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lunes, junio 17, 2024

Centenario de la muerte de Kafka II


 A propósito de la conmemoración de la muerte de Kafka, se escriben y se escribirán decenas de notas. Lo que sigue es un recuento de algunas que me parecen de interés, en general procedentes de la revista mexicana Letras Libres. 

Quizá el primer enfoque por interés lo merezca la relación de Kafka con el judaísmo. Viena, capital del imperio austrohúngaro, fue el orígen del sionismo como organización y partido, impulsado por Theodor Herzl, y también del nazismo con el partido pangermánico de Georg Ritten von Schönerer. Sin duda en Praga como en Viena este ambiente de confrontación y odio afectaba a cualquiera, especialmente si era judío. En sus cartas y Diario se puede ver la vida de Kafka rodeado de amigos y familias judías. En su Diario comenta en distintos momentos el conocimiento del movimiento sionista, pero no se ve que fuera mucho más allá. La universalidad de Kafka lo llevó más lejos que su raza y su cultura y sociedad. De todas formas, su muerte temprana le evitó vivir el horror convertido en estado normal: su tío, sus tres hermanas, su amada Milena, murieron en los campos de concentración alemanes, veinte años después que Kafka, en un tiempo sin esperanza.

Sobre este tema Fernando García Ramírez escribe un artículo, que recuerda particularmente su amistad y convivencia con un grupo teatral yidish, comentado en sus diarios en distintos momentos. Allí dice García Ramírez:

A partir de su descubrimiento del teatro yidis se suscribió a revistas sionistas, comenzó a leer la biblia en la traducción de Martin Lutero, se familiarizó con la literatura talmúdica. “La constante preocupación de Kafka por los conceptos de la justicia, autoridad y ley, y su exploración de la relación entre el individuo y lo absoluto, y el individuo y la comunidad se pueden ver como formulaciones abstractas de los problemas judíos tocados por las obras de teatro yidis”, escribe Evelyn Torton Beck (Kafka y el teatro yidis).

Todo lo cual no quiere decir que se adhirió al sionismo. Le escribe a su amiga Greta Bloch: “admiro al sionismo y me da náuseas”. En 1913 asiste con Brod a un Congreso sionista en Viena: “es difícil imaginar nada más inútil que un Congreso así”, escribe en su diario. Dicter Zimmermann, uno de los grandes especialistas en la obra de Kafka, afirma: “no fue de ningún modo sionista, era un individualista feroz”. Le atraía el sionismo como forma de pertenecer a una comunidad, y le repelía. Su ambivalencia hacia el sionismo, explica Balist, “es análoga a su ambivalencia hacia Felice, como si matrimonio y sionismo fueran aspectos de una misma preocupación”

En el segundo artículo que García Ramírez escribe sobre Kafka, el judaísmo de Kafka es puesto en su lugar:

Para algunos –como Scholem, Steiner y Bloom– Kafka representa la esencia de la judeidad. Mientras que Kafka anotó en su diario: “Los pájaros de la Biblia no anidan en mi presencia.” Y más adelante: “¿Qué tengo en común con los judíos? Apenas tengo nada en común conmigo mismo.” Según Jakob Michalski “se puede celebrar a Kafka en cuanto artista, pero sus logros nada tienen que ver con los judíos ni con el judaísmo, rechazamos la noción de que emana una esencia judía de su obra”. El novelista israelí David Grossman reconoce una gran deuda con Kafka, pero no cree que se pueda adscribir a ninguna tradición en concreto: “Creo que Kafka sería Kafka incluso si hubiera nacido en Estados Unidos, Inglaterra o Australia.” Theodor W. Adorno, en una carta a Walter Benjamin, niega categóricamente que Kafka “pudiera ser considerado como el poeta de la patria judía”.

