que se tomaban algunos vasos de un tinto oscuro, característico de aquellos años anteriores al refinamiento de los boliches y la conversión de sus parroquianos en enólogos”. Tengo el libro todo subrayado, con muchas frases que me hicieron reír, otras pensar y en algún caso, que Beatriz me perdone, emocionar hasta la lágrimas.

Con Sarlo se va toda una época. Los ’60 están terminando, cerrando su ciclo en la vida de las personas, hasta formar un lejano recuerdo sostenido por otros. A mí me resulta increíble que ya no esté. Confieso que algunas frases las escribí con el temor que ella generaba por sus juicios y su aparente severidad. “¿Le molestará que ponga esto?”, pensé más de una vez. Ya no hay Beatriz, no hay Rafael, ni muchos de los mencionados en este libro más luminoso que crepuscular. Que su lectura sostenga el recuerdo de una personalidad única.

 En su comentario, Noriega señala un límite del libro de Sarlo, que seguramente merece un tratamiento separado:

(...) en la introducción, Sarlo dice que en el libro va a desechar algo que evidentemente fue central para ella: la política. Luego de hacer un resumen de sus posiciones a lo largo de su vida (fue simpatizante del peronismo, militante del marxismo leninismo pro-chino y socialdemócrata sin partido), dice: “No voy a contar esa historia en este libro. (…) No escribí este libro para repetir ideas de libros anteriores y que han aparecido en centenares de notas y entrevistas. No escribí este libro para repetirme, sino para conocer algo”. En otro momento, comentamos aquí sobre las derivas de este grupo de intelectuales de izquierda, nucleados alrededor de la revista Punto de vista, de su aproximación al maoísmo y su reconversión, en el fin de la dictadura, a posiciones liberales, valorizando la democracia burguesa. Señalamos su rechazo a la violencia, incluso en los momentos más álgidos de la historia argentina, y su gran deuda: el analfabetismo y el desdén por el conocimiento económico, un seguidismo del populismo peronista que los diferenció de sus pares latinoamericanos
La foto, en perfil.com

jueves, marzo 13, 2025

Los Soprano


Alejo Schapire, en Seúl

De memoria de periodistas de la Casa Blanca, nadie recuerda un espectáculo semejante. Más que en el Despacho Oval, la escena del 28 de febrero parecía transcurrir en el Bada Bing!, el cabarulo de Los Soprano. Con su acento neoyorquino, Tony “ofrecía protección que no podía rechazar” al ucraniano, una víctima de la mafia rusa, a cambio de la mitad de sus “tierras raras”. El invadido preguntaba lo elemental, si a cambio al menos obtendría seguridad. Entonces, Paulie se pasaba una mano por el jopo y, encabronado, le espetaba que estaba “disrespecting the boss”. “Deberías dar las gracias”, le repetían quienes acorralaban al ucraniano, pese a que ya había agradecido a Estados Unidos su ayuda no menos de 33 veces en todos los idiomas y soportes, incluyendo en esa misma reunión.

La foto, en Rolling Stone

domingo, marzo 09, 2025

Un yanqui en la corte del rey Arturo


 A la manera de Mark Twain, Osvaldo Bazán, periodista argentino, se pregunta lo que muchos americanos de lengua castellana se preguntan

(...) veo en X un tuit de una señora en catalán diciendo no sé qué pero, como además incluía a Pilar Rahola, habitual invitada a opinar sobre temas argentinos, se me ocurrió preguntar por qué, si saben español y con esa lengua podrían comunicarse con 950 millones de personas en todo el mundo, insisten en comunicarse entre ellos y dejarnos a todos los demás afuera. Entiendo que quieras preservar tus raíces y todo lo que signifique algo importante para vos, pero… ¿es necesario para eso autovetarse la posibilidad de comunicarse con millones de hispanohablantes? ¿No te perjudicás? “ES PREGUNTA”.

