domingo, marzo 26, 2023

Declinacion


Zanny Minton Beddoes , editora jefe de The Economist, a propósito del seguimiento de la revista de un foro económico en China:

We publish this week’s issue as I am in China, attending the China Development Forum. Plenty of Americans and Europeans will be here, in spite of the tensions. Deng Xiaoping urged China to “hide your capacities, bide your time”, but his successor, Xi Jinping, wants to reshape the post-1945 world order. His ambition has been on display in Moscow this week, where he has visited his Russian counterpart, Vladimir Putin. Mr Xi believes in the inexorable decline of the Amer­ican-led world order, with its professed concern for rules and human rights. He aims to twist it into a more transactional system of deals between great powers. Do not underestimate the perils of this vision—or its appeal around the world.

A lesser man than Xi Jinping might have found it uncomfortable. Meeting Vladimir Putin in Moscow this week, China’s leader spoke of “peaceful co-existence and win-win co-operation”, while supping with somebody facing an international arrest warrant for war crimes. But Mr Xi is untroubled by trivial inconsistencies. He believes in the inexorable decline of the American-led world order, with its professed concern for rules and human rights. He aims to twist it into a more transactional system of deals between great powers. Do not underestimate the perils of this vision—or its appeal around the world.

On Ukraine China has played an awkward hand ruthlessly and well. Its goals are subtle: to ensure Russia is subordinate but not so weak that Mr Putin’s regime implodes; to burnish its own credentials as a peacemaker in the eyes of the emerging world; and, with an eye on Taiwan, to undermine the perceived legitimacy of Western sanctions and military support as a tool of foreign policy. Mr Xi has cynically proposed a “peace plan” for Ukraine that would reward Russian aggression and which he knows Ukraine will not accept. It calls for “respecting the sovereignty of all countries”, but neglects to mention that Russia occupies more than a sixth of its neighbour.

Quizá contando a partir del 11 de septiembre de 2001, la sucesión de acontecimientos no deja de mostrar que inexorablemente (¿o no?) se produce una declinación del orden político que vivimos desde el fin de la segunda guerra mundial. Al descubrimiento de que Estados Unidos también era vulnerable, le hemos agregado otro hito: la invasión de Ucrania, con su carga de amenazas de restauración de las fronteras de la Unión Soviética. Tal como están las cosas, es más probable que las amenazas sobre las antiguas dependencias soviéticas se incrementen, así como Taiwan esté más cerca del destino de Hong Kong, que lo contrario.

No es el mundo de posguerra uno ideal, pero sí ha sido más positivo en América y Europa, al menos. Los sistemas sociales y políticos que hoy acrecientan su presión sobre este mundo, no prometen equidad, o esperanza. 

Sin embargo, los cambios sociales se extienden por décadas, o centurias, y se suceden insensiblemente, en pequeños grados que sólo toman sentido mirando largos períodos de tiempo: mientras Giordano Bruno era quemado (vivo) en la hoguera, Cervantes y Shakespeare escribían sus mejores obras. ¿Qué prevalecerá?.

sábado, marzo 18, 2023

Traduciendo a Heidegger


 Abordar un libro de un autor extranjero crecientemente me incomoda, especialmente cuando se trata de una obra literaria (en material técnico el problema es bastante menor). Me pregunto en esos casos si el traductor ha respetado la intención del autor, y si ha conseguido reflejarlo, si puso esfuerzo o su traducción fue una tarea de oficina, a tanto por página. Cuando una página no transcurre como esperaría, me pregunto si es obra del autor o del traductor. Me ha pasado en algún caso de abandonar la lectura y buscar otras traducciones. Esto ha significado que asuma el trabajo de tratar de averiguar sobre la pericia del traductor. En fin, que tratándose de un autor que escribe en otra lengua, trato de averiguar cómo se llegó a la edición, por esta razón, y por otras propias de la tarea de preparación y publicación. En el caso de la poesía, esto es aún peor, y prácticamente renuncio a leer autores no hispanohablantes. En la medida en que medianamente puedo manejarme razonablemente con el inglés y el italiano, trato de leer estos autores en su lengua, para al menos ver la letra estampada del autor, y hacerme una idea de cuál era su habla, su vocabulario, su cadencia. Limitadamente, porque el problema del traductor no desaparece, lo represento en mi propia lectura. Traduttore, traditore.