 Hay un segundo artículo de García Ramírez, dedicado a la supervivencia de los escritos de Kafka, supervivencia debida a su amigo Max Brod, que se negó a quemarlos, como le pidió Kafka antes de morir:

Franz Kafka murió en Kierling, Austria, hace cien años. En un alemán perfecto describió un sentimiento de angustia que es universal. En sus textos literarios no aparece nunca la palabra judío, tampoco la palabra Dios. La historia que quiero contar también es la de su amistad con Max Brod, un joven talentoso y brillante, un triunfador precoz que, cuando conoció a Kafka, depuso toda vanidad y toda envidia y se dedicó a trabajar desde entonces en la consagración de su amigo, al que consideraba un santo. Sobre esto escribe J. M. Coetzee: “Kafka fue un artista al que Brod reverenció pero nunca llegó a entender.”

El objetivo del artículo va más allá; relata la disputa posterior (y todavía?) acerca de la propiedad de sus papeles, entre los descendientes de Max Brod, el estado de Israel y Alemania, una historia de hipocresía de todas las partes.

Durante el juicio la discusión entre judíos y alemanes elevó su tono. Los alemanes alegaban: “En Israel no hay una sola edición de las obras completas de Kafka, ni una calle con su nombre.” A lo que los israelíes reviraban: “Los alemanes no tienen un gran historial cuidando las cosas de Kafka. No cuidaron bien de sus hermanas, que murieron en el Holocausto.”

Las tres hermanas de Kafka fueron víctimas de los nazis. Señala Balint: “Elli y Valli fueron deportadas al gueto de Łódź a finales de 1941 y enviadas a las cámaras de gas de Chełmno en septiembre de 1942. Ottla, la menor y la más vivaz de las hermanas de Kafka, fue deportada del gueto de Terezín a Auschwitz, donde fue asesinada en octubre de 1943.” La historia no termina ahí. Milena Jesenská fue asesinada en 1944 en el campo de Ravensbrück, así como Julie Wohryzek (la segunda prometida de Kafka); Siegfried (el tío favorito de Franz) se suicidó antes de que se lo llevaran a Terezín; Yitzchak Lowy, amigo de Kafka, que lo inició en el teatro en ídish, así como cinco de sus amigos de secundaria, murieron a manos de los nazis. Es muy probable que, de no haber muerto de tuberculosis, Kafka hubiera terminado sus días en un campo de concentración, horror superior al que él imaginó en su cuento “En la colonia penitenciaria”.

Un tercer artículo, éste de Christopher Domínguez Michael, recuerda a Kafka citado y comentado por otros, literatos, filósofos, poetas.  De ellos, tomo el obituario escrito por Milena Jesenská en 1924:

“Vio el mundo lleno de demonios invisibles, desgarrando y destruyendo seres indefensos. Era demasiado clarividente e inteligente para poder vivir y era demasiado débil para luchar. Fue débil como lo son las personas nobles y bellas, incapaces de luchar contra el miedo a la incomprensión, a la malicia o al engaño intelectual, porque reconocen de antemano su propia desesperanza, aunque su sumisión solo avergüence al vencedor. […] Escribió los libros más importantes de la literatura alemana moderna, libros que encarnan, sin favorecer a ninguna tendencia, la lucha de la generación actual en todo el mundo. Sus obras son verdaderas, crudas y dolorosas, hasta el punto de ser naturalistas incluso cuando son simbólicas. Están llenas del desprecio más seco del cual era capaz un hombre cuya perspectiva sensible le permitió ver el mundo con tanta claridad que no podía soportarlo, un hombre destinado a morir porque se negó a hacer concesiones o a refugiarse, como otros a veces muy nobles, en diversas falacias de la razón o del inconsciente. […] Todos sus libros pintan el horror de los secretos, de los malentendidos, de la culpa de la persona inocente. Era un artista y un hombre cuya conciencia, tan ansiosa, podía oír incluso donde otros, sordos, se sentían seguros.”

 Merecen leerse todos los juicios seleccionados por Domínguez Michael.

