domingo, marzo 26, 2023

Declinacion


Zanny Minton Beddoes , editora jefe de The Economist, a propósito del seguimiento de la revista de un foro económico en China:

We publish this week’s issue as I am in China, attending the China Development Forum. Plenty of Americans and Europeans will be here, in spite of the tensions. Deng Xiaoping urged China to “hide your capacities, bide your time”, but his successor, Xi Jinping, wants to reshape the post-1945 world order. His ambition has been on display in Moscow this week, where he has visited his Russian counterpart, Vladimir Putin. Mr Xi believes in the inexorable decline of the Amer­ican-led world order, with its professed concern for rules and human rights. He aims to twist it into a more transactional system of deals between great powers. Do not underestimate the perils of this vision—or its appeal around the world.

A lesser man than Xi Jinping might have found it uncomfortable. Meeting Vladimir Putin in Moscow this week, China’s leader spoke of “peaceful co-existence and win-win co-operation”, while supping with somebody facing an international arrest warrant for war crimes. But Mr Xi is untroubled by trivial inconsistencies. He believes in the inexorable decline of the American-led world order, with its professed concern for rules and human rights. He aims to twist it into a more transactional system of deals between great powers. Do not underestimate the perils of this vision—or its appeal around the world.

On Ukraine China has played an awkward hand ruthlessly and well. Its goals are subtle: to ensure Russia is subordinate but not so weak that Mr Putin’s regime implodes; to burnish its own credentials as a peacemaker in the eyes of the emerging world; and, with an eye on Taiwan, to undermine the perceived legitimacy of Western sanctions and military support as a tool of foreign policy. Mr Xi has cynically proposed a “peace plan” for Ukraine that would reward Russian aggression and which he knows Ukraine will not accept. It calls for “respecting the sovereignty of all countries”, but neglects to mention that Russia occupies more than a sixth of its neighbour.

Quizá contando a partir del 11 de septiembre de 2001, la sucesión de acontecimientos no deja de mostrar que inexorablemente (¿o no?) se produce una declinación del orden político que vivimos desde el fin de la segunda guerra mundial. Al descubrimiento de que Estados Unidos también era vulnerable, le hemos agregado otro hito: la invasión de Ucrania, con su carga de amenazas de restauración de las fronteras de la Unión Soviética. Tal como están las cosas, es más probable que las amenazas sobre las antiguas dependencias soviéticas se incrementen, así como Taiwan esté más cerca del destino de Hong Kong, que lo contrario.

No es el mundo de posguerra uno ideal, pero sí ha sido más positivo en América y Europa, al menos. Los sistemas sociales y políticos que hoy acrecientan su presión sobre este mundo, no prometen equidad, o esperanza. 

Sin embargo, los cambios sociales se extienden por décadas, o centurias, y se suceden insensiblemente, en pequeños grados que sólo toman sentido mirando largos períodos de tiempo: mientras Giordano Bruno era quemado (vivo) en la hoguera, Cervantes y Shakespeare escribían sus mejores obras. ¿Qué prevalecerá?.

sábado, marzo 18, 2023

Traduciendo a Heidegger


 Abordar un libro de un autor extranjero crecientemente me incomoda, especialmente cuando se trata de una obra literaria (en material técnico el problema es bastante menor). Me pregunto en esos casos si el traductor ha respetado la intención del autor, y si ha conseguido reflejarlo, si puso esfuerzo o su traducción fue una tarea de oficina, a tanto por página. Cuando una página no transcurre como esperaría, me pregunto si es obra del autor o del traductor. Me ha pasado en algún caso de abandonar la lectura y buscar otras traducciones. Esto ha significado que asuma el trabajo de tratar de averiguar sobre la pericia del traductor. En fin, que tratándose de un autor que escribe en otra lengua, trato de averiguar cómo se llegó a la edición, por esta razón, y por otras propias de la tarea de preparación y publicación. En el caso de la poesía, esto es aún peor, y prácticamente renuncio a leer autores no hispanohablantes. En la medida en que medianamente puedo manejarme razonablemente con el inglés y el italiano, trato de leer estos autores en su lengua, para al menos ver la letra estampada del autor, y hacerme una idea de cuál era su habla, su vocabulario, su cadencia. Limitadamente, porque el problema del traductor no desaparece, lo represento en mi propia lectura. Traduttore, traditore.

Lo digo a propósito de la traducción de Ser y Tiempo de Martin Heidegger hecha por Jorge Eduardo Ribera, desde de la edición de 1988. La segunda hecha para la lengua castellana: la primera es de José Gaos, a partir de la edición del Fondo de Cultura Económica en 1951. Tanto Gaos como Ribera dedicaron un prólogo en sus respectivos momentos para explicar el trabajo al que se enfrentaron, y sus estrategias para resolverlo. Es notable que ambos llegan en un momento a la consideración de una estrategia similar de traducción, aunque Gaos finalmente decide un camino que no es el que inicialmente se proponía, y que es el que Ribera toma. Debo decir que varias generaciones , hasta finales del siglo XX (hasta 1996), conocieron a Ser y Tiempo de Heidegger, sólo a través de Gaos, e incluyo en esto a mi generacion.

Yendo al prólogo de Ribera, éste se pregunta primero si se justificaba una nueva versión, y concluye que sí, basado en que, si bien Gaos respeta fielmente la conversión del alemán, esto termina siendo un problema:

El problema de la traducción de Gaos estriba, mas bien, en la dificultad, a veces casi insuperable, con que se ve enfrentado el lector cuando intenta comprender el texto español. La experiencia de treinta años (...) me ha hecho ver que el texto de José Gaos es difícilmente utilizable por personas que carezcan del conocimiento de la lengua alemana. Hay en él frases de tal modo enredadas e indescifrables, que vuelven enormemente dificultosa la comprensión de un texto ya de suyo difícil de entender. Por otra parte, muchas veces Gaos traduce como términos técnicos palabras que son enteramente corrientes en alemán: el lenguaje siempre vivo y elocuente de Heidegger se convierte en una lengua rígida, hirsuta e incluso algo esotérica. La inexorable consecuencia con que Gaos mantiene a toda costa y en todos los contextos la traducción de una determinada palabra, aunque la frase española se convierta, de este modo, en un galimatías apenas comprensible, es otro de los defectos de la traducción hasta ahora existente (...).
Digamos que Ribera fue un discipulo de Heidegger, y posteriormente doctorado en filosofía en Alemania, España, Chile, es decir, no propiamente un traductor. Su versión se fue construyendo como un auxilio para sus cursos durante años, hasta 1988:

En 1988, con el apoyo del Katholischer Akademischer Austauschdienst y de la fundacion Alexander von Humboldt, elaboré, en Alemania, en constante diálogo con el profesor Friedrich-Wilhemvon Herrmann, una nueva versión de mi propia traducción. Conversaciones ocasionales con el profesor Hans-Georg Gadamer y con el profesor Max Müller ayudaron a la comprensión más exacta de algunos pasajes especialmente difíciles. También debo mencionar aquí algunos encuentros con François Fèdier y con el traductor francés François Vezin, quienes tuvieron a bien examinar conmigo algunos puntos particulares del texto. El resultado de esta nueva reelaboración fue un texto muchísimo más límpido y más comprensible.

A continuación, Ribera explica lo más importante de esta y toda otra traducción:

Esta segunda versión fue sometida nuevamente a un examen riguroso,  realizado esta vez en equipo. El principio que guió el trabajo de este equipo fue que la obra debía hablar en castellano, lo cual quiere decir que la fidelidad a un texto no consiste en la repetición literal de lo dicho en el original, sino, más bien, en la recreación de eso que allí está dicho, para decirlo en la forma que es propia de la lengua a la cual se lo traduce. En este sentido, una traducción es en sí misma, necesariamente, una interpretación, y no puede dejar de serlo. Si sólo se contentara con repetir literalmente lo dicho en la lengua de origen, en muchas ocasiones la traducción sería incomprensible o incluso disparatada. No se trata tan solo del hecho de que, para traducir, se debe empezar por hacer una interpretación del texto -cosa por lo demás obvia- , sino que lo que aquí afirmamos es que la traducción misma es, ya en sí, una interpretación. Con frecuencia, justamente al intentar decir en castellano lo que está dicho en alemán, se nos aclaraba el propio texto original. Era la traducción, esto es, la necesidad de decir en el propio idioma lo que estaba dicho en un idioma ajeno, lo que nos forzaba a repensar lo dicho. No el modo como estuviera dicho, sino lo dicho mismo: la cosa de la que el texto original hablaba. Cada lengua tiene sus propias posibilidades de decir las cosas,y todo el problema de la traducción estriba en aprovechar las  posibilidades de la propia lengua: digo de aprovecharlas para decir lo mismo que está dicho en el original, pero de un modo diferente,del modo que corresponde al genio de la propia lengua.

Quienes fueron Gaos y Ribera: José Gaos, español, siguió el pensamiento de Heidegger desde los años 40 del siglo XX. Emigrado a México, su traducción fué madurando en sus clases de filosofía en México, hasta su primera publicación en 1951.

