A propósito de la conmemoración de la muerte de Kafka, se escriben y se escribirán decenas de notas. Lo que sigue es un recuento de algunas que me parecen de interés, en general procedentes de la revista mexicana Letras Libres.
Quizá el primer enfoque por interés lo merezca la relación de Kafka con el judaísmo. Viena, capital del imperio austrohúngaro, fue el orígen del sionismo como organización y partido, impulsado por Theodor Herzl, y también del nazismo con el partido pangermánico de Georg Ritten von Schönerer. Sin duda en Praga como en Viena este ambiente de confrontación y odio afectaba a cualquiera, especialmente si era judío. En sus cartas y Diario se puede ver la vida de Kafka rodeado de amigos y familias judías. En su Diario comenta en distintos momentos el conocimiento del movimiento sionista, pero no se ve que fuera mucho más allá. La universalidad de Kafka lo llevó más lejos que su raza y su cultura y sociedad. De todas formas, su muerte temprana le evitó vivir el horror convertido en estado normal: su tío, sus tres hermanas, su amada Milena, murieron en los campos de concentración alemanes, veinte años después que Kafka, en un tiempo sin esperanza.
Sobre este tema Fernando García Ramírez escribe un artículo, que recuerda particularmente su amistad y convivencia con un grupo teatral yidish, comentado en sus diarios en distintos momentos. Allí dice García Ramírez:
A partir de su descubrimiento del teatro yidis se suscribió a revistas sionistas, comenzó a leer la biblia en la traducción de Martin Lutero, se familiarizó con la literatura talmúdica. “La constante preocupación de Kafka por los conceptos de la justicia, autoridad y ley, y su exploración de la relación entre el individuo y lo absoluto, y el individuo y la comunidad se pueden ver como formulaciones abstractas de los problemas judíos tocados por las obras de teatro yidis”, escribe Evelyn Torton Beck (Kafka y el teatro yidis).
Todo lo cual no quiere decir que se adhirió al sionismo. Le escribe a su amiga Greta Bloch: “admiro al sionismo y me da náuseas”. En 1913 asiste con Brod a un Congreso sionista en Viena: “es difícil imaginar nada más inútil que un Congreso así”, escribe en su diario. Dicter Zimmermann, uno de los grandes especialistas en la obra de Kafka, afirma: “no fue de ningún modo sionista, era un individualista feroz”. Le atraía el sionismo como forma de pertenecer a una comunidad, y le repelía. Su ambivalencia hacia el sionismo, explica Balist, “es análoga a su ambivalencia hacia Felice, como si matrimonio y sionismo fueran aspectos de una misma preocupación”
En el segundo artículo que García Ramírez escribe sobre Kafka, el judaísmo de Kafka es puesto en su lugar:
Para algunos –como Scholem, Steiner y Bloom– Kafka representa la esencia de la judeidad. Mientras que Kafka anotó en su diario: “Los pájaros de la Biblia no anidan en mi presencia.” Y más adelante: “¿Qué tengo en común con los judíos? Apenas tengo nada en común conmigo mismo.” Según Jakob Michalski “se puede celebrar a Kafka en cuanto artista, pero sus logros nada tienen que ver con los judíos ni con el judaísmo, rechazamos la noción de que emana una esencia judía de su obra”. El novelista israelí David Grossman reconoce una gran deuda con Kafka, pero no cree que se pueda adscribir a ninguna tradición en concreto: “Creo que Kafka sería Kafka incluso si hubiera nacido en Estados Unidos, Inglaterra o Australia.” Theodor W. Adorno, en una carta a Walter Benjamin, niega categóricamente que Kafka “pudiera ser considerado como el poeta de la patria judía”.
Hay un segundo artículo de García Ramírez, dedicado a la supervivencia de los escritos de Kafka, supervivencia debida a su amigo Max Brod, que se negó a quemarlos, como le pidió Kafka antes de morir:
Franz Kafka murió en Kierling, Austria, hace cien años. En un alemán perfecto describió un sentimiento de angustia que es universal. En sus textos literarios no aparece nunca la palabra judío, tampoco la palabra Dios. La historia que quiero contar también es la de su amistad con Max Brod, un joven talentoso y brillante, un triunfador precoz que, cuando conoció a Kafka, depuso toda vanidad y toda envidia y se dedicó a trabajar desde entonces en la consagración de su amigo, al que consideraba un santo. Sobre esto escribe J. M. Coetzee: “Kafka fue un artista al que Brod reverenció pero nunca llegó a entender.”
