Estos últimos días pasados han sido de los peores para Argentina en cuanto a su evolución futura: en un momento de declinación de valores de sus exportaciones, en medio del conflicto por el manejo del resultado económico de su buen ciclo agrario, saltan más a la vista los débiles fundamentos de su economía. Algo inentendible si se revisan los números más conocidos: crecimiento contínuo del producto bruto por años, fuertes exportaciones, buen nivel de reservas...Sin embargo, la mala administración, que llevó a un crecimiento no reconocido de la inflación, y que forzó a vivir en la ilusión de índices que discurren fuera de la realidad, ha hecho saltar todos los diques.
¿Qué hace que un país que debiera estar bien, esté nuevamente al borde del desastre? ¿O es que nunca estuvo "tan bien"?
Quizá por aquí debiera comenzarse: la crisis de 2001/2002 produjo una quiebra de patrimonio monumental, sólo rescatada por un buen ciclo agrario, y cambio de moneda favorable. Un cambio favorable que de todas maneras fue el causante de la destrucción de patrimonio económico y social, en una escala quizá nunca vista antes. La segunda línea de problemas nacidas aquí fue la destrucción del crédito, interno y externo. Argentina sigue operando al contado, y pagando tasas de país africano para obtener fondos. La tercera línea de problemas fue la pérdida de empresas: hoy las primeras empresas del país son extranjeras, sean brasileras, mexicanas, europeas, asiáticas o norteamericanas. El capital nacional aparece diluído, en jóvenes emprendimientos navegando en un mar hostil.
En un país con este escenario, opera una administración setentista, con arrogancias de una izquierda que hace tres décadas debiera retirarse de la historia, tratando de gobernar un país inexistente con ideas (¿con ideas?) que sólo funcionan en sus cabezas. Una administración que pretende que el mundo funcione según sus pensamientos. Gestionar mal va acumulando un costo que hunde más las posibilidades futuras del país. Un hecho simple, pretender ocultar el crecimiento de la inflación, está empujando al país a un futuro crack financiero, sin que se intente detenerlo. Argentina marcha a un nuevo desastre, con el convencimiento de que Dios es Argentino...
Dos o tres "signos de los tiempos": la crisis catalizada por la venta de títulos a Venezuela, explicada por Ulrich; la utilización irregular de fondos de financiación, ante las dificultades para obtener crédito; el impacto en la calificación de riesgo país (1 y 2).
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