Este año se editaron dos conciertos que diera Bill Evans en Argentina, en 1973 en Buenos Aires, y en 1979 en Buenos Aires, Rosario y San Nicolás. Dos albumes recuperados por Resonance Records con el contenido de esas dos series de presentaciones. Existe al menos otra edición anterior que se puede escuchar en Last FM y en algún momento en Spotify (1, 2), de Yellow Note Records, y es la que al menos yo he escuchado tiempo atrás.
En la época de su visita no conocía a Evans; sólo a la generación de Parker, Mingus,
Roach, Powell, a Brubeck, Peterson. A Evans llegué muchos años después. Y hace relativamente poco me enteré de su
paso por Argentina, y escuché esos dos conciertos, ejecutados con la calidad de su madurez. En marzo pasado, Santiago Giordano les dedicó una nota que recuerda las dos presentaciones. Como Giordano lo comenta, hay algo muy particular en su paso por Argentina: que para desgracia de Evans, sus visitas no podían ser más desafortunadas por el ambiente general que las rodeó. Los seis años que las separan son muchos más de los que se cuentan en el calendario, pero que se podrían definir como el momento en que comenzó todo y el momento en que todo dejó de ser como lo conocíamos. Evans, Gómez, Morell, llegaron a Buenos Aires sólo tres días después del hecho que marcó los años siguientes. Argentina vivía una breve primavera política, cultural, social, y Evans fue uno de los muchos acontecimientos de ese momento. Expectativas, proyectos, revuelo periodístico, artístico. Pero tres días antes de su llegada, el 20 de junio, se habían producido los incidentes de Ezeiza, en el regreso de Perón a Argentina, que adelantaron el desastre que se produjo en un crescendo sangriento de varios años. No se pueden ver las fotografías de los tiroteos entre facciones sin una sensación de incredulidad, repugnancia y horror. ¿Habrá percibido Evans el ambiente enrarecido de ese momento? Probablemente no. Difícilmente en una vista de pocos días puede hacerse otra cosa que una conversación informal, un poco de turismo. Pero sin duda habrá sido así en su segundo viaje, cuando todo ya había cambiado de manera irreversible.
En 1979 Evans vino con su nuevo, reciente trio con LaBarbera y Johnson, esta vez en una pequeña gira que abarcó además de Buenos Aires, a San Nicolás y Rosario. Pero en este momento, más allá de su música, el ambiente general ya estaba lejos de expectativas, esperanzas, ilusiones y proyectos. Argentina estaba en otro mundo apagado, oscuro, receloso. Un año después, Evans moría. Argentina todavía no sabe si vive.
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