Jorge Eduardo Ribera, chileno, estudió y trabajó con Heidegger en Alemania, y su proyecto fue madurando en sus clases, hasta una primera edición en 1988, y una primera publicada en el mundo hispanohablante en 1996.

Nayelli Castro Ramirez, investigadora mexicana, escribió un análisis de estas dos traducciones: "El ser y el tiempo de Martin Heidegger, en la traducción de José Gaos (1951)". En su escrito se muestra el curioso hecho de que Gaos coincide con el futuro plan de Ribera, aunque no lo pone en práctica.

La edición de Trotta de 2012 de Ser y Tiempo enumera los pasos de la traducción de Ribera: La presente traducción de Ser y tiempo —segunda en el mundo de habla castellana— es el fruto de veintitrés años de trabajo. El traductor tuvo sus primeros contactos con Martin Heidegger en 1961, permaneciendo en estrecha relación con él. Entre 1973 y 1975 concluyó la primera versión del texto, que el propio Heidegger conoció y aprobó. En 1988 preparó una segunda versión; esta vez en reuniones semanales con el editor de Heidegger en alemán, Friedrich-Wilhelm von Herrmann, y el apoyo de Hans-Georg Gadamer y el profesor Max Müller. Finalmente, en 1991 inició una tarea de cinco años con un equipo multidisciplinario de especialistas, que daría como resultado, en 1995, la tercera y definitiva versión. Con todo, y más allá de la historia, la traducción de Ser y tiempo de Jorge Eduardo Rivera C. constituye un hito para la filosofía actual.

La editorial Trotta presenta así a Ribera: (Santiago de Chile, 1927-2017) Entre los años 1946 y 1952 realizó estudios de Filosofía y Teología en el Seminario-Escolasticado de la Congregación de los Sagrados Corazones de Valparaíso. En la década de los 60, y como becario Humboldt, se desplaza a Alemania a realizar estudios de postgrado bajo la tutela de Bernhard Welte y Eugen Fink. Posteriormente, entre los años 1966 y 1968, desarrolla una intensa colaboración filosófica con Xavier Zubiri en Madrid.  En el año 1971 retoma sus estudios de Doctorado en Heidelberg bajo la tutela de Hans-Georg Gadamer, recibiendo el título de Doctor en Filosofía en el año 1973 por la misma universidad.  En 1978, y nuevamente como becario Humboldt, realiza una estadía de investigación con el Prof. Heribert Mühlen de Paderborn, dedicada a una investigación teológico-filosófica sobre la experiencia de la fe. A partir de 1997, y hasta la fecha de su muerte, Rivera trabajó como Titular Adjunto en el Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En el año 2003, con ocasión de sus 75 años, se publica el libro en su honor, La filosofía como pasión.

En el año 1998 es galardonado con el premio Ateneo de Santiago por su aclamada traducción de Ser y tiempo. En el 2003 recibe el Premio al Mérito de la Universidad Andrés Bello de Santiago y el Premio a los 15 Mejores Profesores de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En 2010 es homenajeado por la Fundación Zubiri por su incesante trabajo de divulgación del pensamiento del filósofo español. En el año 2011, la Sociedad Iberoamericana de Estudios Heideggerianos le hace entrega, en su calidad de miembro honorífico, del “Premio Franco Volpi”, en reconocimiento a su dilatada trayectoria filosófica consagrada al pensamiento de Martin Heidegger.

domingo, febrero 26, 2023

Fake news y verdad tribal

 En un artículo de Claudio Andrade, en Seul:

La indiferencia hacia la verdad es una característica cada vez más notoria de la sociedad digital. El lector ya no despliega su diario con todo el día por delante, sino que se expone a una multiplicidad de pantallas con el ánimo bien provisto de ideas propias y ajenas. La oferta es casi infinita y funciona como caldo de cultivo para la inexactitud y el dato cautivo. Y es ese dato políticamente conveniente el que le da sentido a los millones que se sientan frente a un televisor o una computadora para entretenerse.

Los titulares disparados al cielo digital con premura y deseo militante le hicieron un mal difícil de mensurar a una profesión ya de por sí muy cuestionada. A esta altura, la única manera de defender nuestro trabajo no es a través de lo que “dicen todos”, sino los que saben y, sobre todo, con los datos obtenidos en el terreno, ahí donde sucedieron los hechos. Atrapar una porción de realidad suele ser engorroso, pero nos lleva a caminos menos obvios y menos enfermos.

Se refiere a tres casos conocidos en Argentina, dos de ellos vinculados a un frente que no existía en el país: los reclamos de organizaciones indigenistas asociadas a los mapuches en el sur. Por largos años, este fue un problema sólo de Chile, donde estas organizaciones practicaban (probablemente hoy también) el terrorismo y la persecución de granjeros y colonias. En ocasiones estas acciones terminaron con el incendio de las casas y en extremo, con la muerte de granjeros. Desde hace algunos años, poco más de una década, estas acciones han llegado a Argentina. Los dos casos comentados por Andrade pertenecen a militantes indigenistas que murieron  o participaron en acciones violentas, y que fueron respaldados desde buena parte del periodismo y redes, a pesar de que finalmente quedó claro que los supuestos ataques que sufrieran no sucedieron como se sostenía. Este es un tema que suena lejano, si no lo asociamos con los nacionalismos europeos. No funcionan distinto.

Las fake news no serían posibles sin una predisposición a la verdad preestablecida: se asiente como verdadero a aquello que previamente coincide con postulados aceptados en la tribu.

domingo, febrero 19, 2023

Cesare Pavese


El fin del verano  (La playa)

Dos amigos, uno con su reciente esposa (Doro y Clelia), acuerdan pasar unas semanas en la playa en la Riviera, donde suelen encontrarse en los veranos. Se les unen otros amigos (Guido, Ginetta, Nina), veraneantes (Berti)y viejos conocidos del lugar, de su historia pasada (. Unas semanas apartadas del tiempo, que finalizan algo antes de lo que hubieran esperado. Estas son sus últimas líneas:

Berti, como de costumbre, apareció por el restaurante. Entró como una sombra, y supe que lo tenía delante de la mesa antes aún de alzar los ojos. Me pareció tranquilo.

Por su cara desganada y molesta hubiera dicho que sabía lo de la marcha. Y, en cambio, me preguntó si esa mañana había ido a la playa. Intercambiamos unas frases, y hablando yo buscaba lo que debería decirle. Le pregunté cuándo regresaba a la ciudad.

Hizo un gesto de hastío.

-Regresan todos, dije-.

Cuando supo lo de Clelia, jugueteó con la caja de cerillas. No le había revelado el motivo de la partida; después me pareció mortificado- me relampagueó la idea de que se consideraba él la causa, por el incidente del baile- y entonces le dije que, según sus deseos, la señora se había portado como una buena esposa y concebido un niño. Berti me miró sin sonreír; después sonrió sin motivo, dejó la cajita y balbució: -Me lo esperaba.

-Es una lata -le dije- que ocurran estas cosas. Las señoras como Clelia nunca deberían caer en el garlito.

Sin que yo me diera cuenta de la transición, Berti se puso inconsolable. Recuerdo que regresamos juntos hacia la casa, y yo callaba, y él callaba y giraba los ojos en torno.

-¿Regresarás a Turín?- le dije.

Pero él quería ir a Génova. Me pidió prestado el dinero del viaje. Le dije que si estaba loco. Me respondió que había podido mentir y pedírmelo para saldar una deuda, pero que conmigo la sinceridad era un derroche. Quería simplemente volver a ver a Clelia y despedirse.

-¿Qué crees?- exclamé-, ¿que se acuerda de tí?

Entonces calló de nuevo. Yo pensaba en lo extraño de aquello: yo tenía el dinero para el viaje y no lo hacía. Entretanto, llegamos a la callejuela, y la visión del olivo me irritó. Empezaba a comprender que nada es más inhabitable que un lugar donde se ha sido felíz. Comprendía porqué Doro había cogido el tren para regresar a las colinas, y a la mañana siguiente había vuelto a su destino.

Esa misma noche nos encontramos en el café -estaban todos, incluso Guido, incluso Nina en su mesita- y decidí a Berti a regresar conmigo a Turín. Guido quería llevarnos a bailar, estaba dispuesto a llevarlo hasta a él. Pero nos marchamos esa noche.