Lo digo a propósito de la traducción de Ser y Tiempo de Martin Heidegger hecha por Jorge Eduardo Ribera, desde de la edición de 1988. La segunda hecha para la lengua castellana: la primera es de José Gaos, a partir de la edición del Fondo de Cultura Económica en 1951. Tanto Gaos como Ribera dedicaron un prólogo en sus respectivos momentos para explicar el trabajo al que se enfrentaron, y sus estrategias para resolverlo. Es notable que ambos llegan en un momento a la consideración de una estrategia similar de traducción, aunque Gaos finalmente decide un camino que no es el que inicialmente se proponía, y que es el que Ribera toma. Debo decir que varias generaciones , hasta finales del siglo XX (hasta 1996), conocieron a Ser y Tiempo de Heidegger, sólo a través de Gaos, e incluyo en esto a mi generacion.

Yendo al prólogo de Ribera, éste se pregunta primero si se justificaba una nueva versión, y concluye que sí, basado en que, si bien Gaos respeta fielmente la conversión del alemán, esto termina siendo un problema:

El problema de la traducción de Gaos estriba, mas bien, en la dificultad, a veces casi insuperable, con que se ve enfrentado el lector cuando intenta comprender el texto español. La experiencia de treinta años (...) me ha hecho ver que el texto de José Gaos es difícilmente utilizable por personas que carezcan del conocimiento de la lengua alemana. Hay en él frases de tal modo enredadas e indescifrables, que vuelven enormemente dificultosa la comprensión de un texto ya de suyo difícil de entender. Por otra parte, muchas veces Gaos traduce como términos técnicos palabras que son enteramente corrientes en alemán: el lenguaje siempre vivo y elocuente de Heidegger se convierte en una lengua rígida, hirsuta e incluso algo esotérica. La inexorable consecuencia con que Gaos mantiene a toda costa y en todos los contextos la traducción de una determinada palabra, aunque la frase española se convierta, de este modo, en un galimatías apenas comprensible, es otro de los defectos de la traducción hasta ahora existente (...).
Digamos que Ribera fue un discipulo de Heidegger, y posteriormente doctorado en filosofía en Alemania, España, Chile, es decir, no propiamente un traductor. Su versión se fue construyendo como un auxilio para sus cursos durante años, hasta 1988:

En 1988, con el apoyo del Katholischer Akademischer Austauschdienst y de la fundacion Alexander von Humboldt, elaboré, en Alemania, en constante diálogo con el profesor Friedrich-Wilhemvon Herrmann, una nueva versión de mi propia traducción. Conversaciones ocasionales con el profesor Hans-Georg Gadamer y con el profesor Max Müller ayudaron a la comprensión más exacta de algunos pasajes especialmente difíciles. También debo mencionar aquí algunos encuentros con François Fèdier y con el traductor francés François Vezin, quienes tuvieron a bien examinar conmigo algunos puntos particulares del texto. El resultado de esta nueva reelaboración fue un texto muchísimo más límpido y más comprensible.

A continuación, Ribera explica lo más importante de esta y toda otra traducción:

Esta segunda versión fue sometida nuevamente a un examen riguroso,  realizado esta vez en equipo. El principio que guió el trabajo de este equipo fue que la obra debía hablar en castellano, lo cual quiere decir que la fidelidad a un texto no consiste en la repetición literal de lo dicho en el original, sino, más bien, en la recreación de eso que allí está dicho, para decirlo en la forma que es propia de la lengua a la cual se lo traduce. En este sentido, una traducción es en sí misma, necesariamente, una interpretación, y no puede dejar de serlo. Si sólo se contentara con repetir literalmente lo dicho en la lengua de origen, en muchas ocasiones la traducción sería incomprensible o incluso disparatada. No se trata tan solo del hecho de que, para traducir, se debe empezar por hacer una interpretación del texto -cosa por lo demás obvia- , sino que lo que aquí afirmamos es que la traducción misma es, ya en sí, una interpretación. Con frecuencia, justamente al intentar decir en castellano lo que está dicho en alemán, se nos aclaraba el propio texto original. Era la traducción, esto es, la necesidad de decir en el propio idioma lo que estaba dicho en un idioma ajeno, lo que nos forzaba a repensar lo dicho. No el modo como estuviera dicho, sino lo dicho mismo: la cosa de la que el texto original hablaba. Cada lengua tiene sus propias posibilidades de decir las cosas,y todo el problema de la traducción estriba en aprovechar las  posibilidades de la propia lengua: digo de aprovecharlas para decir lo mismo que está dicho en el original, pero de un modo diferente,del modo que corresponde al genio de la propia lengua.

