sábado, abril 03, 2010

Cuba, el anteúltimo muro por caer

Publicado por El País, firmado por Joaquín Villalobos, y leído por primera vez en la página de Mauricio Bertero:
Fidel Castro se preparó para enfrentar una invasión estadounidense, derrotar rebeliones contrarrevolucionarias, evadir atentados contra su vida y resistir al embargo estadounidense, pero no se preparó para pelear contra hombres dispuestos a dar la vida en una huelga de hambre; ni para enfrentar a un puñado de mujeres que protestarían pacíficamente, ni para lidiar con grupos musicales que, con el más subversivo de los mensajes, le cantarían a centenares de miles de cubanos "que la normalidad no es pecado".

Fidel basó su defensa estratégica en mantenerse como víctima. La belicosidad del exilio de Miami y de los Gobiernos estadounidenses han sido en esto su principal soporte. Pero ahora no puede culpar al imperialismo por el heroísmo de los opositores, ni pelearse contra las ganas de bailar de los cubanos luego de haberlos hastiado con medio siglo de consignas políticas.

Para un sector de la izquierda, Cuba es una especie de baluarte moral del continente, un Vaticano revolucionario. Muchos líderes de centro izquierda latinoamericanos no se atreven a cuestionar al régimen, por el miedo a blasfemar. Sin embargo, la revolución es ahora victimaria y está siendo moralmente derrotada por sus víctimas. La posición de Fidel estuvo justificada durante un tiempo, pero en política no hay santos y Fidel Castro es ahora, en sentido estricto, el único dictador del continente. Chávez y otros son aprendices.

El futuro del régimen cubano es el tema más crucial en la agenda política latinoamericana. Su final, además de problemas de seguridad y migratorios, podría desencadenar un efecto dominó sobre las izquierdas populistas y extremistas que modificaría seriamente el mapa político regional. Sin embargo, muy pocos se atreven a hablar de su final porque consideran débil a la oposición, muy fuerte al régimen o temen que Fidel viva cien años y que los cambios no comiencen hasta su muerte, como ocurrió con Franco. Pero la España franquista no estaba en bancarrota, la oposición fue poco visible en casi toda la Europa del Este y más fuerte era la Unión Soviética y, sin embargo, se acabó.

En Cuba el cambio depende de tres relojes que están en cuenta regresiva: el biológico de Fidel, el del cambio generacional y el del aguante social de los cubanos. El problema no es cuánto más vivan Fidel y Raúl, sino cuánto más pueden conservar el poder en medio de la peor crisis económica y social del régimen y en el momento de menor fortaleza física de ellos. Cuando acabó la cooperación de la ex Unión Soviética, se desataron protestas que Fidel todavía pudo controlar facilitando la salida de miles de balseros en 1994. En el escenario actual tendrían tres caminos: expulsar gente como siempre han hecho, reprimir o reformar. Pero expulsar no tiene ahora justificación; reprimir terminaría dividiendo al Ejército y Fidel se ha opuesto a los intentos reformistas de Raúl.

La octogenaria vieja guardia amarró todo en torno al caudillo y no construyó institucionalidad. Justificando las destituciones de Pérez Roque y Lage, Fidel Castro escribió: "La miel del poder, por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones...". La meritocracia cubana se fundó religiosamente en la lealtad a la jerarquía, en la fe en la doctrina y en el culto al sacrificio para expiar el pecado original de la ambición. Esto abrió las puertas a la simulación, la hipocresía y el oportunismo y se las cerró al debate, la inteligencia y la eficiencia. La generación que luchó y la que no luchó quedaron separadas; los guerrilleros de la Sierra Maestra se convirtieron en sabios sin importar si estaban educados y los jóvenes que educó la revolución, pero que no hicieron sacrificios, quedaron bajo sospecha. Los profesionales formados en los últimos 50 años son peones del sistema, y no importa que los científicos ganen una miseria y anden en bicicleta. La educación masiva fue una meta propagandística sin relación con la economía, la movilidad social y el acceso al poder. La vieja guardia aplastó a los jóvenes que educó y por ello existen prostitutas que son doctoras o ingenieras. En Cuba lo que la gente dice no es lo que la gente piensa. La apatía es rechazo popular y la simulación, una práctica normal entre los dirigentes con menos de 60 años. Es obvio que hay oposición dentro del partido y del Gobierno, y que la cohesión es pura ficción. La fragilidad es tal que así como pueden sobrevivir un tiempo más, también pueden derrumbarse mañana. El régimen cubano ya no tiene ninguna salida estratégica: o se reforma o muere.

Un día, nuestra intelectualidad argentina de izquierdas se levantará y descubrirá que Cuba no era como aparecía en el altar.

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