La obra escrita de Orwell es conocida por dos novelas de gran influencia en el siglo XX, 1984, y Rebelión en la granja. No son las únicas, ni es su único estilo de escritura. Existen otros trabajos suyos (1, 2), de los que hoy existen versiones completas en inglés y en castellano, fundamentalmente ensayos y artículos periodísticos. Si se atiende al índice de su recopilación de ensayos (Ensayos, Penguin Random House, 2015), su obra aparece algo local y anticuada. Pero basta con que se abran sus páginas, y se lean algunos de los ensayos conservados, para encontrar un Orwel analítico y visionario, largamente adelantado a su época.
Había visto muchos escritos suyos dedicados a la descripción del totalitarismo moderno, con sutiles y brillantes definiciones de sus características, su peligro, y observaciones acerca de la ceguera de sus contemporáneos, algo que en lo esencial no ha cesado. Pero hay especialmente uno polemizando con H.G. Wells, que sigue especialmente vigente, acerca del papel de la ciencia, aplicado a un escenario que ha variado en parte con los años. Se trata de "Wells, Hitler y el Estado Mundial", escrito en 1941, en el escenario de la segunda guerra mundial, con Alemania todavía dueña de Europa, entrando a Rusia, Wells publicaba un libro (Guide to the New World) que integraba artículos suyos recientes, donde aguaba la importancia del dominio hitleriano sobre Europa, y confiaba la solución del desastre en que estaba embarcado Europa y Asia a la formación de un "gobierno mundial". Orwell dice de esta idea que "es el mismo evangelio que Wells viene sosteniendo desde hace cuarenta años"
¿De qué sirve decir que necesitamos un control federal mundial [del aire]? La cuestión es cómo vamos a conseguirlo. ¿De qué sirve señalar que un Estado Mundial es aconsejable? Lo que importa es que a ninguna de las cinco grandes potencias militares se les ocurriría someterse a algo semejante. En las épocas pasadas, todos los hombres sensatos han estado sustancialmente de acuerdo con lo que sostiene Wells; pero los hombres sensatos no tienen poder ni, en demasiados casos, disposición alguna para el sacrificio. Hitler es un demente criminal, y Hitler tiene un ejército de millones de hombres, aviones por millares y decenas de miles de tanques. En su nombre, una gran nación ha estado dispuesta a dejarse la piel trabajando durante seis años, y luego a combatir otros dos, mientras que en la visión del mundo, racional y esencialmente hedonista, que presenta Wells, una criatura humana dificilmente está dispuesta a derramar una gota de sangre. Antes de ponernos a hablar siquiera de la reconstrucción mundial, o incluso de la paz, hay que eliminar a Hitler. (...) La gente que dice que Hitler es el Anticristo, o bien el Espíritu Santo, está más cerca de comprender la verdad que esos intelectuales que llevan diez espantosos años manteniendo que no es más que una figura salida de una ópera bufa que no merece ser tomada en serio. Sólo en los países de habla inglesa estaba de moda creer, hasta el mismo estallido de la guerra, que Hitler era un loco sin importanciay que los tanques alemanes estaban hechos de cartón. El señor Wells (...) cree todavía algo por el estilo.
La crítica de Orwell en vísperas y en los inicios de la guerra se dirigía a la izquierda y los dirigentes conciliadores ingleses, junto a los cuales pone a Wells. Pero particularmente en su caso, su crítica no se limita al pacifismo que le atribuye, sino a los pilares del modelo imaginario de sociedad de Wells:
El señor Wells, como Dickens, pertenece a la clase media no militarista. El estruendo de los cañones, el tintineo de las espuelas, el nudo en la garganta cuando desfila la vieja bandera, lo dejan frío (...) [En sus libros] encontramos la misma idea recurrente: la supuesta antítesis entre el hombre de ciencia que trabaja por un Estado Mundial planificado y el reaccionario que trata de restablecer un pasado turbulento. En sus novelas, utopías, ensayos, películas y panfletos aflora esta antítesis (...) En un lado, la ciencia, el orden, el progreso, el internacionalismo, los aviones, el acero, el hormigón, la higiene; en el otro, la guerra, el nacionalismo, la religión, la monarquía, los campesinos, los profesores de griego, los poetas, la caballería (...) Por desgracia, la ecuación de la ciencia con sentido común no se cumple. El avión, que se esperaba con impaciencia como una influencia civilizadora, pero que en la práctica apenas ha sido usado para algo más que tirar bombas, es un símbolo de ello. La Alemania moderna es mucho más científica que Inglaterra, mucho más bárbara. Mucho de lo que Wells ha imaginado, y para lo que ha trabajado, está físicamente ahí, en la Alemania nazi.El orden, la planificación, el apoyo del Estado a la ciencia, el acero, el hormigón, los aviones, todo está ahí, pero al servicio de unas ideas propias de la Edad de Piedra. La ciencia está combatiendo en el bando de la superstición.
Orwell no confía en LA ciencia, y asocia ciencia y totalitarismo, ciencia como instrumento al servicio de los dueños del poder. Ambos tuvieron la oportunidad de ver (Wells murió en 1946, Orwell en 1950) esta perturbadora realidad en dos relámpagos aterradores, Hiroshima y Nagasaki, en 1945.
Epilogando su crítica, Orwell define un epitafio:
Wells era, y sigue siendo, totalmente incapaz de entender que el nacionalismo, la intolerancia religiosa y la lealtad feudal son fuerzas mucho más poderosas que eso que él mismo describiría como cordura. Criaturas salidas de la Edad Oscura han llegado marchando hasta el presente, y aunque se trate de fantasmas, en todo caso son fantasmas que no podremos apaciguar más que con potentes poderes mágicos. Las personas que han mostrado una mejor comprensión del fascismo son, o bien las que lo han sufrido, o bien las que poseen ellas mismas una vena fascista.(...) Wells es demasiado cuerdo para entender el mundo moderno. El torrente de novelas de clase media-baja que constituyen su mayor logro se detuvo de golpe en la otra guerra y nunca se reanudó del todo, y desde 1920 ha desperdiciado su talento matando dragones de papel.
Richard Gunderman publicó en 2017 un artículo comentando esta polémica (H.G. Wells vs. George Orwell: Their debate whether cience is humanity’s best hope continues today).
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