La playa, de Cesare Pavese, escrita en 1941.


sábado, enero 28, 2023

La Banda de los Cuatro renace en USA


 Santiago Francisco Peña publicó en Seul  el 22 de enero, un artículo a propósito de la ocurrencia de una historiadora americana, Erika Edwards, que cuestiona como racista la falta de jugadores negros en la selección argentina de fútbol. Algo que si en lugar de guiarse por el adoctrinamiento y el pensamiento dogmático, lo hubiera hecho por el análisis y la investigación, como se esperaría de su instrucción académica, no hubiera formulado la pregunta: el comercio de esclavos africanos fue de un volúmen mínimo por siglos, por la simple razón de que la economía argentina fue desde su orígen mayoritariamente extensiva. El gran movimiento económico estuvo relacionado de inicio y cada vez más, con la ganadería extensiva, a campo abierto, y luego con la agricultura extensiva. Existieron manufacturas que requerían  mano de obra, pero especialmente en el noroeste y en cantidades muy limitadas, de subsistencia y para el mercado local. No hacían falta grandes masas de trabajadores; no había caña de azúcar, no había latifundios para el algodón, no había grandes minerías. En todo caso, la Argentina de la Confederación fue exportadora de carnes saladas para los esclavos de los centros cañeros del Caribe. Más aún, la Asamblea Constituyente de 1813 declaró la "libertad de vientres", es decir, que si bien entonces los padres seguirían siendo esclavos, los hijos nacidos a partir de ese momento serían libres. De hecho, las condiciones de vida de los esclavos eran suficientemente benignas como para que por años (antes y después de la independencias), fuerzas brasileras  organizaran partidas en la frontera, para cazar a los esclavos que escapaban a Argentina, siendo un continuo motivo de escaramuzas. Más aún, si bien ciertamente se reclutó esclavos en la guerra de independencia, a aquellos que se enrolaran se les otorgaba la libertad. Hecho que también habla de otra característica: que esos negros "esclavizados" en realidad estaban en condiciones de semilibertad individual: en grandes extensiones del país no vivían en cuadras ni encadenados, sino que salían con su caballo a arrear o sacrificar ganado. Si no hubiera sido así, resulta difícil creer que sus dueños hacendados los hubieran cedido para la guerra. Y aún más: la población negra que vivía en la Provincia de Buenos Aires en general era partidaria activa del gobierno federal, como lo demuestra Amalia, la obra de José Mármol, un intelectual de la sociedad rica de Buenos Aires. Finalmente, la guerra de la Triple Alianza, de 1864 a 1870 diezmó una población que de todas formas no era ya excesivamente abundante, y lo que no fue mermado por la guerra, lo fue por la fiebre amarilla que afectó a toda la sociedad argentina.

Pero el punto central de el incidente comentado por Peña no es el análisis social histórico de Argentina, sino la actitud dogmática de Edwards, que es un hecho común y repetido hoy:

Parece un buen momento, entonces, para poner el foco sobre algunas concepciones de base que vienen ganando peso en la academia norteamericana en las últimas décadas y que explican las motivaciones de la profesora Edwards. Quisiera detenerme en algo que está sucediendo específicamente en el área de las Letras Clásicas, esto es, en el estudio de la lengua y cultura griega y latina, en el estudio de los orígenes culturales de nuestra civilización. Se ha vuelto habitual en este ámbito leer o escuchar que la tradición grecorromana es esencialmente “racista” y que es preciso “descolonizar” los estudios de latín y griego mediante una mayor representación de sectores considerados como previamente postergados. Estas concepciones han llegado a traducirse en reformas de planes de estudio en algunas de las universidades más importantes.

Un ejemplo que hizo ruido es el de la Universidad de Princeton, donde en 2021 se eliminó el requisito de nivel intermedio de latín y griego para iniciar un major en Clásicas, en cuyos primeros años tampoco se requerirá el estudio de esas lenguas entre los cursos ofrecidos. Esta medida fue acompañada por sendas reformas en los departamentos de “Politics” y “Religion”, donde se incorporaron cursos sobre racismo. La universidad ha sostenido que esta medida apunta a paliar el “racismo sistemático en el campus” y contribuir a la formación de una “comunidad intelectual más vibrante”, lo que sea que eso signifique. A pesar de las objeciones presentadas por ex alumnos y otros críticos externos, la reforma ya se encuentra en curso. El cuerpo de profesores de la universidad, por su parte, guardó un prudente silencio que merece ser analizado.

Peña comenta un caso particularmente notable (y alarmante) de 2019, cuatro años atrás:

Quisiera traer a colación un episodio sucedido en el congreso anual de la Sociedad de Estudios Clásicos norteamericana (SCS) realizada en San Diego en enero de 2019, en el marco de un workshop cuyo tema era “el futuro de los estudios clásicos”. El panel, compuesto por tres profesores universitarios norteamericanos, se propuso hacer un balance del siglo y medio de vida de la SCS y trazar un horizonte hacia el futuro. Entre los expositores se encontraba la profesora Sarah Bond, de la Universidad de Iowa, en ese momento responsable de la comunicación en redes sociales de la SCS y fundadora del llamado WOHA (Women of Ancient History, o Mujeres de la Historia Antigua), quien exigió profundizar la “diversificación de citado”, esto es, que hubiera una representación más “diversa” en términos étnicos y de identidad sexual entre nuestra elección de referencias bibliográficas. En otras (sus) palabras, que los investigadores debían deliberadamente reducir la proporción de citas de hombres blancos (“male white men”) en favor de women of colour. El mismo criterio debía seguirse, naturalmente, en la conformación de paneles, comités, boards de revistas, proyectos de investigación, etc.

(...) Finalmente, las palabras del tercer expositor fueran probablemente el quid del asunto. Nos referimos a Dan-el Padilla Peralta, profesor de Latín de Princeton, quien sostiene regularmente (y ese día no fue la excepción) que los estudios clásicos, así como la sociedad norteamericana y la civilización occidental en su conjunto, adolecen de un racismo sistemático y estructural, donde reinan, según su óptica, la white supremacy y el white privilege. Su “proyecto emancipatorio” o intento de “justicia epistémica reparadora” es radical: “descolonizar” la academia a través del abandono de una sagrada tradición científica como la evaluación anónima (o simplemente impersonal) de la producción científica. En efecto, sostuvo en su exposición que las políticas de publicación en journals sólo consolidan la estructura racista y que era necesario que los white male men “renunciaran a sus privilegios” en favor de gender-non-conforming scholars of colour.

Según se puede observar en la grabación, el auditorio respondió a estas expresiones con una aprobación casi unánime. Decimos “casi” unánime porque la profesora Mary Frances Williams tomó el micrófono con el objetivo de manifestar su desacuerdo con los puntos de vista expuestos. Podríamos sintetizar sus objeciones en dos ideas sencillas. Por un lado, que el corazón de los estudios clásicos es el trabajo filológico y el estudio de las lenguas originales de los textos, de las voces del pasado, por lo cual no es posible abandonar esto sin desnaturalizar la disciplina en su conjunto. Por otra parte, que la tradición clásica ha dejado como legado nociones como libertad, igualdad y democracia que han forjado la modernidad y, con ella, la concepción de que el mérito, el esfuerzo y el talento son más importantes que los orígenes étnicos o de cualquier otro tipo para el desarrollo personal y profesional.

 La respuesta de los panelistas fue granítica. Una de las expositoras llegó a expresar que no se identificaba con la civilización occidental (cuya sola existencia puso en duda) y que el estudio no debía concentrarse en autores canónicos como Homero, Cicerón, Demóstenes o Heródoto porque todos ellos eran white male men. Sin embargo, el clímax llegó cuando Williams le dijo a Padilla Peralta que ella no creía que él hubiera obtenido su trabajo (una cátedra tenured, o vitalicia, en Princeton) por su fenotipo sino por su mérito personal. El problema estuvo en un punto de difícil traducción. Las palabras textuales de Williams fueron: “You may have gotten your job because you’re black, but I’d prefer to think you got your job because of merit”.

Más allá de la lectura semántica y pragmática que podamos hacer de sus palabras, tras la respuesta de Padilla, quien la acusó de racismo, se le retiró el micrófono, se la invitó a retirarse y se le prohibió asistir a los eventos de la SCS en los días sucesivos por “acoso” (harassment). Algunas semanas después, la SCS envió un mail general a todos sus miembros repudiando y expulsando a Williams por haber “acusado a un profesor de haber obtenido su puesto por ser black”, interpretación que no parece desprenderse de lo que se escucha en el video, donde parece haber expresado, más bien, la idea contraria. Acto seguido, también fue cesada de sus funciones de la Asociación de Historiadores de la Antigüedad (AHA). Sus intentos de expresar su visión de los hechos fueron inmediatamente desestimados. De más está aclarar que el coraje de la profesora Williams derivó en una reducción significativa de sus vínculos y caminos de desarrollo profesional. 

Ver este artículo de la posición mayoritaria del panel. También Sarah Bond ha salido salpicada ese día.

Francamente, esta actitud intolerante, negando la discusión razonada y la disención académica a propósito de la cultura en la que se ha construido la sociedad actual y pasada, hace recordar repetidas épocas de fanatismo rabioso sobre distintos conceptos políticos, religiosos o sociales. Progresivamente se extiende un cuerpo de ideas que no acepta una idea distinta a la suya. Esta posición de combate ideológico recuerda la campaña del senador McCarthy, que provocara la expulsión o encarcelamiento en Estados Unidos de escritores, profesores, actores, directores cinematográficos, científicos, emigrados a Europa ante el riesgo de ser descalificados y encarcelados. El macartismo, por recordar un proceso parecido y relativamente próximo, para no hablar de otras intolerancias religiosas y políticas del pasado. No se trata de exagerar las consecuencias de un acto aislado: en los últimos y recientes años abundan este tipo de hechos y de conceptos.

