domingo, mayo 23, 2010

Hacia el bicentenario:de Trafalgar a Ayacucho

José Carlos Chiaramonte, en una entrevista en La Nación, describe el momento de la revolución de mayo como uno de transición e incertidumbre, donde muy pocos veían el acontecimiento como el inicio de una independencia nacional. A las preguntas del periodista (Pablo Mendelevich), Chiaramonte responde:

-¿Por qué usted ha sostenido que no hay nacionalidad preexistente hacia 1810?

-La historia de la formación de las naciones, no sólo la argentina, ha sido deformada por un enfoque ideológico que se suele llamar principio de las nacionalidades, que se difundió con el romanticismo. De acuerdo con esto, los estados nacionales existen como proyección de una nacionalidad preexistente. Los historiadores, tanto europeos como norteamericanos, han demostrado que esto no corresponde a la realidad de ninguna de las grandes naciones que hay en el mundo. Le digo más, en 1810 no existía siquiera el concepto de nacionalidad. En las primeras ediciones del diccionario de la Real Academia Española, del siglo XVIII, nacionalidad era una palabra que indicaba pertenencia a un Estado, nada más.

-¿Y el concepto de argentino?

-El desplome de la monarquía española origina un vacío de poder. En Hispanoamérica, en las principales ciudades surge un tipo de gobierno llamado juntas, que se proponen, justamente, ocupar ese vacío. El pueblo de Buenos Aires actúa como una de las tantas soberanías que surgen al caer la monarquía. La palabra argentinos era sinónimo de porteños. No de los nativos, porque las castas no cabían en esa denominación. Un español también era argentino mientras viviera en Buenos Aires.

-¿No había un sentimiento antiespañol?

-Había una disconformidad bastante grande, pero salvo una minoría que tenía intenciones de independencia, lo que la mayoría buscaba era cierto grado de autonomía política sin abandonar la pertenencia a la monarquía hispana. Es el estallido de la reacción española lo que va radicalizando la postura hasta llegar a la Independencia de 1816.

-¿En la cabeza de quiénes estaba esa idea cuando se produce la Revolución de Mayo?

-De muy poca gente. Pero de esto no hay pruebas fehacientes. La monarquía castellana había sucumbido ante Napoleón, pero nadie sabía qué iba a pasar: si Napoleón iba a ser el triunfador final, si iba a desaparecer, si los monarcas Fernando VII o Carlos IV iban o no a volver al trono. El panorama era muy incierto. Sacar al virrey era entonces algo transitorio, a la espera de saber qué pasaba en la corona. Era una medida imprescindible a juicio tanto de criollos como de españoles para constituir un gobierno local que, sin abandonar la monarquía, diera satisfacción a las pretensiones de tipo económico y político. La Primera Junta de Gobierno no es la Primera Junta de la nación que no existía sino una reunión de diputados que no eran como los actuales, "de la Nación", sino apoderados o procuradores de las entidades soberanas que los habían elegido, las ciudades. La ciudad fue la primera forma de soberanía independiente en toda Hispanoamérica.

Para el sesquicentenario de la Revolución de Mayo (1960), la Biblioteca Argentina del Congreso publicó una gran colección de documentos originales que abarca desde las invasiones inglesas (1806/1807) hasta la batalla de Ayacucho (1825): cartas, declaraciones, publicaciones en diarios de la época, oficios librados; una pintura directa y en movimiento de las acciones que fueron pasando gradualmente de posiciones conciliadoras a reconocer que ya no había lugar para otro camino que un gobierno independiente. Lo que estos papeles revelan es la existencia de un espacio de ideas y objetivos confluyentes, que gradualmente fueron forjando tendencias que se prolongaron por mucho más tiempo que el que ocupó la independencia. En alguna manera, ese espacio se cerró definitivamente, para el viejo virreynato del Río de La Plata, con la caída de Solano López en Paraguay. O más cabalmente, lo que se cerró allí fue el último proyecto de construcción federal, objetivo de casi todos los notables del virreynato, exceptuando a una minoría liderada desde Buenos Aires.
Pero en la revuelta época de comienzos del siglo XIX, la derrota de la armada española en Trafalgar, y por último la entrada de Napoleón en España, tuvieron un impacto irreversible: Inglaterra se encontró libre para asediar todos los territorios españoles del mundo, y las colonias americanas, desconcertadas. ¿Todos querían ser independientes? Probablemente, muchos sólo esperaban lograr un modelo de relación colonial más liberal, acorde con el espíritu predominante desde la época de Carlos III. San Martín, entre otros, pensaban y actuaban en función de un proyecto de Cortes liberales en España y América: hasta sus últimas negociaciones con el ejército español, apelaba a la posibilidad de un acuerdo liberal. ¿Y los notables de las ciudades del interior, qué se proponían? Asunción, Potosí, Cochabamba, Santiago, Tucumán ¿pensaban en la independencia, o trataban de mejorar sus fueros locales frente al Rey? ¿Si la respuesta de Fernando VII hubiera sido integradora, qué destino hubiera tenido este levantamiento continental? Pero así fue, día tras día, desde mucho antes, dentro y fuera de España.

La imágen: Napoleón en Somosierra.

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