Dice Zigor Aldama, en Las Provincias, este 27 de marzo:
Por regla general, nos importa lo que nos afecta. Y son muchos los niveles a los que se puede dar esa afectación. El problema es que, en demasiadas ocasiones, somos demasiado cortos de miras para entender que algo que nos resulta lejano puede acabar impactándonos con fuerza. Porque vivimos en un mundo globalizado.Su advertencia prologa sus comentarios sobre África, que suma peligrosos cambios que deberían ser tenidos en cuenta. Aldama habla particularmente sobre el estado de la región del Sahel:
En solo tres años se han sucedido siete golpes de Estado en los países que componen la franja del Sahel. Varios más no tuvieron éxito. Son el resultado de un caos provocado por corrupción, yihadismo y, también, por la lucha geopolítica entre poderes en declive y otros en auge. Por un lado, potencias coloniales como Francia y superpotencias imperialistas como Estados Unidos tienden a dar su apoyo a los gobiernos democráticamente -más o menos- elegidos; por otro lado, las grandes potencias autoritarias, Rusia y China, ayudan a quien mejor sirva a sus intereses en la región, que cada vez son más.Como titula Aldama, "fuera Occidente, bienvenida sea Rusia". Estamos en medio del cambio de hegemonías, y no es un cambio para mejor: el colonialismo simplemente cambia de manos, y los nuevos hegemónicos están muy lejos de sostener sociedades democráticas. Tienen muchas décadas por delante sin necesidad de ocuparse de ello.
Y pocas veces se aprecia mejor esta batalla entre los dos grandes bloques ideológicos del siglo XXI como en Níger, que la semana pasada decidió romper los acuerdos de colaboración militar con Washington, por los cuales en torno a un millar de efectivos estadounidenses puede operar en su territorio -incluso con una base aérea-, y abrir «un nuevo camino de cooperación» con Rusia. Por si fuese poco, también hay sospechas de que los golpistas nigerinos están llegando a acuerdos secretos con Irán, un país al que le viene de perlas el uranio de este país africano.
Occidente ha tratado de abrirse camino en África con ayuda al desarrollo, pensando en el ciudadano de a pie. Rusia y China son más inteligentes. Saben que a los dirigentes del Sahel lo último que les importa es su población, así que hacen lo que saben que funciona mejor: llenarles los bolsillos. Es una magnífica estrategia para hacerse con recursos naturales, lograr contratos para infraestructuras, y comprar voluntades que vienen muy bien en las votaciones de organismos internacionales.
Mientras tanto, las consecuencias las paga la población civil que no tiene ni voz ni voto. En el peor de los casos, cae en las garras de los movimientos islamistas que encuentran en el Sahel un acomodo perfecto. Y eso también nos puede salpicar. No en vano, el Índice Global del Terrorismo de 2023 considera a África como epicentro mundial de la violencia yihadista, que tiene una presencia especialmente elevada en el Sahel occidental. Cuatro de los diez países más afectados por esta violencia se encuentran en la región.
La foto, de Amnesty.org
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