Recordemos el extremo de la intolerancia que representó  la revolución cultural china, que terminó con masas de jóvenes en las calles atacando a quienes no se mostraran incondicionales del pensamiento de Mao Tse Tung, reduciéndo toda la base del conocimiento a la lectura fanática del libro rojo, pequeño manual bueno para curar un roto y un descosido. De su corto apogeo nos ha quedado el concepto de "reeducación ideológica" en campos de trabajos forzados, la "autocrítica" de los arrepentidos a palos,  y el "centralismo democrático". Una generación perdida.

La foto, reproducción de guardias rojos chinos en la revolución cultural. Uno de los centenares de miles de Dazibaos de la revolución cultural.


domingo, enero 22, 2023

Rosa Diez en 2008

 


Hace poco leí "Merece la pena", de Rosa Díez. En cierto modo, unas memorias inacabadas, y un proyecto que en 2008, en el momento de publicarlo, tenía la expectativa de ofrecer una alternativa a la política española posterior a 1975. Desde entonces, su proyecto falló, y el escenario en que Díez trabajaba, no ha dejado de empeorar. Tanto la situación política que se vivía al comenzar los años 2000, como la posición de las dirigencias que hoy agravan nuevos actores. En ese tiempo, UPYD creció, consiguió resultados, falló en mantener un partido homogéneo y unido, y se disgregó, dando su lugar y sus afiliados a un nuevo intento, Ciudadanos, que reinició un ciclo de crecimiento y destrucción, y en sentido práctico, también ya es historia.

Sin embargo, el libro no ha perdido vigencia en absoluto. De él tomo el estilo político del PSOE, que mantiene una línea coherente en el pasado remoto, bien comentado por Orwell en su "Homenaje a Cataluña" y otros textos, en los años en que Díez pasó a ser una "apestada" del PSOE de Zapatero , minuciosamente contado en su libro, y lo que ahora mismo podemos ver de su actividad, sin recurrir a ningún mediador, simplemente atendiendo a sus actos diarios: mentira, difamación, sectarismo, avasallamiento de quien no piense igual que el Líder. En sus pretensiones  y alianzas, probablemente el PSOE más próximo al de la guerra civil. Y también, el espíritu estalinista para adentro y disgregador para España como nación: Así fue en la visión dejada por Orwell, así lo fue en la era de Zapatero, y así es ahora, en lo que nos toca vivir.

Sólo una palabra más sobre el turbio accionar del PSOE en su trato con Díez: las respuestas malvadas de la tropa de tuiteros de partido dedicados a desvalorizar y descalificar cada tuit publicado por Rosa Díez. Invariablemente, la respuesta es no contestar jamás a lo que dice, sino descalificarla: abuela, vete a tomar las pastillas, hoy no te has tomado las pastillas, vete a hacer el bordado...

jueves, enero 05, 2023

Gabo y Castro


Escrito por Manuel Pereira y publicado el 29 de diciembre pasado en Zenda:

En 1981 yo impartía en la UNAM unas conferencias sobre cine cubano cuando recibí en mi hotel de la Zona Rosa una llamada de Gabriel García Márquez. Me pidió que acudiera a su casa, en la calle Fuego, en la zona exclusiva del Pedregal. Comimos en un restaurante cercano llamado El Perro Verde, o algo así. Me pidió que leyera su última novela, tenía prisa, era corta. ¿Cuál era el misterio de tanto apremio? Él sabía que me faltaban un par de días para regresar a La Habana. “Puedo leerla en el avión”, le dije. No, tenía que hacerlo en México. Estaba tan apurado por darme el manuscrito que al salir de la fonda olvidó la billetera en la mesa. Se dio cuenta en su casa, y me pidió que fuera a buscarla al Perro Verde. El camarero era decente y la tenía guardada, a pesar de estar bastante abultada, como supongo deben de estar las carteras de los escritores famosos. “Está todo”, suspiró el Gabo tras contar los billetes.

Me entregó la novela. Empecé a leerla enseguida en su casa, y luego me encerré en el hotel para seguir leyendo. La leí en un par de sentadas, aunque sin saber qué esperaba de mí el famoso escritor. La historia de los dos hermanos que apuñalan a Santiago Nasar estaba bien estructurada, fluía eficazmente, como todo lo del Gabo; con su impecable prosa de orfebre, no faltaba ni sobraba una coma, los adjetivos eran precisos, los personajes bien dibujados. Al día siguiente nos encontramos de nuevo. Entonces me dijo: “Eres el segundo lector de esta obra, después de Mercedes, por supuesto”.

“Es un honor”, respondí.

Pero… ¿cuál era el misterio de tanta prisa?

Me confesó que quería que Fidel lo autorizara a publicar este libro.

¿Por qué?

Porque había hecho un juramento público: no volvería a publicar mientras Pinochet siguiera en el poder. “Y el problema es que no se cae”, refunfuñó. “Y mientras tanto, escribí esta obra y tengo muchas ganas de publicarla”. Pero antes de romper su promesa anunciada debía consultarlo con Fidel.

En efecto, desde El otoño del patriarca (1975) el Gabo no había publicado nada de ficción. Demasiado tiempo en silencio para un escritor tan cotizado.

¿Y yo qué tenía que ver con todo eso?

—Quiero que le lleves este libro a Fidel.

—Yo no conozco personalmente a Fidel, no tengo acceso directo.

Dudó un instante y agregó:

—Pero sí conoces a Carlos Rafael Rodríguez, ¿verdad?

—A él sí lo conozco.

—Bueno, se lo das a él para que se lo dé a Fidel.

Luego quiso saber mi opinión sobre la novela, lo cual halagó al treintañero que yo era. Con mucho tacto, le comenté que su relato me recordaba vagamente a Rashomon —tanto los dos cuentos de Akutagawa como la película de Kurosawa— por aquello de los múltiples testigos o las diversas versiones sobre un crimen, pero él dijo que no, que su fuente de inspiración había sido el asesinato de Julio César. Pensé en los augures, en la fatalidad de la tragedia griega, y concluí que tenía razón, aunque lo japonés no se lo quitaba nadie al Gabo, como se evidenció más tarde con Memoria de mis putas tristes, tan afín a La casa de las bellas durmientes, de Kawabata, ya desde el epígrafe.

Veinticuatro horas más tarde aterricé en La Habana y le entregué ese texto clandestino (no anunciado) a Carlos Rafael Rodríguez. Poco después Crónica de una muerte anunciada fue publicada simultáneamente en Colombia, en España, en México y en Argentina. Obviamente el Gabo había obtenido el imprimátur de Fidel Castro, como compete a toda alta autoridad eclesiástica o ideológica. La Edad Media en estado puro.

El triste papel de demasiados miembros de la "Nueva Novela Latinoamericana" postrados literalmente ante los "revolucionarios" cubanos y su Casa de las Américas. Se llamen García Márquez, Mario Benedetti o Julio Cortázar, por convencimiento o por conveniencia. Menos justificables a medida que los años pasaban y Cuba y la URSS se parecían más a Batista o Pinochet. 
Nadie mejor que un escritor cubano como Pereira para juzgarlos: en otro contexto, como decía Martí, "Yo viví en el monstruo y le conozco las entrañas".

En la foto, Manuel Pereira. Tomada de https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=14772515

 


viernes, diciembre 09, 2022

Dorian Lynskey, segunda parte


 Carlos Fresneda, en El Mundo, recuerda la primera edición de 1984 a partir del libro de Dorian Lynskey. Fresneda, en Londres, toma a Donald Trump como ejemplo de la vigencia de 1984. Sin embargo, no es necesario cambiar de país o continente para ilustrarnos de su completa actualidad: cualquier rueda de prensa o declaración de objetivos del gobierno actual sería una verdadera cantera de ejemplos. No faltará mucho tiempo para que finalmente recolectemos decenas de iniciativas dispersas en la Secretaría del Pensamiento Correcto, o algo semejante. Y no es casualidad que Orwell comenzara a forjar su idea durante su participación en la guerra civil española.

Copio el artículo de Fresneda, que describe muy bien la génesis del libro.

La novela 1984 cumple 70 años en plena era de la posverdad

La obra de George Orwell, que asentó el género de la distopía y anticipó un futuro de control social (con términos como "Gran Hermano", "neolengua" o el "Ministerio de la Verdad") cobra nueva vida

A Eric Arthur Blair (más conocido como George Orwell) no acababa de gustarle el título de El último hombre en Europa. "La idea del libro es buena, pero la ejecución podría haber sido mejor, si no estuviera escrito bajo la influencia de la tuberculosis", advirtió de antemano a su editor, Fred Warburg, que quería un título más comercial. "Me estoy inclinando por 1984",advirtió el autor, "aunque podría pensar en algo distinto en las dos o tres próximas semanas".

No le dio más vueltas, y cuando entregó el manuscrito final -aporreado en una vieja máquina de escribir desde la cama y entre las volutas de humo de sus incombustibles cigarrillos- le bastó con invertir la fecha de entrega de diciembre de 1948 por 1984. Aunque hay quienes sostienen que el año de marras es también un guiño al centenario de la Sociedad Fabiana (fundada en 1884) o un homenaje a su querido Chesterton, que ubicó El Napoleón de Notting Hill en un ficticia "realidad alternativa" de 1984 en Londres.