Quienes fueron Gaos y Ribera: José Gaos, español, siguió el pensamiento de Heidegger desde los años 40 del siglo XX. Emigrado a México, su traducción fué madurando en sus clases de filosofía en México, hasta su primera publicación en 1951.

Jorge Eduardo Ribera, chileno, estudió y trabajó con Heidegger en Alemania, y su proyecto fue madurando en sus clases, hasta una primera edición en 1988, y una primera publicada en el mundo hispanohablante en 1996.

Nayelli Castro Ramirez, investigadora mexicana, escribió un análisis de estas dos traducciones: "El ser y el tiempo de Martin Heidegger, en la traducción de José Gaos (1951)". En su escrito se muestra el curioso hecho de que Gaos coincide con el futuro plan de Ribera, aunque no lo pone en práctica.

La edición de Trotta de 2012 de Ser y Tiempo enumera los pasos de la traducción de Ribera: La presente traducción de Ser y tiempo —segunda en el mundo de habla castellana— es el fruto de veintitrés años de trabajo. El traductor tuvo sus primeros contactos con Martin Heidegger en 1961, permaneciendo en estrecha relación con él. Entre 1973 y 1975 concluyó la primera versión del texto, que el propio Heidegger conoció y aprobó. En 1988 preparó una segunda versión; esta vez en reuniones semanales con el editor de Heidegger en alemán, Friedrich-Wilhelm von Herrmann, y el apoyo de Hans-Georg Gadamer y el profesor Max Müller. Finalmente, en 1991 inició una tarea de cinco años con un equipo multidisciplinario de especialistas, que daría como resultado, en 1995, la tercera y definitiva versión. Con todo, y más allá de la historia, la traducción de Ser y tiempo de Jorge Eduardo Rivera C. constituye un hito para la filosofía actual.

La editorial Trotta presenta así a Ribera: (Santiago de Chile, 1927-2017) Entre los años 1946 y 1952 realizó estudios de Filosofía y Teología en el Seminario-Escolasticado de la Congregación de los Sagrados Corazones de Valparaíso. En la década de los 60, y como becario Humboldt, se desplaza a Alemania a realizar estudios de postgrado bajo la tutela de Bernhard Welte y Eugen Fink. Posteriormente, entre los años 1966 y 1968, desarrolla una intensa colaboración filosófica con Xavier Zubiri en Madrid.  En el año 1971 retoma sus estudios de Doctorado en Heidelberg bajo la tutela de Hans-Georg Gadamer, recibiendo el título de Doctor en Filosofía en el año 1973 por la misma universidad.  En 1978, y nuevamente como becario Humboldt, realiza una estadía de investigación con el Prof. Heribert Mühlen de Paderborn, dedicada a una investigación teológico-filosófica sobre la experiencia de la fe. A partir de 1997, y hasta la fecha de su muerte, Rivera trabajó como Titular Adjunto en el Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En el año 2003, con ocasión de sus 75 años, se publica el libro en su honor, La filosofía como pasión.

En el año 1998 es galardonado con el premio Ateneo de Santiago por su aclamada traducción de Ser y tiempo. En el 2003 recibe el Premio al Mérito de la Universidad Andrés Bello de Santiago y el Premio a los 15 Mejores Profesores de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En 2010 es homenajeado por la Fundación Zubiri por su incesante trabajo de divulgación del pensamiento del filósofo español. En el año 2011, la Sociedad Iberoamericana de Estudios Heideggerianos le hace entrega, en su calidad de miembro honorífico, del “Premio Franco Volpi”, en reconocimiento a su dilatada trayectoria filosófica consagrada al pensamiento de Martin Heidegger.

domingo, febrero 26, 2023

Fake news y verdad tribal

 En un artículo de Claudio Andrade, en Seul:

La indiferencia hacia la verdad es una característica cada vez más notoria de la sociedad digital. El lector ya no despliega su diario con todo el día por delante, sino que se expone a una multiplicidad de pantallas con el ánimo bien provisto de ideas propias y ajenas. La oferta es casi infinita y funciona como caldo de cultivo para la inexactitud y el dato cautivo. Y es ese dato políticamente conveniente el que le da sentido a los millones que se sientan frente a un televisor o una computadora para entretenerse.

