En otro momento recordaba la fragilidad y el carácter único de la sociedad griega de hace 2500 años: un momento de luz y raciocinio que decayó y fue olvidado. George Orwell (Eric Blair) lo dice de forma más clara y amplia en uno de sus ensayos a propósito del clima durante la guerra civil en España y el posterior desarrollo de la segunda guerra mundial:
Consideremos , por ejemplo, la reinstauración de la esclavitud. ¿Quién podría haber imaginado, hace veinte años que la esclavitud regresaría a Europa? Pues bien, la esclavitud ha resurgido bajo nuestras propias narices. Los campos de trabajos forzosos a lo largo y ancho de toda Europa y el norte de África, en los que los polacos, rusos, judíos y prisioneros políticos de todas las razas son obligados a construír carreteras o a drenar pantanos a cambio de míseras raciones de alimentos, no son sino esclavitud, pura y dura. Lo máximo que puede alegarse es que la compraventa de esclavos no está aún permitida. En otros aspectos -la separación de las familias, por ejemplo-, las condiciones son hoy peores que las que existían en las plantaciones de algodón de Estados Unidos. Mientras subsista cualquier tipo de dominación totalitaria , no habrá motivo alguno para pensar que ese estado de cosas cambiará. No comprendemos sus implicaciones porque, a nuestra manera mística, sentimos que un régimen fundado en la esclavitud forzosamente tiene que caer. Pero vale la pena comparar la duración de los estados esclavistas de la Antigüedad con la de cualquier estado moderno. Algunas civilizaciones fundadas en la esclavitud subsistieron por períodos de hasta cuatro mil años.
Cuando pienso en la antiguedad, el detalle que más me aterra es que de aquellos cientos de millones de esclavos sobre cuyas espaldas recayó el peso de la civilización, una generación tras otra, no exista la menor constancia. Ni siquiera conocemos sus nombres. En la larga historia griega y romana, ¿cuántos nombres de esclavos nos resultan conocidos? Por mi parte, apenas puedo recordar dos, tres a lo sumo. Recuerdo a Espartaco y a Epicteto (...) los demás han quedado sumidos en el más absoluto silencio.
Orwel escribe esto en 1942, cuando todavía las noticias de atrocidades en los "campos de trabajo" alemanes o japoneses o rusos eran apenas conocidas, cuando las bombas de Hiroshima y Nagasaki no se habían planeado, lejos aún de la creación y destrucción de Yugoslavia bajo las reglas de limpieza étnica. Orwell previó el curso del Estado totalitario, la deriva rusa y china. China se consolida en el pensamiento único, en la eliminación de cualquier divergencia, y Hong Kong y Taiwan ahogándose en la "nueva sociedad", muestran vívamente lo que Orwell preveía.
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