Tanta cercanía, tanto seguimiento, tanta consustanciación con el líder bolivariano, tanta falta de independencia en las decisiones internacionales, tiene sus consecuencias. Este es un extremo, pero los resultados de actuar como aliado incondicional del presidente Chavez quizá duren muchos años: con Colombia, con la sociedad venezolana, que es más amplia que los seguidores de Chávez, con Estados Unidos (lo que no sería una novedad).
Y para peor, con pocas gratificaciones, como lo demuestra el incidente por la nacionalización de la siderúrgica Sidor.
La nacionalización de la siderúrgica parece que será una piedra en el zapato:
Cristina Kirchner está ante un doble desafío. Por un lado, el de hacer frente al desaire de Hugo Chávez, que pasó más de 48 horas sin responder sus llamadas, mientras anunciaba la estatización. Por otro, tendrá que interpretar el malestar en la Argentina, en especial del empresariado y el gremialismo, que se manifestaron con pronunciamientos de la Unión Industrial Argentina (UIA), la Asociación de Empresarios Argentinos (AEA) y la Unión Obrera Metalúrgica (UOM).Quien siembra vientos...
No hace falta recordar el auxilio que prestaron al Gobierno muchos dirigentes de estas entidades en el peor momento del conflicto con el campo, cuando la Casa Rosada parecía aislarse de una franja importante del empresariado.
La señora de Kirchner está abogando por la compañía argentina. Sigue los pasos de su esposo en encontronazos anteriores entre Chávez y Paolo Rocca. Pero esta vez las gestiones fracasaron y ella se lo informó, anteanoche, a Luis Betnaza, encargado de las relaciones gubernamentales del grupo Techint. En la reunión, la Presidenta narró su conversación con un Chávez que declamaba del otro lado del teléfono: "Hemos tomado una decisión histórica, Cristina. No hay espacio para ninguna revisión". [En La Nación, nota de Carlos Pagni]
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