Los titulares disparados al cielo digital con premura y deseo militante le hicieron un mal difícil de mensurar a una profesión ya de por sí muy cuestionada. A esta altura, la única manera de defender nuestro trabajo no es a través de lo que “dicen todos”, sino los que saben y, sobre todo, con los datos obtenidos en el terreno, ahí donde sucedieron los hechos. Atrapar una porción de realidad suele ser engorroso, pero nos lleva a caminos menos obvios y menos enfermos.

Se refiere a tres casos conocidos en Argentina, dos de ellos vinculados a un frente que no existía en el país: los reclamos de organizaciones indigenistas asociadas a los mapuches en el sur. Por largos años, este fue un problema sólo de Chile, donde estas organizaciones practicaban (probablemente hoy también) el terrorismo y la persecución de granjeros y colonias. En ocasiones estas acciones terminaron con el incendio de las casas y en extremo, con la muerte de granjeros. Desde hace algunos años, poco más de una década, estas acciones han llegado a Argentina. Los dos casos comentados por Andrade pertenecen a militantes indigenistas que murieron  o participaron en acciones violentas, y que fueron respaldados desde buena parte del periodismo y redes, a pesar de que finalmente quedó claro que los supuestos ataques que sufrieran no sucedieron como se sostenía. Este es un tema que suena lejano, si no lo asociamos con los nacionalismos europeos. No funcionan distinto.

Las fake news no serían posibles sin una predisposición a la verdad preestablecida: se asiente como verdadero a aquello que previamente coincide con postulados aceptados en la tribu.

domingo, febrero 19, 2023

Cesare Pavese


El fin del verano  (La playa)

Dos amigos, uno con su reciente esposa (Doro y Clelia), acuerdan pasar unas semanas en la playa en la Riviera, donde suelen encontrarse en los veranos. Se les unen otros amigos (Guido, Ginetta, Nina), veraneantes (Berti)y viejos conocidos del lugar, de su historia pasada (. Unas semanas apartadas del tiempo, que finalizan algo antes de lo que hubieran esperado. Estas son sus últimas líneas:

Berti, como de costumbre, apareció por el restaurante. Entró como una sombra, y supe que lo tenía delante de la mesa antes aún de alzar los ojos. Me pareció tranquilo.

Por su cara desganada y molesta hubiera dicho que sabía lo de la marcha. Y, en cambio, me preguntó si esa mañana había ido a la playa. Intercambiamos unas frases, y hablando yo buscaba lo que debería decirle. Le pregunté cuándo regresaba a la ciudad.

Hizo un gesto de hastío.

-Regresan todos, dije-.

Cuando supo lo de Clelia, jugueteó con la caja de cerillas. No le había revelado el motivo de la partida; después me pareció mortificado- me relampagueó la idea de que se consideraba él la causa, por el incidente del baile- y entonces le dije que, según sus deseos, la señora se había portado como una buena esposa y concebido un niño. Berti me miró sin sonreír; después sonrió sin motivo, dejó la cajita y balbució: -Me lo esperaba.

-Es una lata -le dije- que ocurran estas cosas. Las señoras como Clelia nunca deberían caer en el garlito.

Sin que yo me diera cuenta de la transición, Berti se puso inconsolable. Recuerdo que regresamos juntos hacia la casa, y yo callaba, y él callaba y giraba los ojos en torno.

-¿Regresarás a Turín?- le dije.

Pero él quería ir a Génova. Me pidió prestado el dinero del viaje. Le dije que si estaba loco. Me respondió que había podido mentir y pedírmelo para saldar una deuda, pero que conmigo la sinceridad era un derroche. Quería simplemente volver a ver a Clelia y despedirse.

-¿Qué crees?- exclamé-, ¿que se acuerda de tí?

Entonces calló de nuevo. Yo pensaba en lo extraño de aquello: yo tenía el dinero para el viaje y no lo hacía. Entretanto, llegamos a la callejuela, y la visión del olivo me irritó. Empezaba a comprender que nada es más inhabitable que un lugar donde se ha sido felíz. Comprendía porqué Doro había cogido el tren para regresar a las colinas, y a la mañana siguiente había vuelto a su destino.

Esa misma noche nos encontramos en el café -estaban todos, incluso Guido, incluso Nina en su mesita- y decidí a Berti a regresar conmigo a Turín. Guido quería llevarnos a bailar, estaba dispuesto a llevarlo hasta a él. Pero nos marchamos esa noche.

