Jorge Fernández Díaz , en La Nación y Zenda, a propósito de las inminentes elecciones de segunda vuelta en Argentina, y de las profundas raíces del desastre actual:
Un escritor lúcido, que es un viejo amigo, me dijo hace unos días: “Tengo un divorcio emocional con la sociedad; no puedo referirme a ella sin insultarla”. Con esa frase dolorida y políticamente incorrecta daba por cancelada cualquier intervención pública, y asumía una especie de exilio interior. Interesa el sentimiento no solo por su carácter lacerante, sino porque pone en palabras el vasto desencanto de muchos argentinos que quieren entrañablemente a la Argentina y no pueden ser indolentes frente a su descomunal descomposición, ni cínicos o irresponsables frente a un dilema electoral entre dos esperpentos. (...)
Fue Diego Cabot quien explicó, sin embargo, más integralmente el problema: gran parte de la sociedad ya no puede hacer frente a la nafta, la electricidad, el gas, el agua corriente, el tren y el colectivo. Veinte años de populismo estadocéntrico han pauperizado al país, pero han generado a su vez una dependencia de feudo provincial y, sobre todo, una corrupción mental que ha penetrado en amplios sectores sociales, incluso los más alejados del voto peronista. Todos nos hemos acostumbrado a vivir por encima de nuestras posibilidades, y están a punto de cortarnos la tarjeta. Que la mentira y el circo continúen es un acto de negación. El acto de un adicto perdido que no quiere curarse. Es por eso que un hechicero peronista hace unos trucos de mago infantil y ya convence a cualquiera. La última gracia que escuché es que debíamos votar a Massa para que no ganara la derecha. Humor pesado. Es que un gobierno no peronista cuando fracasa lo hace para siempre; en cambio una administración justicialista puede destruir una y otra vez el país, y seguir obteniendo el favor de las mayorías: se equivocó en esta ocasión, pero seguro que acierta en la próxima. Una parte muy importante de la sociedad —incluida una vez más aquella que no se considera simpatizante de Perón— está inconscientemente peronizada y es refractaria a los datos y las pruebas. Ahora mismo, por ejemplo, naturaliza la calamitosa mala praxis del ministro de Economía y está dispuesta a creerle que no conformará un quinto gobierno kirchnerista; para ello, se ha autoconvencido nuevamente de que Cristina Kirchner se jubilará y no condicionará una eventual gestión de Massa ni entablará con él una verdadera batalla campal cuando éste quiera hacer las cosas a su manera y limar, como haría desde el minuto cero, al caballo del comisario: Axel Kicillof, el preferido de la arquitecta egipcia. El autoengaño sigue funcionando a pleno, porque el “pueblo” piensa que el ilusionista encontrará el milagro, el atajo para evitar la jeringa, y porque sus sectores dominantes —empresarios, sindicalistas, gerentes de la pobreza y pequeñoburgueses de mentalidad trucha— se han aclimatado a la mediocridad y al estilo mafia, y porque el camino de la recuperación argenta les resulta muy arduo. Da mucha pereza cambiar, que siga entonces el baile de máscaras. Millones resisten con los dientes apretados esa inercia, convertida en idiosincrasia tóxica, pero está visto que no son suficientes. Otros bajan los brazos y eligen el lacerante divorcio emocional.
Más de setenta años, si contáramos desde el ascenso a la Secretaría de Trabajo de Perón, no dan lugar a equivocaciones. Si Argentina está así, es porque es lo que la sociedad argentina prefiere. Todo un universo de conceptos, una mitología consolidada, consecuente hasta la destrucción como sociedad. Todo alrededor de Argentina cambia, Argentina persiste.
Pero un poco más: ¿no observa usted similitudes en la sociedad española? ¿qué es lo que se discute hoy en España? ¿no teme usted que la indiferencia frente a lo que hoy vemos, conduzca a una sociedad a la argentina?
La fotografía, en ¿24matins.es, perfil.com, gestion.pe? No logro fijarlo. Posiblemente, "Los dos candidatos presidenciales de Argentina, Sergio Massa (I) y Javier Milei (D) © JUAN MABROMATA, Luis ROBAYO / AFP"
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