sábado, octubre 01, 2022

El tiempo (y el ser)

 


Esto lo escribió Gustavo Noriega, el 29 de septiembre, en Seul, con un pequeño homenaje lateral a Godard, y otro probablemente no calculado a Heidegger (Dasein):

(...) Borges es inusualmente honesto. Luego de pasearse a lo largo de diez páginas por la historia de la filosofía occidental y jugar con la idea de que el tiempo es tan ilusorio como el yo o la realidad exterior, le dedica el último párrafo a reconocer que todo lo que está hablando es un juego que nos distrae de nuestra condición efímera, es decir, a estar a merced de ese río impetuoso, unidireccional y puntual que es el tiempo:

And yet, and yet… Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos. Nuestro destino (a diferencia del infierno de Swedenborg y del infierno de la mitología tibetana) no es espantoso por irreal; es espantoso porque es irreversible y de hierro. El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges.

Probablemente, este párrafo final es lo más extraordinario que escribió JLB, lo más personal y expuesto. Desde la música de la aliteración insólitamente persistente (irreal, irreversible, hierro, río, arrebata) hasta las citas eruditas pasando por el comienzo en inglés, directo y misterioso: todo suena simple y complejo al mismo tiempo. Lejos de refugiarse en sus bibliotecas, esas líneas exhiben descarnadamente su conciencia de la fragilidad de ser. El vértigo de un cuarentón que comienza a entender que lo que queda por delante es declive y final. Es tan humano ese momento que Godard, el rey de las paradojas, lo utilizó literalmente en el final de Alphaville, en la voz de una computadora (“El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Alpha 60.”).


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