La playa, de Cesare Pavese, escrita en 1941.


sábado, enero 28, 2023

La Banda de los Cuatro renace en USA


 Santiago Francisco Peña publicó en Seul  el 22 de enero, un artículo a propósito de la ocurrencia de una historiadora americana, Erika Edwards, que cuestiona como racista la falta de jugadores negros en la selección argentina de fútbol. Algo que si en lugar de guiarse por el adoctrinamiento y el pensamiento dogmático, lo hubiera hecho por el análisis y la investigación, como se esperaría de su instrucción académica, no hubiera formulado la pregunta: el comercio de esclavos africanos fue de un volúmen mínimo por siglos, por la simple razón de que la economía argentina fue desde su orígen mayoritariamente extensiva. El gran movimiento económico estuvo relacionado de inicio y cada vez más, con la ganadería extensiva, a campo abierto, y luego con la agricultura extensiva. Existieron manufacturas que requerían  mano de obra, pero especialmente en el noroeste y en cantidades muy limitadas, de subsistencia y para el mercado local. No hacían falta grandes masas de trabajadores; no había caña de azúcar, no había latifundios para el algodón, no había grandes minerías. En todo caso, la Argentina de la Confederación fue exportadora de carnes saladas para los esclavos de los centros cañeros del Caribe. Más aún, la Asamblea Constituyente de 1813 declaró la "libertad de vientres", es decir, que si bien entonces los padres seguirían siendo esclavos, los hijos nacidos a partir de ese momento serían libres. De hecho, las condiciones de vida de los esclavos eran suficientemente benignas como para que por años (antes y después de la independencias), fuerzas brasileras  organizaran partidas en la frontera, para cazar a los esclavos que escapaban a Argentina, siendo un continuo motivo de escaramuzas. Más aún, si bien ciertamente se reclutó esclavos en la guerra de independencia, a aquellos que se enrolaran se les otorgaba la libertad. Hecho que también habla de otra característica: que esos negros "esclavizados" en realidad estaban en condiciones de semilibertad individual: en grandes extensiones del país no vivían en cuadras ni encadenados, sino que salían con su caballo a arrear o sacrificar ganado. Si no hubiera sido así, resulta difícil creer que sus dueños hacendados los hubieran cedido para la guerra. Y aún más: la población negra que vivía en la Provincia de Buenos Aires en general era partidaria activa del gobierno federal, como lo demuestra Amalia, la obra de José Mármol, un intelectual de la sociedad rica de Buenos Aires. Finalmente, la guerra de la Triple Alianza, de 1864 a 1870 diezmó una población que de todas formas no era ya excesivamente abundante, y lo que no fue mermado por la guerra, lo fue por la fiebre amarilla que afectó a toda la sociedad argentina.

Pero el punto central de el incidente comentado por Peña no es el análisis social histórico de Argentina, sino la actitud dogmática de Edwards, que es un hecho común y repetido hoy:

Parece un buen momento, entonces, para poner el foco sobre algunas concepciones de base que vienen ganando peso en la academia norteamericana en las últimas décadas y que explican las motivaciones de la profesora Edwards. Quisiera detenerme en algo que está sucediendo específicamente en el área de las Letras Clásicas, esto es, en el estudio de la lengua y cultura griega y latina, en el estudio de los orígenes culturales de nuestra civilización. Se ha vuelto habitual en este ámbito leer o escuchar que la tradición grecorromana es esencialmente “racista” y que es preciso “descolonizar” los estudios de latín y griego mediante una mayor representación de sectores considerados como previamente postergados. Estas concepciones han llegado a traducirse en reformas de planes de estudio en algunas de las universidades más importantes.

Un ejemplo que hizo ruido es el de la Universidad de Princeton, donde en 2021 se eliminó el requisito de nivel intermedio de latín y griego para iniciar un major en Clásicas, en cuyos primeros años tampoco se requerirá el estudio de esas lenguas entre los cursos ofrecidos. Esta medida fue acompañada por sendas reformas en los departamentos de “Politics” y “Religion”, donde se incorporaron cursos sobre racismo. La universidad ha sostenido que esta medida apunta a paliar el “racismo sistemático en el campus” y contribuir a la formación de una “comunidad intelectual más vibrante”, lo que sea que eso signifique. A pesar de las objeciones presentadas por ex alumnos y otros críticos externos, la reforma ya se encuentra en curso. El cuerpo de profesores de la universidad, por su parte, guardó un prudente silencio que merece ser analizado.