La suerte literaria estaba echada, el reloj marcaba la "hora trece" y Orwell ya no podría reescribir ni un solo capítulo por prescripción médica. El doctor Andrew Morland le advirtió: ese libro había consumido su salud hasta tal punto, que tenía que dejar de escribir durante un año para garantizar su propia supervivencia. Acató las órdenes, dijo adiós a Londres, se despidió también de la isla escocesa de Jura donde se había aislado del mundo para sumergirse en la escritura maratoniana de su novela definitiva y se confinó en un sanatorio para tuberculosos en los Costwolds, donde certificó en la primavera de 1949: "Todo está floreciendo menos yo".

El 8 de junio de 1949 (cinco días después en Estados Unidos) vio finalmente la luz 1984 ante la aclamación general de crítica y público. Uno de sus primeros lectores fue el mismísimo Winston Churchill, que aseguró habérselo leído dos veces de un tirón. Al autor de Homenaje a Cataluña y Rebelión en la granja le llegó el eco lejano del éxito a la cama del hospital.

Sacó fuerzas para volver a casarse con Sonia, en quien muchos han querido ver a Julia, la salvación personal de Winston en 1984: "El cuerpo de ella parecía estar derramando su juventud y su vigor sobre el de él...". Al fin y al cabo, la muerte de su primera esposa, Eileen, en 1945, había acentuado en Orwell ese pesimismo vital que arrastraba desde su experiencia directa de la lucha de fratricida de la izquierda en la Guerra Civil.

"Estoy escribiendo un maldito libro que trata sobre el estado de las cosas si una guerra atómica no acaba con nosotros", confesó mientras estaba en el rapto literario. "Otro problema añadido es que tiene muchos neologismos", bromeaba ante sus editores en el momento de justificar sus retrasos.

Orwell no tardó en sucumbir bajo el peso del Gran Hermano, de la neolengua, de doblepensamiento, de la policía mental, de los "dos minutos de odio" y de tantos hallazgos verbales que forman ya parte del imaginario universal. El autor de 1984 murió el 21 de enero de 1950, a los 46 años, al cabo de 227 días de la publicación de la que figura ya como una de las obras inmortales del siglo XX (por mucho que Harry Bloom y Milan Kundera lo consideraran "un panfleto político disfrazado de novela").

Y en esto llegó Donald Trump, en los convulsos devaneos del siglo XXI, y catapultó las ventas de 1984 un 9.500% hasta encaramarlo al número uno en EEUU a los pocos días de su investidura. El presidente norteamericano siempre podrá alegar que son fake news y que él prefiere aferrarse a los "hechos alternativos", en una puesta al día de la neolengua. A su paso por Londres, cuando dijo no haber visto ("¿dónde están?") a los más de 50.000 manifestantes que le esperaban a las puertas de Downing Street dio una nueva muestra de su técnica orwelliana, que tocó techo durante su famoso discurso en julio del 2018, cuando dijo ante la multitud vociferante: "Lo que estáis viendo y lo que estáis leyendo no es lo que está ocurriendo".

"Trump no es exactamente el Gran Hermano, pero Orwell lo habría reconocido como algo cercano", escribe Dorian Lynskey en El Ministerio de la Verdad, el libro consagrado a la doliente escritura de 1984 y a todo lo que vino después, incluida su increíble proyección en la era de la posverdad. El Gran Hermano se parece posiblemente más a Vladimir Putin o al presidente chino Xi Jinping, que tanto celo ha puesto esta misma semana en reescribir la historia y en enterrar la masacre de Tiananmen.

1984 no fue la primera distopía; el propio Orwell se reconoció deudor del ruso Yevgeny Zamyatin y Nosotros. Pero el año en que fue publicada, en plena posguerra y bajo el espectro nuclear, le dio sin duda un trasfondo histórico que vuelve a cobrar vigencia cada dos o tres décadas.

"Más que un profecía, 1984 sigue siendo una advertencia", escribe Dorian Lynskey. "Durante la Guerra Fría, se asoció con el miedo al totalitarismo. En los años 80, fue un aviso sobre los excesos de la vigilancia y la tecnología ("I'll be watching you"). Hoy en día, en medio del auge del populismo y los nacionalismo, es ante todo una defensa de la verdad".

"El concepto de la verdad objetiva está desapareciendo del mundo", escribió Orwell, tras su lacerante experiencia en la Guerra Civil española, a la que acudió impulsado por el idealismo de su juventud: "¡Alguien tendrá que parar este fascismo!". Lo que el autor de 1984 no llegó a presagiar, según Dorian Lynskey, es esta detonante mezcla de "cinismo y credulidad", amplificada por las redes sociales y con la generosa contribución de la inteligencia artificial. Bienvenidos a la era del "Deep Fake", en la que las imágenes falsas son manipuladas para parecer reales, mientras las imágenes reales se descartan como falsas...

También el artículo de Mar Padilla , mencionado arriba a propósito de la presencia de la guerra civil en el pensamieento de Orwell, y publicado en El País, está motivado en el libro de Lynskey. No está de más leerlo.

martes, noviembre 29, 2022

Cien años de forcejeo

 


Leído en la Introducción del primer tomo de La España política del siglo XX, del arranque del siglo a la dictadura (1900-1923), repositorio coordinado por Fernando Diaz-Plaja, editado en 1970 y 71, es decir, antes de todo el cambio en España

(...) Un movimiento liberal y romántico llamado la <<Reinaxença>> en el siglo XIX, recordará a los habitantes de la región unas tradiciones que la política centralista del XVIII había prácticamente anulado. Pero la transformación de ese sentimiento nostálgico en una fuerza política se debe, probablemente, al desastre de 1898. No olvidemos que las fuerzas de disgregación de un país se manifiestan a medida que el prestigio de ese país baja. Cataluña se sublevó contrael reinado de Felipe IV, no contra el de Felipe II. El prestigio del Estado español había sufrido un duro golpe con el desastre y las caricaturas del <<Cu-Cut>>.

Así se extiende el catalanismo apoyado en ideólogos -Prat de la Riva, Puig y Cadafals- y,especialmente, en una figura de gran interés político, Francisco Cambó. 

A su alrededor se forman los grupos que pedirán reiteradamente al Estado mayores libertades para Cataluña. En su contra estará gran parte del proletariado catalán -que sigue preferentemente a Lerroux-, y una animadversión general y vaga del resto de las provincias poco dispuestas a conceder a la región catalana un trato de favor, especialmente cuando el extremismo separatista lanza gritos contra el nombre de España. Cambó obtendrá como máximo , la creación de la Mancomunidad Provincial (...)

Cien años de lo mismo...y más. Una España que no se entiende de fuera, particularmente en América. Un enconamiento suicida, en manos de minorías que se hacen fuertes en su pequeña parcela. Cataluña tiene una superficie de 32.106 km2, algo más del 6% de la superficie de España, algo más del 16% de su población. La pequeña, muy pequeña provincia de Tucumán en Argentina, tiene 22.524 km2; la de La Rioja en Argentina, 89.680 km2, pequeña y desierta. La de Santa Fe, décima en tamaño, 133.007 km2. El pequeño Uruguay, dividido en Departamentos, tiene los departamentos de Salto y Tacuarembó entre 14.000 y 15.000 Km2. Podríamos decir que Cataluña entera es un poco mayor que estos dos departamentos. ¿Alguien tiene conciencia de esas cifras? ¿Alguien cree que Europa aceptaría una Cataluña, un País Vasco, como estados independientes, para abrir las puertas de otras reclamaciones de estos sobre Francia? ¿Tienen conciencia de lo que significa el desastre balcánico? Si tuvieran algún apoyo, digamos de Rusia, como que lo han tratado, ¿qué esperan dar en contrapartida? 

Por supuesto que no se trata de comparar kilómetros cuadrados sin medir el producto bruto de cada uno; pero una pequeña unidad económica no tiene independencia, ni siquiera en el manejo de su propio agua, sin hablar de la disposición de energía o la posibilidad de desarrollar una industria fuerte. Midiendo estos elementos, parece que realmente se trata de forcejear y sacar ventajas, lo mismo una y otra vez a través de cien años: un trato de favor y privilegios.

Argentina conoce esto: La separación del Estado de Buenos Aires respecto de la Confederación Argentina, una separación que duró diez años, que dió lugar a una guerra, y que terminó en una reunificación donde Buenos aires perdió militarmente, pero mayoritariamente rigió desde entonces el país. Dada la actitud de la coalición gobernante actual, parece que ésta es la vía más probable de desenvolvimiento futuro en España.



domingo, noviembre 20, 2022

Para leer: El Ministerio de la Verdad, de Dorian Lynskey


  Lo que sigue es un extracto de la presentación en Zendalibros, el hogar de Pérez-Reverte, del libro El Ministerio de la Verdad, de Dorian Lynskey. Desde ahora, en mi lista de lecturas a completar. El contenido de la introducción muestra una visión de Orwell más que acertada, poniéndolo en el lugar que le corresponde.

