Ya no sigo noticias de Argentina. Su vida pública actual me es desconocida. No sé cómo se llaman ministros, diputados, intendentes, gobernadores, sindicalistas. En cierto modo, no es necesario: siguen siendo casi siempre los mismos, y si irrumpe un nombre nuevo, usualmente es para empeorar lo que hay. Setenta años de lo mismo. Sin embargo, viviendo en España, quisiera que se pudiera aprender de un mundo perdido, lo que podría devenir bajo las actuales autoridades gobernantes, si derivaran al mismo camino que recorre Argentina. No es imposible. Incluso, al menos un partido, Podemos, tiene lazos directos con quienes deciden en Argentina y otros populismos americanos. Y algunos notables del PSOE. Por eso transcribo directamente el artículo publicado en La Nación del periodista (y posiblemente futuro emigrado) Jorge Fernández Díaz. Tal como está:
En el agitado invierno de 2019
una vasta operación militante inundó de correos las casillas de los
científicos argentinos. Se reclamaba una firma y se descontaba que la
“gente de bien” de esa valiosa comunidad no podía sino adherir –por
lógica y moral– a la fórmula Fernández y Fernández. La solicitada en
cuestión daba por probados algunos hechos políticos y económicos que,
como algunas alquimias y esoterismos de pandemia, carecían precisamente
de evidencia científica. El regreso triunfal del rancio Movimiento
creado por el general Perón acabaría con la “restauración conservadora”
(sic) y terminaría con el “atraso, endeudamiento y pobreza”; también
impulsaría el “modelo de desarrollo productivo”, caracterización
ideológica y pretensiones operativas que no estaban convalidadas por el
análisis objetivo del pasado (la industrialización kirchnerista fue un
camelo) y que, vistas desde la perspectiva del lastimoso presente,
resultaron exactamente antagónicas a la gestión concreta y a los
alarmantes resultados obtenidos al cabo de estos casi dos años de
destrucción del empleo y la inversión, y de lucha cultural encarnizada a
favor del pobrismo y contra el mérito y el progreso. Es decir: los
valores de la clase media, que quedó devastada por una turbia y
negligente adquisición de vacunas y una “cuarentena eterna” pésimamente
gerenciada por el “gobierno de científicos”. Pero la solicitada a la que
estos debían adscribir sin cortapisas se jactaba de estar confeccionada
desde “una perspectiva pluralista, desde un colectivo que incluye
personas con historias y visiones políticas diversas”. Y fue
precisamente esa mentira flagrante la que enervó a la farmacéutica y
biotecnóloga Sandra Pitta, que conoce muy bien el paño y
sabe que esos mandarines “son muy poderosos, pero sin duda no tienen
nada de pluralistas”. La indignación la llevó a firmar la solicitada del
viejo Cambiemos, y, según cuenta en su flamante Conicet, la otra cara del relato
–otra valiente obra publicada por Libros del Zorzal–, a las pocas horas
su nombre estaba “señalado” en varios portales de científicos, y era
acompañado por un torbellino de insultos. Pitta no le dio demasiada
importancia al ataque piraña, pero tuvo que leer varias veces el mensaje
de uno de los convocantes de la solicitada inicial, el director de un
instituto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
en La Plata: “¿Volverá a trabajar? –se preguntaba Félix Requejo–. ¿No
tendrá vergüenza? Estos personajes son los que necesita Macri, los que
se disfrazan, los cobardes, los perversos”.
Cualquier
discrepante, como se aprecia, encarna el mal absoluto y entonces se lo
coloca a tiro de despido o destierro del círculo al que pertenece por
derecho propio. “¿Convocaban a firmar esa solicitada
para manifestar adhesión, o más bien para desatar una futura caza de
brujas?”, se preguntaba la susodicha. Tenía a su vez una duda cruel:
muchos de los que habían firmado ¿no lo habían hecho justamente porque
temían por su trabajo o por ser luego estigmatizados y agredidos? No
solo estaba en juego el cargo, sino la libertad de expresión y la
circulación del pensamiento crítico. Sandra Pitta fustigó también
ciertos aspectos de la gestión macrista, pero no podía decir que Macri
hubiera perseguido científicos por su ideología, como se sugería todo el
tiempo. El 30 de julio escribió otro tuit que cambiaría su vida: “Sé
que si ganan los Fernández, de alguna manera me van echar del Conicet.