Peña comenta un caso particularmente notable (y alarmante) de 2019, cuatro años atrás:

Quisiera traer a colación un episodio sucedido en el congreso anual de la Sociedad de Estudios Clásicos norteamericana (SCS) realizada en San Diego en enero de 2019, en el marco de un workshop cuyo tema era “el futuro de los estudios clásicos”. El panel, compuesto por tres profesores universitarios norteamericanos, se propuso hacer un balance del siglo y medio de vida de la SCS y trazar un horizonte hacia el futuro. Entre los expositores se encontraba la profesora Sarah Bond, de la Universidad de Iowa, en ese momento responsable de la comunicación en redes sociales de la SCS y fundadora del llamado WOHA (Women of Ancient History, o Mujeres de la Historia Antigua), quien exigió profundizar la “diversificación de citado”, esto es, que hubiera una representación más “diversa” en términos étnicos y de identidad sexual entre nuestra elección de referencias bibliográficas. En otras (sus) palabras, que los investigadores debían deliberadamente reducir la proporción de citas de hombres blancos (“male white men”) en favor de women of colour. El mismo criterio debía seguirse, naturalmente, en la conformación de paneles, comités, boards de revistas, proyectos de investigación, etc.

(...) Finalmente, las palabras del tercer expositor fueran probablemente el quid del asunto. Nos referimos a Dan-el Padilla Peralta, profesor de Latín de Princeton, quien sostiene regularmente (y ese día no fue la excepción) que los estudios clásicos, así como la sociedad norteamericana y la civilización occidental en su conjunto, adolecen de un racismo sistemático y estructural, donde reinan, según su óptica, la white supremacy y el white privilege. Su “proyecto emancipatorio” o intento de “justicia epistémica reparadora” es radical: “descolonizar” la academia a través del abandono de una sagrada tradición científica como la evaluación anónima (o simplemente impersonal) de la producción científica. En efecto, sostuvo en su exposición que las políticas de publicación en journals sólo consolidan la estructura racista y que era necesario que los white male men “renunciaran a sus privilegios” en favor de gender-non-conforming scholars of colour.

Según se puede observar en la grabación, el auditorio respondió a estas expresiones con una aprobación casi unánime. Decimos “casi” unánime porque la profesora Mary Frances Williams tomó el micrófono con el objetivo de manifestar su desacuerdo con los puntos de vista expuestos. Podríamos sintetizar sus objeciones en dos ideas sencillas. Por un lado, que el corazón de los estudios clásicos es el trabajo filológico y el estudio de las lenguas originales de los textos, de las voces del pasado, por lo cual no es posible abandonar esto sin desnaturalizar la disciplina en su conjunto. Por otra parte, que la tradición clásica ha dejado como legado nociones como libertad, igualdad y democracia que han forjado la modernidad y, con ella, la concepción de que el mérito, el esfuerzo y el talento son más importantes que los orígenes étnicos o de cualquier otro tipo para el desarrollo personal y profesional.

 La respuesta de los panelistas fue granítica. Una de las expositoras llegó a expresar que no se identificaba con la civilización occidental (cuya sola existencia puso en duda) y que el estudio no debía concentrarse en autores canónicos como Homero, Cicerón, Demóstenes o Heródoto porque todos ellos eran white male men. Sin embargo, el clímax llegó cuando Williams le dijo a Padilla Peralta que ella no creía que él hubiera obtenido su trabajo (una cátedra tenured, o vitalicia, en Princeton) por su fenotipo sino por su mérito personal. El problema estuvo en un punto de difícil traducción. Las palabras textuales de Williams fueron: “You may have gotten your job because you’re black, but I’d prefer to think you got your job because of merit”.

Más allá de la lectura semántica y pragmática que podamos hacer de sus palabras, tras la respuesta de Padilla, quien la acusó de racismo, se le retiró el micrófono, se la invitó a retirarse y se le prohibió asistir a los eventos de la SCS en los días sucesivos por “acoso” (harassment). Algunas semanas después, la SCS envió un mail general a todos sus miembros repudiando y expulsando a Williams por haber “acusado a un profesor de haber obtenido su puesto por ser black”, interpretación que no parece desprenderse de lo que se escucha en el video, donde parece haber expresado, más bien, la idea contraria. Acto seguido, también fue cesada de sus funciones de la Asociación de Historiadores de la Antigüedad (AHA). Sus intentos de expresar su visión de los hechos fueron inmediatamente desestimados. De más está aclarar que el coraje de la profesora Williams derivó en una reducción significativa de sus vínculos y caminos de desarrollo profesional. 