La presentación editorial de Zendalibros:

1984, de George Orwell, se ha convertido en un relato definitorio del mundo moderno. Su influencia cultural puede observarse en algunas de las creaciones más notables de los últimos setenta años, desde El cuento de la criada de Margaret Atwood hasta el hito televisivo Gran Hermano, mientras que ideas como «policía del pensamiento», «doblepensamiento» y Newspeak están arraigadas en nuestro lenguaje. El Ministerio de la Verdad traza la vida de uno de los libros más influyentes del siglo XX y una obra que es cada vez más relevante en esta tumultuosa era de «noticias falsas» y «hechos alternativos». Dorian Lynskey investiga las influencias que confluyeron en la escritura de 1984, desde las experiencias de Orwell en la Guerra Civil española y en el Londres de la guerra hasta su fascinación por la ficción utópica y distópica. Lynskey explora el fenómeno en que se convirtió la novela cuando se publicó por primera vez en 1949 y las formas cambiantes en que se ha leído desde entonces, revelando cómo la historia puede orientar a la ficción y cómo la ficción puede influir en la historia.

Zenda adelanta la introducción a este libro, publicado por Capitán Swing.

  Y este es un extracto de la Introducción de Lynskey, sobre 1984 y sobre Orwell:

Cuando el 8 de junio de 1949, en el ecuador del siglo XX, se publicó en el Reino Unido 1984, la novela de George Orwell, un crítico se preguntaba si un libro tan oportuno seguiría teniendo la misma influencia en las generaciones venideras. Treinta y cinco años más tarde, cuando el presente alcanzó el futuro imaginado por Orwell y el mundo no era la pesadilla que él había descrito, los críticos volvieron a anunciar que la popularidad del texto decaería. Han pasado otros treinta y cinco años desde entonces y 1984 sigue siendo el libro al que recurrimos cuando se mutila la verdad, se distorsiona el lenguaje, se abusa del poder y queremos saber hasta dónde puede llegar todo esto. Estamos en deuda con alguien que vivió y murió en otra época, pero fue capaz de identificar estos males y tuvo el talento necesario para presentarlos en forma de novela, una novela que Anthony Burgess, autor de La naranja mecánica, describió como «un código apocalíptico de nuestros peores miedos» [3].

1984 no solo ha vendido cientos de miles de ejemplares, también forma parte del imaginario de innumerables personas que no lo han leído. Las expresiones y conceptos acuñados por Orwell siguen siendo básicos en el discurso político y conservan su fuerza tras décadas de uso y abuso: la nuevalengua, el Hermano Mayor [4], la Policía del Pensamiento, la habitación 101, los Dos Minutos de Odio, el doblepiensa, las nopersonas, los agujeros de la memoria, la telepantalla, el 2 + 2 = 5 y el Ministerio de la Verdad. Todo un año estuvo marcado por el título de esa novela y el término «orwelliano» ha convertido el nombre del autor en sinónimo de todo aquello que él odiaba y temía. La novela ha sido llevada al cine, a la televisión y a la radio, se han hecho versiones para teatro, ópera y ballet. Ha dado pie a una secuela (1985, de György Dalos), una versión posmoderna (Orwell’s Revenge: The 1984 Palimpsest [La venganza de Orwell. El palimpsesto de 1984]) y multitud de réplicas. El periodo de escritura de la novela inspiró la película de 1983 de la BBC The Crystal Spirit: Orwell on Jura (El espíritu cristalino. Orwell en Jura) y la novela de Dennis Glover The Last Man in Europe (El último hombre en Europa), de 2017. La influencia de 1984 se aprecia en novelas, películas, obras de teatro, programas de televisión, cómics, álbumes musicales, anuncios, discursos, campañas electorales y revueltas. Hay quien ha pasado años en la cárcel solo por haberla leído. No existe ninguna otra obra literaria del siglo pasado que haya tenido tal ubicuidad cultural y haya preservado su fuerza. Algunas voces críticas, como Milan Kundera o Harold Bloom, afirman que en realidad 1984 es una mala novela, con personajes pobres, una prosa monótona y una trama inverosímil, pero ni con esas han conseguido restarle importancia. Como señala el editor de Orwell, Fredric Warburg, su éxito ha sido extraordinario «a pesar de que es una novela que no pretende agradar y no es realmente fácil de entender» [5].

Me topé con 1984 por primera vez cuando era un adolescente que vivía en un área suburbana al sur de Londres. Como dijo Orwell, los libros que lees de joven te acompañan siempre. Me resultó impactante y cautivador, pero estábamos casi en 1990, cuando el comunismo y el apartheid estaban tocando a su fin, reinaba el optimismo y el mundo no parecía especialmente orwelliano. Incluso después del 11 de Septiembre, la relevancia del libro seguía siendo relativa: se solía citar en relación con el lenguaje político, los medios de comunicación o los sistemas de vigilancia, pero no como algo relevante a un nivel global. La democracia estaba en auge e internet se consideraba algo positivo.

Sin embargo, mientras planificaba y escribía El Ministerio de la Verdad, el mundo cambió. La gente empezó a hablar con inquietud de las turbulencias políticas de la década de 1970 o, peor aún, de las de los años treinta. Las estanterías de las librerías se llenaron de títulos como Así termina la democracia, Fascismo. Una advertencia, El camino hacia la no libertad y La muerte de la verdad [13], en las que se cita a Orwell. Se reeditó Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt (anunciada como «la versión no ficción de 1984» [14]) y Eso no puede pasar aquí, una novela de 1935 de Sinclair Lewis sobre el fascismo en Estados Unidos [15]. La adaptación televisiva que hizo Hulu de El cuento de la criada, la novela de 1985 de Margaret Atwood, resultó tan alarmante como si fuera un documental. «Antes estaba dormida —dice Defred, el personaje interpretado por Elisabeth Moss—. Así es como permitimos que sucediese» [16]. Bueno, pues ya no estábamos dormidos. Eso me recordó algo que había escrito Orwell en 1936 sobre el fascismo: «Pretender que el fascismo no es más que una aberración que pronto desaparecerá por sí sola equivale a soñar un agradable sueño del que se despertará bajo los golpes de una porra de goma» [17]. 1984 es un libro pensado para despertarte.

(...) Este libro trata, por tanto, de la historia de 1984. Se han escrito varias biografías de George Orwell y algunos estudios académicos sobre el contexto intelectual de su novela, pero nunca se han intentado aunar ambos enfoques en una única narración, en la que se exploren también las repercusiones del libro.

(...) Si tardó tanto en escribir 1984 es, entre otras cosas, porque la novela sintetiza ideas que desarrolló a lo largo de casi toda su carrera literaria. En ella, se condensan años de reflexiones, escritos y lecturas sobre utopías, superestados, dictadores, prisioneros, propaganda, tecnología, poder, lenguaje, cultura, clase, sexo, el mundo rural, ratas y mucho más, hasta el punto de que a menudo resulta imposible atribuir una frase o idea concreta a una única fuente. Orwell nunca dijo mucho sobre la evolución de la novela, pero dejó un rastro documental de miles de páginas. Aunque hubiese vivido algunas décadas más, 1984 habría supuesto el final de una etapa: como escritor, habría tenido que empezar de nuevo.

 (...) 1984 suele describirse como una distopía. También es, en diferentes grados que podrían discutirse, una sátira, una profecía, una advertencia, una tesis política, una obra de ciencia ficción, una novela de suspense, un libro de terror psicológico, una pesadilla gótica, un texto posmoderno y una historia de amor. Mucha gente lee 1984 de joven y la novela le marca (porque ofrece más sufrimiento y menos consuelo que ningún otro texto escolar), pero casi nadie se siente motivado a redescubrirla de adulto. Es una pena. Resulta mucho más rica y extraña de lo que seguramente recuerdas y te animo a leerla de nuevo.

  Indudablemente, Orwell es mucho más que sus novelas más conocidas, aunque es cierto que una gran parte de su trabajo conduce a 1984 y Rebelión en la granja. Hay un escenario que fue su primer ensayo de estos libros: sus cartas, artículos, polémicas, todo lo relacionado con los prolegómenos de la segunda guerra mundial, tanto por su consideración del nazismo, como por su temprana advertencia sobre el comunismo en general y el stalinismo en particular. Es notable cómo repentinamente, además de las metáforas sobre el totalitarismo, vuelven a presentarse ante nuestros ojos los signos de guerra, y cómo las cartas y artículos de Orwell sirven para reflexionar sobre el riesgoso momento en que nos vamos encontrando.

Copio las citas, sólo las que son indicadas en estos párrafos de la introducción:

[3] Burgess, Anthony, 1985, Barcelona: Minotauro, 2021, trad. de Juan Pascual Martínez, p. 38.

[4] La traducción más extendida de Big Brother en España es «Gran Hermano»; se ha utilizado también en el doblaje de las películas de 1984 y ha dado nombre al programa de televisión. Sin embargo, dado que mantiene el sentido original del término, a lo largo de este volumen hemos optado por utilizar «Hermano Mayor», tal como propone Miguel Temprano García en su traducción de 1984. (N. de la T.).