Como siempre, se desató una tormenta en X (Twitter), sacando lo mejor de cada casa. Recuerdo que hace años, me extrañaba que se llamara racistas a los catalanes (algunos catalanes, los nacionalistas). Sin embargo, con las últimas negociaciones entre el PSOE de Pedro Sánchez y Junts de Carlos Puigdemont, ya pocas dudas quedan: tratan a sus compatriotas españoles como extranjeros susceptibles de ser expulsados, y quieren autoridad para eventualmente expulsar a cualquier extranjero que consideren. El gobierno de Sanchez ya ni siquiera responde a los reclamos de respeto a la lengua española en las escuelas catalanas, y es cuestión de tiempo que declare la obligatoriedad de una sola lengua en la región. Si en las manos de los nacionalistas estuviera, iniciarían un proceso de limpieza étnica abiertamente. Abiertamente, porque disimuladamente esto ya sucede, en manos de la minoría nacionalista, con la vista gorda del PSOE nacional.

La foto, en Libertad Digital, Puigdemont, de Junts

domingo, marzo 02, 2025

Nuevo orden II

 


Dice Leon Krauze, en Letras Libres de México:

La humillación de Volodímir Zelenski en la Casa Blanca, frente a los ojos del mundo entero, confirma un hecho que, aunque muchos ya intuían, era importante dejar en evidencia: este gobierno de Estados Unidos es, en los hechos, un aliado de Rusia.

El deplorable espectáculo presenciado en Washington, protagonizado por el presidente y el vicepresidente de Estados Unidos ante un Zelenski que lucha por la supervivencia de su país tras tres años de agresión brutal por parte de un régimen encabezado por un dictador imperialista y cleptócrata, quedará registrado en la historia como un acto de ignominia. Y de cobardía, también.

Un país que durante décadas ha defendido –al menos en el discurso– la libertad y la soberanía de los pueblos se ha doblegado ante la lógica del agresor, tratando con desprecio a la víctima. Es un mensaje no solo para Ucrania, sino para el mundo entero: los principios que solían regir la política exterior estadounidense han sido abandonados en favor del cinismo, la conveniencia y la sumisión, ahora abierta e innegable, a Rusia.

Habría que ver qué trato recibiría Vladimir Putin si se encontrara cara a cara con Donald Trump y J.D. Vance en la Casa Blanca. ¿Tendrían la valentía de enfrentarlo, de contradecirlo? ¿O le concederían un lugar de honor, le sonreirían y lo tratarían con todo el respeto y la deferencia que le negaron hoy a Zelenski?
Trump y Vance han optado por encarnar la peor versión del ugly American, pateando al débil, al que ha sido agredido, al que necesita y merece respaldo. Es fácil abrumar y amedrentar cuando el interlocutor está debilitado por la guerra, la desesperación y, ahora, la traición de aquellos que prometieron apoyarlo. Pero enfrentar al verdadero agresor, al hombre que ha desafiado el orden mundial con una invasión ilegal y sanguinaria, eso sí requiere valentía.

No se trata de coquetear con la Tercera Guerra Mundial (como dijo Trump, utilizando una de las herramientas retóricas más recurrentes de la propaganda rusa). Respaldar a Ucrania supondría tomar una posición firme en la defensa de los principios más básicos del derecho internacional. El problema es que en Washington hoy no hay valentía, solo servilismo y la voluntad de encabezar (¿o solo participar?) en un nuevo eje autoritario.

Lo de hoy no fue solo una escena vergonzosa. Fue un mensaje peligroso. Uno que Putin, y todos los autócratas que ven en él un modelo a seguir, han recibido con absoluta claridad: Estados Unidos está de su lado.

A pesar de la demostración de ira y prepotencia, lo más destacable de esta acción de Trump es el servilismo: fuerte con los débiles, meloso con los fuertes. Recuerdos de Fernando VII.

La foto, en CDN de Santo Domingo.