sábado, abril 28, 2012

Un poco de racionalidad sobre YPF

Jorge Ávila escribió este 25 de abril una corta nota sobre la expropiación de YPF, que pone el acento en las consecuencias futuras de la decisión, y el escenario en que la acción se produjo. Cuando el futuro esté entre nosotros, seguramente tendrá más comprensión que la que puede esperar ahora:
Para defininir la confiscación de YPF anunciada por la presidente Kirchner el pasado lunes 16, no encontré mejor síntesis que las declaraciones del canciller español. A los pocos minutos del anuncio, el canciller señaló que la decisión es pésima para España, pésima para Argentina y pésima para el sistema jurídico internacional, pero que, por sobre todas las cosas, es pésima para el pueblo argentino.
La confiscación de YPF es el acto más descarado e irresponsable tomado por los Kirchner desde que llegaron al gobierno nacional, hace ya nueve larguísimos años. Supera en daño económico, institucional y de imagen internacional a la tribuna que le armó el expresidente Kirchner a Hugo Chávez en 2005, en Mar del Plata, para que insultara al entonces presidente Bush, al grito bárbaro de ¡ALCA, ALCA, al carajo! Supera incluso en daño económico e institucional a la estatización de las AFJP, ejecutada en 2008 en contra de la opinión de los aportantes al sistema privado de jubilaciones.
Con gran tristeza y desesperanza he escuchado y leído muchas opiniones sobre la confiscación. Los funcionarios de todo rango y los legisladores celebran la decisión presidencial, y cuando se les pide que la justifiquen se limitan a repetir los argumentos de la presidente: que la inversión se desplomó, que la producción cayó, que Argentina en lugar de exportar hidrocarburos ahora los importa y que el déficit energético es intolerablemente alto. Por su parte, los analistas políticos y económicos se limitan a describir asépticamente la medida y a señalar, como si fuera un gran aporte, que ellos la "veían venir". A su vez, Macri y el PRO se oponen a la expropiación por razones legales pero se apuran a aclarar que de llegar a la presidencia en 2015 no reprivatizarán YPF. Por último, como frutilla del postre, Menem anunció que votaría a favor de la confiscación puesto que las circunstancias han cambiado; no aclara, por cierto, a qué circunstancias se refiere, si a las del país o a las suyas.
Pero la confiscación de YPF merece una descalificación contundente, pues es un desastre jurídico, un desastre económico y un desastre internacional. El fondo y las formas de este acto de salvajismo revelan que en el gobierno argentino reina una escalofriante desubicación, demagogia, inmadurez o vaya uno a saber qué.
El gobierno sostiene que "expropia" YPF porque: a) Repsol vació la empresa, b) Repsol bajó la inversión, la producción y la exportación, y c) la nueva YPF estatal aumentará la inversión y la producción y equilibrará la balanza energética.
Sobre a) El gobierno argentino vendió YPF en 1999 y Repsol la compró de buena fe y por un monto que ambas partes consideraron justo. El 57% de YPF pasó a ser de esta manera propiedad de Repsol, conforme a la Constitución argentina, la ley internacional y tratados bilaterales de protección de las inversiones. Una empresa puede hacer con su propiedad lo que le parezca más conveniente. Puede explotarla bien o mal. Puede venderla en su totalidad o en partes. Puede incluso cerrarla o vaciarla, como dice con horror la señora presidente. Vaciar una empresa significa distribuir entre los propietarios todos sus beneficios sin dejar margen para la reinversión. Lo que no se preguntan la Sra. de Kirchner y sus seguidores, ni Macri ni Menem, es por qué poderoso motivo una empresa constituida para el lucro habría optado por distribuir beneficios y reducir inversiones imprescindibles para el mantenimiento de su negocio. Esta es la pregunta clave. Nadie, dentro del estado argentino, se la ha formulado.
Sobre b) Todo el mundo quiere ganar plata. Argentinos y extranjeros, la industria petrolera y cualquier otra. Para ganarla deben cumplirse dos condiciones, aparte de una buena gestión. Un precio remunerativo para la producción y un plazo de recupero de las inversiones tan prolongado como lo exija el negocio. Ninguna de estas condiciones se cumplía en el caso de Repsol. Por su petróleo recibía un 40% del precio internacional y por su gas, menos de un 30%. El plazo de recupero, o la estabilidad del negocio, era tan precaria que ya en 2008 se vio forzada a ceder a la familia Eskenazi un 25% de las acciones de la empresa por presión del expresidente Kirchner. En declaraciones públicas de entonces, Repsol aclaró que tomaba esa decisión con el objeto de tener mejores contactos en el gobierno nacional. ¿Cuál es la conducta de cualquier empresario en circunstancias como las descriptas y las que siguieron? ¿Es racional intensificar la inversión y la producción? ¿Qué haría cualquiera de nosotros sino distribuir más dividendos que los generados, minimizar la inversión y apostar a un cambio realista de la política energética? Esto hizo Repsol.
Sobre c) Inicié mi vida profesional como funcionario de carrera de la Secretaría de Hacienda a fines de la década de 1970. YPF era entonces una empresa del estado. Recuerdo muy bien que una de las grandes preocupaciones que sobrevolaban las reuniones de preparación del presupuesto nacional era el gasto en inversión en exploración de pozos que demandaría YPF. Hasta su privatización, el déficit de YPF fue parte importante del déficit fiscal argentino; desde ella, YPF fue el mayor contribuyente de los gobiernos nacional y provinciales. Vaticino que muy pronto YPF será, una vez más, parte significativa del déficit fiscal nacional. Que la cantidad de empleados crecerá desmesuradamente. Que será desplumada por la patria contratista y la patria sindical. Y que a la larga también será desplumada por los consumidores, pues el gobierno nacional los verá como votantes y no se atreverá a cobrarles por los combustibles lo que cuestan. No tengo mucho más que decir en relación con las empresas del estado que lo que dije en 2003 en un debate con el ahora canciller Timerman.
Estoy cansado. Espero que la señora de Kirchner se vaya cuanto antes con el menor daño institucional posible. Este es mi deseo más ferviente.

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