Otro artículo, reportaje a Reiner Stach, biógrafo de Kafka, hecho por José Aníbal Campos

Una visión algo divergente de Kafka en Karl Krispin, en Zenda. Es de noviembre de 2022, pero éste es el mejor lugar donde leerlo, La motocicleta de Kafka

(...) los exégetas de Kafka han tratado de convertirlo en un ermitaño clausurado en sí, un individuo que apenas balbuceaba palabras con las otras personas. No era un hombre triste o especialmente atormentado, pero sí tuvo la firmeza de no caer en las convenciones de los “casi todos”, y ello se expresó en el desprecio —no del todo real— que aparentemente sentía por su familia y en su decisión de renunciar a formar la suya propia. En las cartas que dirige a sus negados suegros, juega a la ironía más impropia en la que no se tienen claras las fronteras entre el equívoco, la exagerada sinceridad y el sarcasmo. En esas misivas nihilistas hay un indecoroso y despiadado sentido del humor que fabrica para ponerse a salvo de la ejemplaridad y las buenas consciencias

 Finalmente, un artículo de Patricio López Guzmán que nos informa que hasta el 7 de julio, hay una exposición de 130 fotos de kafka y su familia, en la Biblioteca Estatal de Berlín. Sólo hay disponible una de ellas, de Kafka niño, con dos de sus hermanas.

La foto, en Wikimedia: AnonymousUnknown author (see talk page), Public domain, via Wikimedia Commons

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Kafka.jpg

 

domingo, diciembre 17, 2023

Schomberg, Berg y Weber

 


Ese imperio fugaz que fue Austria-Hungría, dejó también algunas de las mejores creaciones de su época,  durante el siglo XIX y aún el siglo XX, en literatura, en pintura o en música. Un caso particular es el de las transcripciones de obras de los Strauss hechas por Arnold Schönberg, Alban Berg, y Anton Webern, reinterpretando para pequeños conjuntos de cámara, los valses de Johann Strauss padre e hijo escritos para grandes orquestas. Se trata de continuidad y cambio: las transcripciones realizadas en los primeros años del siglo veinte le dan un nuevo sentido a la música de los Strauss, ya alejada de su inicial optimismo, alegría y vanidad de las buenas épocas del Imperio. Conocí esas transcripciones hace muchos años, en Radio Nacional de Argentina, que grabé, y tengo la vaga idea de que se trataba de la versión original interpretada por Schömberg, Berg y Webern en 1921, aunque más probablemente se tratara de la versión de los
Boston Symphony Chamber Players, o la del Cuarteto Alban Berg, y mi cinta reflejara no lo que fuera, sino lo que hubiera preferido. Por años tuve estas transcripciones en la cinta, hasta que finalmente un día las perdí, al pasar de Chile a España. Y buscando, buscando, un día recuperé la obra gracias a Internet, en una nueva versión austríaca de 2012 que mantiene todo el valor de esas reelaboraciones. Esta versión incluye alguna otra interpretación, y tiene una particularidad que la ambienta de manera única: Los intérpretes ejecutan estas obras en un café vienés, el Sperl, rodeados de los clientes del café, que escuchan y conversan. La revista Ritmo publicaba en 2012 una reseña de esta grabación de The Philharmonics:

Un grupo de músicos de la Orquesta Filarmónica de Viena, como es bien sabido insustituible para hacer sonar e interpretar la música de Johann Strauss, se ha establecido con el nombre “The Philharmonics” y ofrecen aquí, filmadas en un pequeño café vienés lleno de sabor, el Sperl, varias transcripciones –para un conjunto variable, pero siempre ajustado, de instrumentos– de cinco de los más conocidos valses del Rey del género, a los que se añaden tres piezas del famoso y longevo violinista y compositor vienés Fritz Kreisler (1875-1962), una del legendario pianista Leopold Godowsky (1870-1938) y otra del primer violín del grupo, Tibor Kovác (n. 1967). La velada, con parroquianos del café que escuchan más o menos atentos, es absolutamente deliciosa, con una música muy hermosa admirablemente transcrita por tres de los mayores compositores del siglo XX, e interpretada de modo verdaderamente insuperable por los nueve solistas, dicho esto sin la menor exageración: no hay más que comparar con lo mejor que se había escuchado en disco, a saber los Boston Symphony Chamber Players (D.G. 1979) y el Cuarteto Alban Berg con varios invitados (EMI 1994), para darse cuenta de la inocultable superioridad estilística y musical de The Philharmonics, que a una técnica y un dominio de los instrumentos inobjetable añaden un sonido vienés único y un brío y un conocimiento del vals vienés absolutamente incomparables. Si los de Boston ofrecían unas ejecuciones fantásticas, los del Cuarteto y sus amigos defraudaban en unas versiones algo sosas, carentes de gracia y encanto. Las transcripciones, tanto de Schönberg como de sus dos principales alumnos, son modélicas, y realmente sorprende lo poco que pierden con respecto a las versiones orquestales, lo bien que quedan en esas reducidas combinaciones: cuarteto de cuerda, piano y armonio en el Vals del tesoro –Webern–, en Vino, mujeres y canciones –Berg– y en el Vals de las lagunas, y cuarteto, piano, flauta y clarinete en el Vals del Emperador –Schönberg–. Por cierto, en una velada de 1921 fueron interpretados cuatro de los cinco valses aquí incluidos por el gran pianista Eduard Steuermann, por Alban Berg al armonio, Rudolf Kolisch y Schönberg al violín y Webern al violonchelo, entre otros músicos. En las adaptaciones de las demás piezas –las de Kreisler y Godowsky son algo así como la quintaesencia de lo vienés más decadente– han intervenido el famoso contrabajista de la Filarmónica de Viena Ludwig Streicher (1920-2003) y el violinista Kovác, cuyo Yiddische Mame es una especie de “medley” en el que desfilan temas judíos de Mahler y de otras procedencias. Con un sonido y una imagen de primera calidad, es de suponer que en el Blu-Ray correspondiente serán aún mejores.
A.C.A.
Existe una versión reducida de esta sesión (con propiedad, un trailer) en Youtube.

 

jueves, octubre 12, 2023

El imperio Austrohungaro

 


Era la sexta potencia económica, su población llegó a superar los 50 millones de personas, alcanzó un gran florecimiento intelectual, pero se derrumbó como un castillo de arena al terminar la primera guerra mundial. Literalmente se esfumó, y así entró en el siglo XX. A finales del siglo, nadie recordaría al Imperio Austrohungaro que fue importante a finales del XIX en las relaciones internacionales, y más en el campo intelectual: no sólo los Strauss, sino Sigmund Freud, Adler, Klimt, Kokoschka; Kafka, Musil, Zweig, von Hofmannsthal, Meyrink, Wittgenstein; Gödel, Neurath y Schlick miembros luego del círculo de Viena; en música, además de los Strauss, grandes maestros florecieron durante el imperio: Schubert,  Beethoven, Bruckner, Brahms, Schoenberg, Mahler, Webern, Berg...

Pero el imperio tenía debilidades radicales, ya desde el mismo hecho de no haber sido nunca un reinado unificado, sino dos, Austria y Hungría. Y luego su composición: una colección de pactos nacionales, herencias dinásticas, y conquistas territoriales: además de Austria y Hungría, Bohemia, Croacia, Moravia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Salzburgo, Silesia. Una población no homogénea, con checos, alemanes, judíos, polacos, croatas, húngaros, serbios, italianos, rumanos, eslavos, turcos, y sus religiones. Podría decirse que es un milagro que hayan crecido y evolucionado cultural, científica y económicamente con Viena, Budapest y Praga al frente durante años: un crecimiento más allá de lo que el imperio hiciera. 