El objetivo del artículo va más allá; relata la disputa posterior (y todavía?) acerca de la propiedad de sus papeles, entre los descendientes de Max Brod, el estado de Israel y Alemania, una historia de hipocresía de todas las partes.
Durante el juicio la discusión entre judíos y alemanes elevó su tono. Los alemanes alegaban: “En Israel no hay una sola edición de las obras completas de Kafka, ni una calle con su nombre.” A lo que los israelíes reviraban: “Los alemanes no tienen un gran historial cuidando las cosas de Kafka. No cuidaron bien de sus hermanas, que murieron en el Holocausto.”
Las tres hermanas de Kafka fueron víctimas de los nazis. Señala Balint: “Elli y Valli fueron deportadas al gueto de Łódź a finales de 1941 y enviadas a las cámaras de gas de Chełmno en septiembre de 1942. Ottla, la menor y la más vivaz de las hermanas de Kafka, fue deportada del gueto de Terezín a Auschwitz, donde fue asesinada en octubre de 1943.” La historia no termina ahí. Milena Jesenská fue asesinada en 1944 en el campo de Ravensbrück, así como Julie Wohryzek (la segunda prometida de Kafka); Siegfried (el tío favorito de Franz) se suicidó antes de que se lo llevaran a Terezín; Yitzchak Lowy, amigo de Kafka, que lo inició en el teatro en ídish, así como cinco de sus amigos de secundaria, murieron a manos de los nazis. Es muy probable que, de no haber muerto de tuberculosis, Kafka hubiera terminado sus días en un campo de concentración, horror superior al que él imaginó en su cuento “En la colonia penitenciaria”.
Un tercer artículo, éste de Christopher Domínguez Michael, recuerda a Kafka citado y comentado por otros, literatos, filósofos, poetas. De ellos, tomo el obituario escrito por Milena Jesenská en 1924:
“Vio el mundo lleno de demonios invisibles, desgarrando y destruyendo seres indefensos. Era demasiado clarividente e inteligente para poder vivir y era demasiado débil para luchar. Fue débil como lo son las personas nobles y bellas, incapaces de luchar contra el miedo a la incomprensión, a la malicia o al engaño intelectual, porque reconocen de antemano su propia desesperanza, aunque su sumisión solo avergüence al vencedor. […] Escribió los libros más importantes de la literatura alemana moderna, libros que encarnan, sin favorecer a ninguna tendencia, la lucha de la generación actual en todo el mundo. Sus obras son verdaderas, crudas y dolorosas, hasta el punto de ser naturalistas incluso cuando son simbólicas. Están llenas del desprecio más seco del cual era capaz un hombre cuya perspectiva sensible le permitió ver el mundo con tanta claridad que no podía soportarlo, un hombre destinado a morir porque se negó a hacer concesiones o a refugiarse, como otros a veces muy nobles, en diversas falacias de la razón o del inconsciente. […] Todos sus libros pintan el horror de los secretos, de los malentendidos, de la culpa de la persona inocente. Era un artista y un hombre cuya conciencia, tan ansiosa, podía oír incluso donde otros, sordos, se sentían seguros.”
Merecen leerse todos los juicios seleccionados por Domínguez Michael.
Otro artículo, reportaje a Reiner Stach, biógrafo de Kafka, hecho por José Aníbal Campos
Una visión algo divergente de Kafka en Karl Krispin, en Zenda. Es de noviembre de 2022, pero éste es el mejor lugar donde leerlo, La motocicleta de Kafka:
(...) los exégetas de Kafka han tratado de convertirlo en un ermitaño clausurado en sí, un individuo que apenas balbuceaba palabras con las otras personas. No era un hombre triste o especialmente atormentado, pero sí tuvo la firmeza de no caer en las convenciones de los “casi todos”, y ello se expresó en el desprecio —no del todo real— que aparentemente sentía por su familia y en su decisión de renunciar a formar la suya propia. En las cartas que dirige a sus negados suegros, juega a la ironía más impropia en la que no se tienen claras las fronteras entre el equívoco, la exagerada sinceridad y el sarcasmo. En esas misivas nihilistas hay un indecoroso y despiadado sentido del humor que fabrica para ponerse a salvo de la ejemplaridad y las buenas consciencias
Finalmente, un artículo de Patricio López Guzmán que nos informa que hasta el 7 de julio, hay una exposición de 130 fotos de kafka y su familia, en la Biblioteca Estatal de Berlín. Sólo hay disponible una de ellas, de Kafka niño, con dos de sus hermanas.
La foto, en Wikimedia: AnonymousUnknown author (see talk page), Public domain, via Wikimedia Commons
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Kafka.jpg
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