Rosendo Fraga, analista político argentino, traza un balance de la década para toda Latinoamérica. Con claroscuros, visto en perspectiva no da tan mala impresión, aunque aún se mantiene lejos de ser un horizonte que complazca. Sin embargo, no está de más sopesar los factores en juego...Su análisis en La Nación:
El 31 de diciembre de 2009 no sólo termina un año. También termina una década que no sólo es la primera del siglo XXI, sino también la que inicia el tercer milenio.
Tomar la perspectiva de diez años y además hacerlo en el contexto latinoamericano, es lo que permitirá analizar mejor cual es la situación de Argentina.
Diez años atrás, el régimen castrista en Cuba parecía condenado a desaparecer en el mediano plazo.
La democracia y el capitalismo se habían mundializado y sólo sobrevivían dos regímenes autoritarios en Occidente: Cuba en América latina y Bielorrusia en Europa.
Chávez acababa de ganar las elecciones en Venezuela, era visto como un coronel populista con pocas chances de consolidarse en el poder y además aislado en la región y sin vinculación entonces con Fidel Castro.
El resto de la región se mantenía alineada con distintos grados de entusiasmo a las políticas que impulsaba Washington en los finales de la segunda presidencia de Clinton, cuya imagen en la región era positiva.
Diez años después se ha articulado una línea de izquierda populista a través de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), desde la cual el eje Venezuela-Cuba fue sumando a Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras (de manera transitoria durante la presidencia de Zelaya) y también a algunos países del Caribe.
Además, durante esta década Chávez introdujo a Irán como un actor extrarregional de gravitación y sus compras de armamentos en Rusia precipitaron adquisiciones militares en otros países de la región, en un contexto en el cual los conflictos limítrofes del pasado volvieron a tener peligrosa vigencia.
Por último, la crisis de Honduras dejó planteada la duda de cuán consolidadas están realmente las democracias en la región.
Esta visión muestra una evolución política más bien pesimista respecto de América latina en la última década.
Pero Brasil, el país más importante de la región, muestra una situación mucho más favorable que diez años atrás. Se ha consolidado como un actor global, compartiendo el espacio de las nuevas potencias mundiales emergentes junto con China, India y Rusia, en el llamado grupo BRIC.
Lula - una figura considerada peligrosa para la gobernabilidad de su país diez años atrás - logró el investment grade; por primera vez la clase media tiene mayor cantidad de personas que la baja; es el presidente más popular en la historia de Brasil y termina su segundo mandato logrando que su país sea sede del Mundial de 2014 y de las Juegos Olímpicos de 2016.
México en 1999 era gobernado por el PRI, que llevaba 71 años en el poder con un sistema de partido hegemónico. Logró con éxito la transición hacia un sistema pluripartidista, con dos períodos sucesivos del PAN en el gobierno, que podrían dar paso en 2012 a un nuevo gobierno del PRI, pero esta vez como un partido que compite en la alternancia.
En esta década no sufrió ninguna de las crisis económicas que tuvo en el pasado, como la que en 1994 se globalizó como el efecto Tequila. Es cierto que enfrenta un problema de narcotráfico más grave que diez años atrás, pero también lo es que la insurgencia zapatista, que en los noventa aparecía como un riesgo para la estabilidad del país, hoy ha perdido vigencia.
El tercer país en población de América latina es Colombia. Sin duda está mejor que diez años atrás. En los siete años que lleva la Presidencia de Uribe, la economía creció en forma sostenida, las FARC fueron puestas a la defensiva, al igual que el narcotráfico, y gran parte de los paramilitares abandonaron las armas.
Brasil, México y Colombia conforman los dos tercios de América Latina en población, PBI y territorio: sin lugar a dudas, esta parte de la región está mejor que diez años atrás.
Pero también Chile ha mantenido su rumbo exitoso con dos gobiernos socialistas; El Salvador y Uruguay -gobernados por fuerzas de izquierda que siguen el modelo de Lula- muestran haber tenido una evolución positiva; Perú ha sido un gran éxito económico y el giro de Alan García ha demostrado hasta dónde ha cambiado el país; Panamá tiene una economía pujante impulsada por la ampliación del canal y República Dominicana muestra también un balance positivo.
Analizado en estos términos, el 80% de la región está mejor que diez años atrás y esto se ve claramente cuando se analiza la situación país por país y sus dimensiones: ello debe ser motivo de reflexión en nuestro país.
Otros países, como Argentina, Paraguay y Guatemala, presentan un balance más complejo o discutible respecto a lo que eran diez años atrás.
En el caso argentino, no resulta fácil volcar un balance por lo positivo o lo negativo.
Los números en el campo social no son alentadores. La pobreza real está hoy cercana al 30%, porcentaje similar al que se registraba en 1999. Lo mismo sucede con los demás indicadores sociales: el desempleo está en dos dígitos, el empleo informal se acerca al 40% y la distribución del ingreso es muy desigual, con un indicador muy similar al de diez años atrás. Con el PBI per capita sucede otro tanto.
Es decir que en los últimos diez años, mientras los países más importantes de la región, muestran cierto progreso en los indicadores de la década, esto no ha sido así en el caso argentino.
En el crecimiento económico, el balance es algo mejor para Argentina. Su crecimiento promedio no ha sido muy diferente al de Brasil. Pero el sistema argentino de compensar una caída cercana al 20% entre 2000, 2001 y 2002, con un crecimiento promedio macro de entre 8 y 9% entre 2003 y 2008, tiene fuertes costos y la involución social, la pérdida de inversiones y la fuga de capitales de los propios argentinos, son algunas de las consecuencias.
En corrupción, el país sigue estando por debajo del puesto número 100 el mundo y por debajo del promedio de América Latina y otro tanto sucede con calidad institucional.
En desarrollo humano, en esta década ha perdido el primer lugar, que lo ha pasado a ocupar Chile.
La inseguridad pública, que en 1999 seguía como prioridad social al desempleo, ahora ocupa el primer lugar, quedando la desocupación en segundo lugar.
Pero donde quizás sea mayor el retroceso argentino, es en educación y en especial en la pública. En 2009, sólo Chubut y Formosa han cumplido con la ley que establece un mínimo de 180 días de clase. En ese marco, éste ha sido el año con menos tiempo de enseñanza en la escuela pública de toda la historia, con la excepción de 1956 por la epidemia de poliomelitis.
Se puede decir que la Argentina hoy está mejor que en 2002, el peor año de la década, pero su balance no es del todo positivo.