Dos autores, Allan Janik y Stephen Toulmin, en su trabajo "Wittgenstein's Vienna", analizan el breve período de tiempo (sesenta años lo son) en que el reinado de Francisco José I de Habsburgo-Lorena administró el imperio: una descripción detallada de una sociedad donde la nobleza convivió con una burguesía empresaria que irrumpió entonces con un liberalismo creciente. Janik y Toulmin muestran una sociedad corrupta, de doble moral, hipócrita, sensual, con crecientes tensiones religiosas y raciales. En su análisis, describen cómo las confrontaciones políticas entre nacionalismos, socialdemócratas, comunistas, odios raciales y religiosos, no sólo anticipan los enfrentamientos que dispararon la primera guerra  mundial, sino que explican la inestabilidad de toda la región, tanto durante la dominación rusa posterior a la segunda guerra, como la desaparición de Yugoslavia y las guerras locales posteriores. Describiendo la acción de los dirigentes políticos de la época, Janik dice que "quizá la más extraña paradoja de la vida vienesa es el hecho de que tanto la "solución final" del nazismo (Georg von Schönerer), como el estado judío del sionismo (Theodor Herzl) , no sólo brotaron aquí, sino que además tuvieron similares orígenes".

Estas tensiones forman parte del inicio de la primera gran guerra, y son el material con el que se produjo la caída del imperio: un mando debilitado por la muerte de Francisco José, descontento y huelgas en las ciudades, y la dispersión y disolución de los ejércitos, con soldados que se amotinaban o desertaban y volvían a sus territorios. Pasada la mitad del año 1918, la disolución del imperio era un hecho: los eslavos de Zagreb forman un consejo independiente, Polonia se integra y reunifica, Austria se declara república, ajena al imperio, Croacia y Eslovenia se declararon una unidad independiente, y sumaron a los reinos de Montenegro y Serbia, los checos y los eslovacos se unen con Bohemia y Moravia. y finalmente Hungría abandona el reinado y se declara república. Así, en pocos meses, toda la construcción social y económica de un imperio pasa a ser sólo un recuerdo, reducido a las naciones que lo formaban, ahora aferradas a sus propios centros económicos, y a los recursos que pudieran proveerse. 

¿Y qué fue de sus escritores, científicos, artistas? Wittgenstein, soldado austro-húngaro voluntario en la guerra, condecorado varias veces, cayó prisionero casi a su término, y pasó nueve meses en un campo de prisioneros italiano. Cuando fué liberado, el imperio no existía y Austria era una república. Un hermano suyo, oficial del ejército, se suicidó cuando sus tropas se negaron a luchar y desertaron. Robert Musil fue reclutado desde el comienzo de la guerra, sirviendo en el comando del ejército, volviendo a la Viena ya republicana. Sólo abandonó Viena cuando el nazismo hizo imposible la vida en Austria (su esposa era judía). Este mismo fue el camino de Freud, salido de Viena después de que su hija fuera interrogada por la Gestapo, y se quemaran sus libros públicamente. Cuatro hermanas suyas murieron en campos de concentración. El camino del exilio también fue el destino de Wittgenstein y sus colegas del Círculo de Viena, aunque Moritz Schlick no tuvo esa oportunidad. Kafka no participó en la guerra por su estado de salud primero, y luego por la tuberculosis declarada. Su vida no se alteró mucho, comprometido en su trabajo en una compañía de seguros, y no llegó a ver el nazismo en acción (muere en 1924), pero de alguna manera lo alcanzó: sus tres hermanas murieron en campos de concentración veinte años después, como su amada Milena (Jesenská) enviada al campo de concentración de Ravensbrück, muerta en 1942. El pintor Kokoschka, por su parte, participó en la guerra en la caballería austríaca, fue herido, y al término salió del país, a Dresde en Alemania. En 1931 volvió a vivir a Viena, pero en el interín, su obra fue calificada como degenerada por el nazismo, y se mudó a Praga y tomó la ciudadanía checa. En 1938, ante la inminente invasión nazi a Checoslovaquia, se mudó a Inglaterra por el resto de la segunda guerra mundial. Luego de algunos años en Estados Unidos, se radicó finalmente en Suiza, donde murió en 1980. Ya nunca en Viena o Praga... Y un último recordado: Stefan Zweig, de orígen judío pero no practicante, en la guerra fue empleado del ministerio de guerra, hasta exiliarse en Suiza. Volvió a Austria al terminar la guerra, a Salzburgo, hasta que comenzó a ser hostigado como judío alrededor de 1934. Su libreto de una obra de Richard Strauss fue vetado y la obra prohibida. Transladado a Londres, ya nunca volvería a Austria. En 1942 se suicidó con su esposa en Brasil, en la creencia de que el nazismo alemán ganaría la guerra y establecería su orden a nivel mundial.

