Vargas Llosa, en Conversaciones en La Catedral, comienza su libro preguntándose "¿cuándo se jodió todo en Perú?", remontándose a épocas de Odría, como principio de sucesivos empeoramientos de la vida social y política. Su reflexión es una que podemos hacer para cualquier sitio de América, y el resultado es variable, pero no demasiado.
No recuerdo por donde comenzó a tirarse del hilo; quizá fue al encontrar alguna referencia de Jorge Edwards a propósito de García Márquez y Prensa Latina, quizá a propósito de un reportaje a Vaca Narvaja, o por un artículo en Wikipedia sobre Jorge Masetti. Más probablemente ha sido por la fuerte crítica de Edwards al gobierno cubano en su libro Persona non grata, apuntando a sus rasgos más negativos cuando muchos consideraban un honor aparecer en una foto con Fidel o con el Che.
Remontando causas y antecedentes, probablemente todo confluye en la irrupción de la revolución cubana en América. Hasta ese punto, la evolución política americana había sido regularmente lineal, con la única interferencia de Italia y Alemania a partir de los años 30 del siglo pasado, su introducción de ideas nazifascistas, la fugaz influencia de sus años de gobierno, y su posterior influencia ideológica en la diáspora de la posguerra, al menos en Argentina, Chile, Paraguay, Brasil. (Roberto Bolaño ha hecho un buen trabajo sobre esta presencia, 1,2).
La gran diferencia entre la influencia nazifascista y la cubano-comunista es que éstos surgieron con el apoyo de los ganadores de la segunda guerra mundial, y los otros, de los perdedores; y sus representantes de peso estaban en fuga. Cuba apareció como otra más de las revueltas de África, Asia, Medio Oriente, y contó con la ciega simpatía de toda clase de intelectuales en toda América, incluído Estados Unidos; y si me guío por lo que aún se puede ver en España, su fama cruzó el Atlántico. Hubo un momento en que fue determinante ("cuando se jodió todo"), y las consecuencias hecharon a rodar y aún persisten, como eco remoto e indeterminado, como el eco del Big Bang.
Los años 60 del siglo pasado vieron aparecer los émulos sudamericanos de Cuba, especialmente a partir del momento en que el Che inició su aventura en Bolivia, con puñados de seguidores en otros países próximos, entre ellos Argentina. A los intentos iniciales (1,2) les siguió una segunda ola de formaciones terroristas, y la simpatía por Cuba y las soluciones violentas pasaron a empapar el pensamiento y las actividades de una parte importante de los intelectuales y las organizaciones políticas de izquierda. La posterior llegada de las dictaduras en casi toda América del Sur completaron un círculo vicioso de falta de respeto por la ley, la convivencia social y la vida. Grados de violencia no vistos antes, cruzando todas las fronteras de la ética; corrupción a cara descubierta y con orgullo, y convencimiento de que sólo por la fuerza, la coherción y el engaño, se logran los objetivos. Y el primer objetivo, enriquecerse. Mirando hacia atrás, permanecen las imágenes de una pesadilla. Argentina, Chile, Brasil...diferentes matices, un campo arrasado.
¿Cuándo comenzó todo? ¿cuándo terminará? Illia y Frondizi, Frei, Quadros, comenzando un ciclo que lleva sesenta años, donde una capa de escándalos y desvíos es cubierta por una nueva diferente pero similar. Cuarenta años de democracia, cuarenta años sin golpes de estado, que se degradan cuando se acerca la vista y se ven las cicatrices: hay quienes se han desacreditado para siempre, voces que no engañan más, y hay quienes no cesan, aunque su cuento suene a muy viejo.