Ver este artículo de la posición mayoritaria del panel. También Sarah Bond ha salido salpicada ese día.

Francamente, esta actitud intolerante, negando la discusión razonada y la disención académica a propósito de la cultura en la que se ha construido la sociedad actual y pasada, hace recordar repetidas épocas de fanatismo rabioso sobre distintos conceptos políticos, religiosos o sociales. Progresivamente se extiende un cuerpo de ideas que no acepta una idea distinta a la suya. Esta posición de combate ideológico recuerda la campaña del senador McCarthy, que provocara la expulsión o encarcelamiento en Estados Unidos de escritores, profesores, actores, directores cinematográficos, científicos, emigrados a Europa ante el riesgo de ser descalificados y encarcelados. El macartismo, por recordar un proceso parecido y relativamente próximo, para no hablar de otras intolerancias religiosas y políticas del pasado. No se trata de exagerar las consecuencias de un acto aislado: en los últimos y recientes años abundan este tipo de hechos y de conceptos.

Recordemos el extremo de la intolerancia que representó  la revolución cultural china, que terminó con masas de jóvenes en las calles atacando a quienes no se mostraran incondicionales del pensamiento de Mao Tse Tung, reduciéndo toda la base del conocimiento a la lectura fanática del libro rojo, pequeño manual bueno para curar un roto y un descosido. De su corto apogeo nos ha quedado el concepto de "reeducación ideológica" en campos de trabajos forzados, la "autocrítica" de los arrepentidos a palos,  y el "centralismo democrático". Una generación perdida.

La foto, reproducción de guardias rojos chinos en la revolución cultural. Uno de los centenares de miles de Dazibaos de la revolución cultural.


domingo, enero 22, 2023

Rosa Diez en 2008

 


Hace poco leí "Merece la pena", de Rosa Díez. En cierto modo, unas memorias inacabadas, y un proyecto que en 2008, en el momento de publicarlo, tenía la expectativa de ofrecer una alternativa a la política española posterior a 1975. Desde entonces, su proyecto falló, y el escenario en que Díez trabajaba, no ha dejado de empeorar. Tanto la situación política que se vivía al comenzar los años 2000, como la posición de las dirigencias que hoy agravan nuevos actores. En ese tiempo, UPYD creció, consiguió resultados, falló en mantener un partido homogéneo y unido, y se disgregó, dando su lugar y sus afiliados a un nuevo intento, Ciudadanos, que reinició un ciclo de crecimiento y destrucción, y en sentido práctico, también ya es historia.

Sin embargo, el libro no ha perdido vigencia en absoluto. De él tomo el estilo político del PSOE, que mantiene una línea coherente en el pasado remoto, bien comentado por Orwell en su "Homenaje a Cataluña" y otros textos, en los años en que Díez pasó a ser una "apestada" del PSOE de Zapatero , minuciosamente contado en su libro, y lo que ahora mismo podemos ver de su actividad, sin recurrir a ningún mediador, simplemente atendiendo a sus actos diarios: mentira, difamación, sectarismo, avasallamiento de quien no piense igual que el Líder. En sus pretensiones  y alianzas, probablemente el PSOE más próximo al de la guerra civil. Y también, el espíritu estalinista para adentro y disgregador para España como nación: Así fue en la visión dejada por Orwell, así lo fue en la era de Zapatero, y así es ahora, en lo que nos toca vivir.