En fin, cuando veamos la obra de estos intelectuales, no deberíamos perder de vista el contexto en que vivieron y padecieron. Cuando pensemos en la Europa central, recordemos que representan aún un foco de inestabilidad, como si viviéramos al pie del Vesubio. Lo saben bien en Sarajevo o Srebrenica.

La imagen, Achille Beltrame, Public domain, via Wikimedia Commons

domingo, enero 02, 2022

Bruno Schulz en Wikipedia

Reconozco que conocí a Bruno Schulz inesperadamente, leyendo Estrella Distante, de Roberto Bolaño. El actor principal de la novela acecha a un tenebroso fugitivo nazi chileno  en un bar, y mientras espera, lee un libro con la obra de Schulz. Admiro el trabajo de Bolaño, y supuse que no era nombrado de casualidad, así que comencé a buscarlo. Así conseguí El Sanatorio de la Clepsidra, y me enteré que su obra era muy escasa por su muerte temprana. Inevitablemente, su lenguaje, su estilo de escritura antes que otra cosa, me recuerda historias de Kafka, especialmente las esbozadas e inacabadas de sus Diarios. No debe ser casualidad, si efectivamente trabajó en la traducción al polaco de El Proceso hecha por su novia Józefina Szelińska. Y también me recuerda a Gustav Meyrink, y a algunas de las historias contadas por Bolaño en 2666 (el peregrinar del profesor Von Archimboldi). O quizá los puntos de contacto se deban a su vida misma. 

¿Hubiera sido Schulz recordado por su literatura o por sus dibujos y pinturas? Tanto una faceta como la otra lo merecen. Landau, su "protector" de la Gestapo, lo valoraba por su pintura, en el último día de su vida.

Witold Gombrowicz y Schulze se conocieron, tanto que las ilustraciones de la primera edición de Ferdydurke de Gombrowicz las hizo Schulz. Tras esos primeros años, Gombrowicz emigró a Argentina, esquivando la invasión de Polonia  por alemanes y rusos. A su retorno a Europa, ya acabada la segunda guerra, desarrolló la mayor parte de su obra restante en un continente exento de la barbarie nazi y fuera de la opresión rusa. ¿Qué podría haber hecho Schulz, si no hubiera muerto de un tiro en la nuca, en la calle, convertido en esclavo de un oficial de la Gestapo?

Siguen algunas breves referencias de Wikipedia, de su versión inglesa y francesa...

En inglés:

(...)

Avoiding travel, he preferred to remain in his provincial hometown, which over the course of his life belonged to or was fought over by successive states: the Austro-Hungarian Empire (1792–1919); the short-lived West Ukrainian People's Republic (1919); the Second Polish Republic (1919–1939); the Soviet Ukraine from the invasion of Poland in 1939; and, during Operation Barbarossa, Nazi Germany after the German attack on the Soviet Union in 1941. His writings avoided explicit mention of world events of the time period.  

(...)

 Schulz was discouraged by influential colleagues from publishing his first short stories. However, his aspirations were refreshed when several letters that he wrote to a friend, in which he gave highly original accounts of his solitary life and the details of the lives of his family and fellow citizens, were brought to the attention of the novelist Zofia Nałkowska. She encouraged Schulz to have them published as short fiction. They were published as The Cinnamon Shops (Sklepy Cynamonowe) in 1934. In English-speaking countries, it is most often referred to as The Street of Crocodiles, a title derived from one of its chapters. The Cinnamon Shops was followed three years later by Sanatorium Under the Sign of the Hourglass, (Sanatorium Pod Klepsydrą). The original publications were illustrated by Schulz; in later editions of his works, however, these illustrations were often left out or poorly reproduced. In 1936 he helped his fiancée, Józefina Szelińska, translate Franz Kafka's The Trial into Polish. In 1938, he was awarded the Polish Academy of Literature's prestigious Golden Laurel award. 