[5] Warburg, Fredric, All Authors Are Equal: The Publishing Life of Fredric Warburg 1936–1971, Londres: Hutchinson & Co., 1973, p. 115.

[13] Véanse Runciman, David, Así termina la democracia, Barcelona: Paidós, 2019, trad. de Albino Santos; Albright, Madeleine, Fascismo. Una advertencia, Barcelona: Paidós, 2018, trad. de María José Viejo; Snyder, Timothy, El camino hacia la no libertad, Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2018, trad. de María Luisa Rodríguez; y Kakutani, Michiko, La muerte de la verdad, Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2019, trad. de Amelia Pérez de Villar.

[14] Arendt, Hannah, Los orígenes del totalitarismo, Madrid: Taurus, 1998, trad. de Guillermo Solana.

[15] Lewis, Sinclair, Eso no puede pasar aquí, Madrid: Antonio Machado Libros, 2013, trad. de Amaya Bozal.

[16] Hulu, El cuento de la criada [serie de televisión], 2017.

[17] Orwell, George, El camino de Wigan Pier, Barcelona: Destino, 1976, trad. de Esther Donato, p. 215.

 

lunes, octubre 31, 2022

Cuarenta años de democracia

 Vargas Llosa, en Conversaciones en La Catedral, comienza su libro preguntándose "¿cuándo se jodió todo en Perú?", remontándose a épocas de Odría, como principio de sucesivos empeoramientos de la vida social y política. Su reflexión es una que podemos hacer para cualquier sitio de América, y el resultado es variable, pero no demasiado.

No recuerdo por donde comenzó a tirarse del hilo; quizá fue al encontrar alguna referencia de Jorge Edwards a propósito de García Márquez y Prensa Latina, quizá a propósito de un reportaje a Vaca Narvaja, o por un artículo en Wikipedia sobre Jorge Masetti. Más probablemente ha sido por la fuerte crítica de Edwards al gobierno cubano en su libro Persona non grata, apuntando a sus rasgos más negativos cuando muchos consideraban un honor aparecer en una foto con Fidel o con el Che. 

Remontando causas y antecedentes, probablemente todo confluye en la irrupción de la revolución cubana en América. Hasta ese punto, la evolución política americana había sido regularmente lineal, con la única interferencia de Italia y Alemania a partir de los años 30 del siglo pasado, su introducción de ideas nazifascistas, la fugaz influencia de sus años de gobierno, y su posterior influencia ideológica en la diáspora de la posguerra, al menos en Argentina, Chile, Paraguay, Brasil. (Roberto Bolaño ha hecho un buen trabajo sobre esta presencia, 1,2).

La gran diferencia entre la influencia nazifascista y la cubano-comunista es que éstos surgieron con el apoyo de los ganadores de la segunda guerra mundial, y los otros, de los perdedores; y sus representantes de peso estaban en fuga. Cuba apareció como otra más de las revueltas de África, Asia, Medio Oriente, y contó con la ciega simpatía de toda clase de intelectuales en toda América, incluído Estados Unidos; y si me guío por lo que aún se puede ver en España, su fama cruzó el Atlántico. Hubo un momento en que fue determinante ("cuando se jodió todo"), y las consecuencias hecharon a rodar y aún persisten, como eco remoto e indeterminado, como el eco del Big Bang.

Los años 60 del siglo pasado vieron aparecer los émulos sudamericanos de Cuba, especialmente a partir del momento en que el Che inició su aventura en Bolivia, con puñados de seguidores en otros países próximos, entre ellos Argentina. A los intentos iniciales (1,2) les siguió una segunda ola de formaciones terroristas, y la simpatía por Cuba y las soluciones violentas pasaron a empapar el pensamiento y las actividades de una parte importante de los intelectuales y las organizaciones políticas de izquierda. La posterior llegada de las dictaduras en casi toda América del Sur completaron un círculo vicioso de falta de respeto por la ley, la convivencia social y la vida. Grados de violencia no vistos antes, cruzando todas las fronteras de la ética; corrupción a cara descubierta y con orgullo, y convencimiento de que sólo por la fuerza, la coherción y el engaño, se logran los objetivos. Y el primer objetivo, enriquecerse. Mirando hacia atrás, permanecen las imágenes de una pesadilla. Argentina, Chile, Brasil...diferentes matices, un campo arrasado.

¿Cuándo comenzó todo? ¿cuándo terminará? Illia y Frondizi, Frei, Quadros, comenzando un ciclo que lleva sesenta años, donde una capa de escándalos y desvíos es cubierta por una nueva diferente pero similar. Cuarenta años de democracia, cuarenta años sin golpes de estado, que se degradan cuando se acerca la vista y se ven las cicatrices: hay quienes se han desacreditado para siempre, voces que no engañan más, y hay quienes no cesan, aunque su cuento suene a muy viejo.



Ciencia y ética

 


Un breve artículo de George Orwell de octubre de 1945, a dos meses del horror de Hiroshima y Nagasaki. Un par de hojas sobre el concepto de ciencia (¿Qué es la ciencia?, en Ensayos, primera edición en castellano de 2015)

Orwell rechaza considerar "ciencia" sólo a las ciencias exactas: su punto de vista es que la ciencia es <<una forma de mirar al mundo y no simplemente un cuerpo doctrinal>> <<un método intelectual que llega a resultados verificables razonando en modo lógico a partir de hechos observados>>. Lo que sigue son sus afirmaciones:

(...) quienes nos dicen que se debe educar a los jóvenes científicamente se refieren, casi invariablemente, a que habría que enseñarles más sobre la radiactividad, las estrellas o la fisiología de sus cuerpos, no a que habría que enseñarles a pensar con más rigor.

Esta confusión semántica, que en parte es deliberada, entraña un grave peligro. Implícita en la exigencia de una mayor educación científica va la tesis de que alguien a quien se haya formado científicamente, abordará cualquier tema de un modo más inteligente que alguien que no hubiera tenido dicha formación. Se da por hecho que las opiniones políticas de un científico, sus opiniones sobre asuntos sociológicos, sobre moral, sobre filosofía, quizá incluso sobre disciplinas artísticas, tendrán más valor que las de un lego.

Esta creencia la refuta Orwell con sucesos todavía más que recientes entonces: 

La comunidad científica alemana en su conjunto no opuso resistencia a Hitler. Puede que Hitler arruinase las perspectivas a largo plazo de la ciencia alemana, pero seguía habiendo los suficientes hombres dotados que llevasen a cabo las investigaciones necesarias en campos como el de los combustibles sintéticos, los aviones de reacción, los cohetes y la bomba atómica. Sin ellos, la maquinaria de guerra alemana jamás podría haber sido puesta en marcha. (...) Más siniestro todavía es que entre los científicos alemanes hubiese quienes se tragaran esa monstruosidad de la <<ciencia racial>>.

La referencia no la limita a los científicos alemanes, sino en general a los científicos durante la guerra (o fuera de ella), incluyendo a los ingleses:

El hecho es que la mera instrucción en una o varias ciencias exactas, aún si va acompañada de grandísimas dotes, no es garantía de una actitud humana o crítica. Buena prueba de ello son los físicos de media docena de grandes países, todos trabajando febrilmente -y en secreto- en la bomba atómica.

(...) Justo antes de escribir esto, he leído en una revista estadounidense que algunos físicos británicos y norteamericanos se negaron desde el principio a investigar sobre la bomba atómica, en vista de lo evidente del uso que se le daría. He aquí un grupo de hombres cuerdos en medio de un mundo de lunáticos. Y aunque no se publicaban nombres, creo que no me equivocaría al suponer que todos debian de ser personas con algún tipo de formación cultural general, con algún conocimiento de la historia, la literatura o las artes; gente, en resumen, cuyos intereses no eran, en el sentido actual de la palabra, puramente científicos.

Extrapolemos estas reflexiones a nuestra época, en el área que se desee: investigación genética, inteligencia artificial, física, desarrollo tecnológico, comunicaciones, sociología. ¿Qué podríamos decir?

La foto, Robert Oppenheimer, primer director del laboratorio Nacional de Los Alamos, en Wikipedia.

De Department of Energy, Office of Public Affairs - Taken from a Los Alamos publication (Los Alamos: Beginning of an era, 1943-1945, Los Alamos Scientific Laboratory, 1986.)., Attribution, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=63668

lunes, octubre 17, 2022

El pensamiento uniforme


Reiteradamente, doy vueltas a comentarios que apuntan a Argentina. Es natural, habiendo nacido y crecido allí: Argentina, Chile y España son parte de mi historia personal. Además, existen hilos que conectan y anudan ideas y escenarios, y este tráfico es un camino de ida y vuelta entre América y España (España y Portugal), hoy tan vivo como lo ha sido en quinientos años. La pobreza o riqueza de la evolución cultural y social es algo que nos afecta a los dos lados. Los fallos y aciertos americanos, pueden llegar a repetirse aquí. Por eso es importante leer, releer, y sacar conclusiones. Sea una explicación de lo que sigue.

