Roberto Merino, a propósito de Jorge Edwards, en Letras Libres:
Paralelamente a su elusión permanente del dramatismo, en los textos narrativos de Edwards –particularmente en los cuentos– predomina una melancolía deslavada. Son detalles sutiles, puestos en la línea del relato sin la menor estridencia. Los podemos ver, por ejemplo, en un libro muy bonito de 1961: Gente de la ciudad. El narrador se fija en fenómenos como la ausencia o la presencia de pasos humanos en una pieza contigua, en la luz encendida en la puerta de la casa vecina –como esperando el regreso de sus habitantes–, o en las risas y los destellos de una fiesta lejana en una carpa de balneario hacia el fin del verano. Lo otro es que encuentra siempre la palabra justa, la frase precisa para dar cuenta de la dinámica particular de las apariencias de lo externo.
Las fiestas como clave de la extrañeza del mundo. En El patio hay dos: una celebración familiar mostrada desde el punto de vista de un niño que se embriaga y un carnaval que se va deshilachando por las calles desde la mirada de una niña perdida.
La sombra del tío Joaquín. En su novela La chica del Crillón también aparece una fiesta ajena, distante, en la que la protagonista se siente recortada en el plano de la realidad.
Edwards escribió varias veces para Letras Libres, y otros lo hicieron a propósito suyo. Es oportuno recordarlo a través de esas participaciones. Por ejemplo, Historia de una Censura, y La noche de enfrente.
La foto, tomada de Letras Libres, tomada de ZUMA Press.
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