En La Nación, hoy:
Los sucesivos paros docentes no sólo interfieren en la discusión salarial entre el gobierno bonaerense y los trabajadores. Por el lugar de vulnerabilidad que ocupan, los alumnos se vuelven rehenes de una negociación que parece no tener fin.
Consultados por lanacion.com , especialistas opinaron sobre los efectos de un ciclo lectivo que presenta intermitencias.
"La variable postergable siempre es el chico. Ocurre en el colegio y también en las casas. Los alumnos aprenden a vivir en conflictos irresueltos, a postergar valores a favor de intereses propios. Se corre el riesgo de que entiendan que la única herramienta de negociación es dejar de hacer lo que tienen que hacer", sostuvo el licenciado en Gestión Educativa Jorge Sinay.
"El colegio es también un espacio de sociabilidad. Aunque se repongan las horas perdidas, no es lo mismo. Como ocurre con el Indec, la prioridad parece ser que los números cierren, sin importar la calidad del proceso", agregó.
Soledad Lugones, psicopedagoga de la Universidad del Salvador, opinó por su parte que "deberían adoptarse otros métodos, como incluir en la curricula espacios de reflexión sobre el conflicto".
"La forma en que se aprende impacta de forma directa sobre la personalidad y si se cerciora el espacio de aprendizaje se genera inseguridad y vacío", concluyó.
Por último, Gustavo Oliva, rector del Colegio Nacional de La Plata destacó los alcances sociales de esta modalidad de protesta.
"En una situación socio económica difícil como la que presenta la provincia de Buenos Aires, los paros hacen que todo el trabajo de contención que se realiza sobre el alumno retroceda", aseguró y destacó que cada vez que se realizan este tipo de medidas de fuerza, "se registran caídas en las matrículas".
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