Se trata de un artículo de Andrea Calamari para Seul. En los suyos que he visto, hay un esfuerzo reflexivo, de pensamiento original, que rescatan el oficio del trabajo crítico allí donde no abunda. En este caso, conversa a partir de Borges: Se trata de una nota que habla del abismo social y cultural entre la Argentina del siglo pasado, hasta los ochenta o poco más, y la actual. Calamari introduce el problema a través de los reportajes a Borges en distintos medios, abundantes a medida que su fama crecía. De los distintos reportajes, Calamari rescata uno, muy particular, que le hace un estudiante de tercer año de la secundaria, a propósito de una tarea escolar pedida por su profesora (entrevistar a una personalidad). Lo primero que nota es que Claudio Pérez Míguez, el estudiante, elige preguntar a Borges. Luego transcribe el reportaje, cuyas preguntas no desmerecen, y las respuestas son ...Borges. El reportaje merece leerse, y hubiera deseado escucharlo.

Y ahora, las conclusiones de Andrea:

Hay tres cosas que me gustan de esta historia. [el reportaje del estudiante Claudio Pérez]
La primera es todo lo que pasó después y la relación que los unió hasta el ’86, muy larga para contar ahora. La segunda tiene que ver con la estatura personal de Borges. Ya es leyenda que recibía a todo el mundo, aunque Ricardo Piglia insiste en que lo hacía por soledad. Claudio, que lo visitó hasta su muerte y hoy vive en Madrid, no está de acuerdo: “Es verdad que estaba solo, pero conozco un montón de viejos en esa situación que no reciben a nadie”. Y la tercera es la dimensión de la popularidad de Borges por aquellos años. ¿Por qué llamó la atención de un estudiante secundario? Porque era parte del debate nacional cotidiano y no hacía falta haberlo leído para conocerlo. No puedo imaginar algo semejante con ningún escritor en la actualidad.
A medida que su estatura se iba acrecentando en el mundo, en nuestro país se fue convirtiendo en fuente de polémicas; ese era el personaje que conocía cualquier estudiante secundario. A Borges le ponían un micrófono enfrente, le preguntaban sobre cualquier tema, a veces contestaba y al otro día había un titular.

Calamari recuerda a un periodista, Matías Bauso que menciona el ambiente que todavía se vivía en los 70.. 

[Bauso] No es sólo un aficionado a las revistas, hizo una investigación para su libro 78. Historia oral del mundial, leyó todas las publicaciones que encontró y repasó el testimonio de una época: los escritores como figuras de alcance masivo. “Todas las semanas, entre el ’70 y el ’78, en las revistas de actualidad había una entrevista a un escritor”, cuenta. Eran tapa, salían en la tele, los buscaban para hablar de literatura pero también del país, del mundo, de la actualidad. Hermes Villordo, Abelardo Castillo, Beatriz Guido, Silvina Bullrich, Martha Lynch, Dalmiro Sáenz, Mujica Láinez, Bioy Casares, Ernesto Sabato y, el más solicitado, Jorge Luis Borges. “¿Qué autor es hoy una figura pública importante? Alguien que pueda hablar de cualquier tema. Ni siquiera los más consagrados. ¿Qué escritor podría hoy ir a comer a lo de Mirtha?” La pregunta de Bauso es pertinente porque pone la lupa sobre el lugar de los escritores en la sociedad. Eso ha cambiado. Sabemos cuánto pero no cómo.

En la actualidad hay más personas que escriben, infinitos libros publicados, lecturas endogámicas y comentarios condescendientes. No hay debates literarios, diatribas, columnas filosas en los diarios. No hay lugar para burlas. Se está perdiendo el arte de injuriar y debatir. En su lugar asistimos a un intercambio soso de elogios, un discurso demasiado uniforme, a la postulación de identidades y alineamientos antes de empezar a hablar: causas, colectivos, repudios, subsidios y hashtags.

Calamari centra todavía más su crítica recordando palabras de Ricardo Piglia. Ví las clases que recuerda Andrea, y debo darle la razón:

 Las clases que Piglia dio en 2013 en La TV Pública son ilustrativas. Sobre todo la cuarta. En su última clase, Piglia –gran lector de su obra, un especialista– aborda las relaciones entre política y literatura. Lo dice varias veces con distintas palabras: Borges es un problema, un obstáculo, un inconveniente.

Dice Piglia: “Vamos a trabajar sobre historia y política en Borges. Vamos a tratar de ver si podemos encarar esa especie de obstáculo que siempre ha sido Borges. Es un hombre de derecha, sobre todo el Borges que conocemos después de los años ’50. Yo diría que es el último intelectual de derecha. Yo creo que eso lo hemos dicho alguna vez. Es el único que dice las cosas que la derecha no se anima a decir. Por eso lo citan tanto, porque él dice cosas que son muchas veces irritantes y también tienen que ver con su manera de encarar una posición ética, ser capaz de estar en posiciones, digamos, no tan populares.” En un país con una cultura de izquierda, dice, Borges se animó a ser de derecha.

Todos los implícitos que hay en esa afirmación son los que me llevan a extrañar a Borges: la izquierda está bien, la derecha está mal, el peronismo es izquierda, si en Argentina no pertenecés a la cultura mayoritaria y hegemónica, para hablar tenés que “animarte”.

Y contesta Calamari:

Borges no “se animó a ser de derecha”: se animó a señalar el autoritarismo, la verticalidad, el culto al líder, la censura, las persecuciones. Miraba a Europa y no estaba dispuesto a consentir o proponer una complicidad. Como Borges es un obstáculo para la narrativa nacional y popular de buenos y malos, la intelectualidad que consiente prefiere quedarse con las anécdotas, buscar las declaraciones ocurrentes y el humor, para dejar cristalizado el antiperonismo de Borges como una nota de color (“el viejo era un poco gorila, gracias a Perón que lo dejó sin trabajo se hizo conferencista, lo mandaron a trabajar como inspector de aves, qué borgeano todo, jajaja”).
Volviendo a la diferencia de época,

(...) No logro imaginar a Borges en estos tiempos. No acierto a ubicarlo en escena. ¿Qué estudiante secundario lo entrevistaría? ¿Con quién debatiría? ¿De quiénes se burlaría? ¿Cuáles serían sus amigos? No encuentro nada a su altura y, definitivamente, no habría un Bioy con el que pudiera juntarse a comer cada día.

Finalmente, Calamari ironiza con lo que sería la narrativa periodística de unas declaraciones de Borges hoy:

Ahora que repaso en la web recortes y compendios de sus frases para esta nota, caigo en la cuenta de que no puedo imaginarlo a él en el presente pero sí a los titulares. Eso sí, en tiempos de periodismo de declaraciones, nos costaría encontrar sus textuales sin el juicio previo de un egresado de comunicación, un pasante de periodismo, un editorialista compulsivo.

Polémicas declaraciones de Jorge Luis Borges: ‘Estoy contra el fascismo, el marxismo y el peronismo porque esos movimientos son formas del fanatismo y la estupidez’. La CGT prepara un documento de desagravio.

Insólito posicionamiento de Jorge Luis Borges sobre la política: ‘El gobierno es un mal necesario, pero lamentablemente en todas partes el Estado cada vez se torna más molesto’. Intelectuales y dirigentes salieron al cruce.

Repudiable afirmación de Jorge Luis Borges sobre la guerra de Malvinas, a la que comparó con la pelea de dos calvos por un peine. Incluso propuso ceder las islas a Bolivia para que tenga una salida al mar. Se alzan las voces en rechazo.



sábado, octubre 01, 2022

El tiempo (y el ser)

 


Esto lo escribió Gustavo Noriega, el 29 de septiembre, en Seul, con un pequeño homenaje lateral a Godard, y otro probablemente no calculado a Heidegger (Dasein):

(...) Borges es inusualmente honesto. Luego de pasearse a lo largo de diez páginas por la historia de la filosofía occidental y jugar con la idea de que el tiempo es tan ilusorio como el yo o la realidad exterior, le dedica el último párrafo a reconocer que todo lo que está hablando es un juego que nos distrae de nuestra condición efímera, es decir, a estar a merced de ese río impetuoso, unidireccional y puntual que es el tiempo:

And yet, and yet… Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos. Nuestro destino (a diferencia del infierno de Swedenborg y del infierno de la mitología tibetana) no es espantoso por irreal; es espantoso porque es irreversible y de hierro. El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges.

Probablemente, este párrafo final es lo más extraordinario que escribió JLB, lo más personal y expuesto. Desde la música de la aliteración insólitamente persistente (irreal, irreversible, hierro, río, arrebata) hasta las citas eruditas pasando por el comienzo en inglés, directo y misterioso: todo suena simple y complejo al mismo tiempo. Lejos de refugiarse en sus bibliotecas, esas líneas exhiben descarnadamente su conciencia de la fragilidad de ser. El vértigo de un cuarentón que comienza a entender que lo que queda por delante es declive y final. Es tan humano ese momento que Godard, el rey de las paradojas, lo utilizó literalmente en el final de Alphaville, en la voz de una computadora (“El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Alpha 60.”).