(...)

In 1939, after the Nazi and Soviet invasion of Poland in World War II, Drohobych was occupied by the Soviet Union. At the time, Schulz was known to have been working on a novel called The Messiah, but no trace of the manuscript survived his death. When the Germans launched their Operation Barbarossa against the Soviets in 1941, they forced Schulz into the newly formed Drohobycz Ghetto along with thousands of other dispossessed Jews, most of whom perished at the Belzec extermination camp before the end of 1942.[7][8] A Nazi Gestapo officer, Felix Landau, however, admired Schulz's artwork and extended him protection in exchange for painting a mural in his Drohobych residence. Shortly after completing the work in 1942, Schulz was walking home through the "Aryan quarter" with a loaf of bread, when another Gestapo officer, Karl Günther,[9][10] shot him with a small pistol, killing him.[5] This murder was in revenge for Landau's having murdered Günther's own "personal Jew," a dentist named Löw. Subsequently, Schulz's mural was painted over and forgotten – only to be rediscovered in 2001. 

In the last chapter of Roberto Bolaño's 1996 novel, Distant Star, the narrator, Arturo B, reads from a book titled The Complete Works of Bruno Schulz in a bar while waiting to confirm the identity of a Nazi-like character, Carlos Wieder, for a detective. When Wieder appears in the bar, the words of Schulz's stories '...had taken on a monstrous character that was almost intolerable' for Arturo B. 

En francés:

Entre 1924 et 1941, Bruno Schulz est professeur de dessin au lycée public Władysław Jagiełło1. Ce travail ne lui plaît guère et il s'en plaint fréquemment au cours de ses correspondances avec ses amis Witold Gombrowicz et Stanisław Ignacy Witkiewicz.

(...)

Schulz réalisa également de nombreux portraits et autoportraits, ainsi que des projets de couvertures et les illustrations pour ses propres livres. Il réalisa notamment les illustrations de la première édition de Ferdydurke de Witold Gombrowicz.  

(...)

L'œuvre de Bruno Schulz se rapproche de l'expressionnisme moderne de Franz Kafka tout comme du surréalisme et de la psychanalyse3. Bruno Schulz lui-même appréciait grandement les œuvres de Rainer Maria Rilke, Franz Kafka et Thomas Mann.

Bruno Schulz aurait également écrit la traduction du Procès de Kafka en polonais ; cependant, certains chercheurs[Qui ?] émettent l'hypothèse que celle-ci soit l'œuvre de sa fiancée, Józefina Szelińska (à qui s'adresse la dédicace du Sanatorium au croque-mort).

 (...)

Bruno Schulz meurt au croisement des rues Mickiewicz et Czacki le jeudi vers midi au cours d'une « action sauvage » de la Gestapo. Karl Günther le tue de deux balles dans la tête pour venger son propre protégé, le dentiste Löw, qui a été tué par Felix Landau.

Il semble que Bruno Schulz se rendait alors au Judenrat pour chercher du pain. Il prévoyait de s'enfuir la nuit suivante pour Varsovie à l'aide de faux papiers. Il fut probablement enterré dans une fosse commune, ce qui ne put être vérifié après la guerre

Nota: Hubiera querido incorporar alguna foto de Schulz, quizá la que muestra wikimedia, o las  de WikiArt, donde se conservan treinta imágenes de sus dibujos, pero parece ser que a Google definitivamente no le interesa tampoco mantener el editor de su Blogger. 

Nota de la nota: Veo que el problema con las imágenes tiene una historia de quizá más de un año, y existen distintas aproximaciones para solucionarlo. Usé una de las alternativas que creo que es más coherente con el editor. Iré recuperando otros casos.