Sólo una palabra más sobre el turbio accionar del PSOE en su trato con Díez: las respuestas malvadas de la tropa de tuiteros de partido dedicados a desvalorizar y descalificar cada tuit publicado por Rosa Díez. Invariablemente, la respuesta es no contestar jamás a lo que dice, sino descalificarla: abuela, vete a tomar las pastillas, hoy no te has tomado las pastillas, vete a hacer el bordado...

jueves, enero 05, 2023

Gabo y Castro


Escrito por Manuel Pereira y publicado el 29 de diciembre pasado en Zenda:

En 1981 yo impartía en la UNAM unas conferencias sobre cine cubano cuando recibí en mi hotel de la Zona Rosa una llamada de Gabriel García Márquez. Me pidió que acudiera a su casa, en la calle Fuego, en la zona exclusiva del Pedregal. Comimos en un restaurante cercano llamado El Perro Verde, o algo así. Me pidió que leyera su última novela, tenía prisa, era corta. ¿Cuál era el misterio de tanto apremio? Él sabía que me faltaban un par de días para regresar a La Habana. “Puedo leerla en el avión”, le dije. No, tenía que hacerlo en México. Estaba tan apurado por darme el manuscrito que al salir de la fonda olvidó la billetera en la mesa. Se dio cuenta en su casa, y me pidió que fuera a buscarla al Perro Verde. El camarero era decente y la tenía guardada, a pesar de estar bastante abultada, como supongo deben de estar las carteras de los escritores famosos. “Está todo”, suspiró el Gabo tras contar los billetes.

Me entregó la novela. Empecé a leerla enseguida en su casa, y luego me encerré en el hotel para seguir leyendo. La leí en un par de sentadas, aunque sin saber qué esperaba de mí el famoso escritor. La historia de los dos hermanos que apuñalan a Santiago Nasar estaba bien estructurada, fluía eficazmente, como todo lo del Gabo; con su impecable prosa de orfebre, no faltaba ni sobraba una coma, los adjetivos eran precisos, los personajes bien dibujados. Al día siguiente nos encontramos de nuevo. Entonces me dijo: “Eres el segundo lector de esta obra, después de Mercedes, por supuesto”.

“Es un honor”, respondí.

Pero… ¿cuál era el misterio de tanta prisa?

Me confesó que quería que Fidel lo autorizara a publicar este libro.

¿Por qué?

Porque había hecho un juramento público: no volvería a publicar mientras Pinochet siguiera en el poder. “Y el problema es que no se cae”, refunfuñó. “Y mientras tanto, escribí esta obra y tengo muchas ganas de publicarla”. Pero antes de romper su promesa anunciada debía consultarlo con Fidel.

En efecto, desde El otoño del patriarca (1975) el Gabo no había publicado nada de ficción. Demasiado tiempo en silencio para un escritor tan cotizado.

¿Y yo qué tenía que ver con todo eso?

—Quiero que le lleves este libro a Fidel.

—Yo no conozco personalmente a Fidel, no tengo acceso directo.

Dudó un instante y agregó:

—Pero sí conoces a Carlos Rafael Rodríguez, ¿verdad?

—A él sí lo conozco.

—Bueno, se lo das a él para que se lo dé a Fidel.

Luego quiso saber mi opinión sobre la novela, lo cual halagó al treintañero que yo era. Con mucho tacto, le comenté que su relato me recordaba vagamente a Rashomon —tanto los dos cuentos de Akutagawa como la película de Kurosawa— por aquello de los múltiples testigos o las diversas versiones sobre un crimen, pero él dijo que no, que su fuente de inspiración había sido el asesinato de Julio César. Pensé en los augures, en la fatalidad de la tragedia griega, y concluí que tenía razón, aunque lo japonés no se lo quitaba nadie al Gabo, como se evidenció más tarde con Memoria de mis putas tristes, tan afín a La casa de las bellas durmientes, de Kawabata, ya desde el epígrafe.

Veinticuatro horas más tarde aterricé en La Habana y le entregué ese texto clandestino (no anunciado) a Carlos Rafael Rodríguez. Poco después Crónica de una muerte anunciada fue publicada simultáneamente en Colombia, en España, en México y en Argentina. Obviamente el Gabo había obtenido el imprimátur de Fidel Castro, como compete a toda alta autoridad eclesiástica o ideológica. La Edad Media en estado puro.

El triste papel de demasiados miembros de la "Nueva Novela Latinoamericana" postrados literalmente ante los "revolucionarios" cubanos y su Casa de las Américas. Se llamen García Márquez, Mario Benedetti o Julio Cortázar, por convencimiento o por conveniencia. Menos justificables a medida que los años pasaban y Cuba y la URSS se parecían más a Batista o Pinochet. 
Nadie mejor que un escritor cubano como Pereira para juzgarlos: en otro contexto, como decía Martí, "Yo viví en el monstruo y le conozco las entrañas".

En la foto, Manuel Pereira. Tomada de https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=14772515