Lo tengo claro. Pero prefiero irme del país antes que tener miedo. Mucho
miedo en este país. Demasiado”. En el colectivo, de vuelta a su casa,
decidió borrarlo; le parecía exagerado y producto de un mal momento. Ya
era tarde: el tuit se había viralizado, y cientos de militantes
kirchneristas se unían a la gran Operación Escarmiento. Que culminó poco
después, cuando la grey –extasiada por el estadista en ciernes– le
organizó a Alberto Fernández una misa pagana en el aula magna de la
Facultad de Ciencia Exactas. Un acto partidario transmitido en directo,
donde el entonces candidato nombró de una manera bíblica a una mujer
ignota: “Sandra Pitta, no tengas miedo, te prometo que te voy a cuidar
como a todos ellos”. Primero la científica lo tomó a risa, pero casi de
inmediato comenzaron a llegarle pésames, solidaridades y ofrecimientos
de ayuda. Fernández la había “marcado” y esa noche ella tuiteó que no la
iban a “amedrentar”, aunque no pudo pegar ojo y creyó ingenuamente que
por la mañana todo se habría olvidado. Un violento acoso en las redes la
volvió a sacudir: junto a feroces anónimos, había allí respetados
colegas que la vapuleaban sin piedad; incluso había directores de
institutos dependientes del Conicet. “Lo peor no era que Fernández
hubiera mencionado el nombre de una científica, sino que los
investigadores que lo habían escuchado aplaudieran ese escrache –escribe
ahora Pitta–. No es que me asombre esa actitud corporativa: en el mundo
científico se suele evitar molestar a los poderosos, porque son estos
quienes nos van a evaluar y determinar si somos aptos para recibir la
ambrosía, la recompensa de los dioses –es decir, si nos van a favorecer
con subsidios, becarios y demás favores–, o si, por el contrario, nos
van a desterrar del Olimpo”. En ese microcosmos la aplicación de
correctivos es moneda corriente y las declaraciones de independencia
salen muy caras. Muchos científicos del Conicet, sin embargo, se negaron
a aplaudir en esa aula magna y mantuvieron una opinión muy crítica
hacia la facción que destruyó el sistema estadístico y que lleva
adelante ahora un populismo rústico, rapaz y milagrero.
La soberbia
y el bullying tuvieron, sobre Sandra Pitta, un efecto no deseado: en
lugar de reducirla a su mínima expresión, la agrandaron; en vez de
hundirla en el ostracismo, la transformaron en una voz activa y en una
precandidata a diputada nacional. El tiro les salió por la culata. Su
libro narra las grandes mentiras y tejemanejes de la comunidad
científica –integrada, como todas, por miserias y grandezas–, pero su
caso no es aislado. El kirchnerismo,
como una fuerza de ocupación, se ha propuesto desde hace casi veinte
años copar segmentos cruciales de la enseñanza superior, con intención
de adoctrinamiento y de crear verdaderas usinas intelectuales de la
política oficial. Dominan las cátedras, manejan los fondos, direccionan
los programas y los premios, y llevan la voz cantante en las reuniones y
los chats de camaradas; ejercen patrullaje ideológico permanente y
propenden a los comisariatos políticos y a la adscripción entusiasta, o
al menos a la mansedumbre silente de quienes no están convencidos.
Este estalinismo de claustro reduce a la nada la discusión abierta y
los debates de ideas: si alguien saca los pies del plato, es reprendido y
acorralado; lo postergan, lo castigan, lo aíslan, lo borran. Lo
cancelan. Al amigo todo, al enemigo ni justicia.
El
propósito consiste en construir castas de intelectuales al servicio de
un sistema de poder, que los remunera por los servicios prestados y los
requiere de vez en cuando como escudos humanos, como coartada para
políticas indefendibles y como propaladora de ocurrencias y
supercherías. El fenómeno se reproduce en el mundo del
espectáculo y de la cultura, en la sociología y en tantas otras zonas, y
pocas facultades de excelencia están a salvo de estos macartismos
impunes, que comienzan a ser enfrentados por los espíritus libres.
Porque el statu quo, con sus prepotencias y desvaríos, está generando
una rebelión clandestina y vigorosa.
Un pequeño vocabulario de traducción a términos de España:
A mediados de 2019 hubo elecciones de presidente. Tras un interregno de cuatro años de un gobierno "conservador" (presidencia de Mauricio Macri) , volvió un gobierno peronista, tal como casi sin interrupciones sucede desde 1989. El kirchnerismo es una variante podemita del peronismo.
Cambiemos: Alianza electoral que llevó a Macri a la presidencia
CONICET: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina.
Escrache: es una palabra forjada en Argentina para expresar la misma acción para la que se la usa ahora en España por la izquierda.
Sacar los pies del plato: Frase popularizada por el General Perón y muy común en la política argentina. En el Rio de la Plata; suena como una advertencia al que rompe las
reglas o códigos del sector al que pertenece procurando beneficios
individuales al margen de la corporación (Del habla cotidiana en el Rio de la Plata)
Al amigo todo, al enemigo ni justicia: Frase histórica del General Perón, frecuentemente utilizada en la política argentina.
Camelo: engaño, acción o historia falsa o engañosa.