jueves, agosto 18, 2011

¿Éste será el futuro?

Estoy esperando escuchar a personas que apoyaron o dijeron ser el 15M, deslindando sus responsabilidades del miserable espectáculo de intransigentes anticlericales y ateos visto ayer:  agrediendo e insultando de la peor manera a cientos de miles de peregrinos católicos manifestando su fe y su convencimiento. He presenciado algo que no hubiera imaginado: una tropa de soberbios seguros de su flaca doctrina sin futuro, burlándose de jóvenes que debieran recibir respeto. Algunos comentaristas han querido asemejar esta confrontación a las vividas por España en la época de preguerra y guerra civil. Sin embargo, creo que hay un abismo entre ambas épocas: estos intolerantes tan seguros de sí mismos, no esperan iniciar una guerra, salvo que la haga otro y la miren por televisión: sólo desean "estar a gustito", repatingarse en su concepto epicúreo de la vida, y acallar a cualquier otra persona que ejemplifique con su vida otro camino. Sólo se trata de acallar una voz de dos mil años. Espero que no lo consigan.

Quisiera reproducir la nota de Francisco Quevedo de hoy:

Cientos de miles de peregrinos invaden ya las calles de Madrid a la espera de que hoy llegue a la capital de España su líder espiritual, el Papa Benedicto XVI. Si todos los seres humanos fuéramos capaces de manifestar una actitud comprometida con la tolerancia y el respeto a las ideas y creencias de los demás, esta visita del Papa y este encuentro mundial de la juventud entorno al 'jefe' de los católicos no tendría por qué tener ninguna clase de contratiempo y se limitaría a ser una multitudinaria manifestación de fe que no tiene por qué hacer daño a nadie ni molestar. Pero no es así. La tolerancia y el respeto no funcionan igual para todos, no tienen el mismo recorrido dependiendo de la dirección de partida y la de llegada. Hacia la izquierda, la exigencia de tolerancia y respeto es absoluta. Hacia todo lo demás, depende.
Es la izquierda la que marca las reglas del juego, la que otorga certificados de demócratas, la que expande su determinada moral fundamentada en el peor de los relativismos, la que etiqueta en función de los parámetros que ellos mismos marcan: si se produce un determinado porcentaje de casos de pederastia entre educadores escolares, no todos los profesores son pederastas y por supuesto nadie dice que el Ministerio de Educación sea permisivo con ellos. Pero si aun siendo menor el porcentaje éste se da entre curas, la Iglesia es inmediatamente acusada de permisividad y se acaba acusando a todos los curas de un delito gravísimo que debe ser penado con la cárcel.
Y en comunión con su idea de la tolerancia y el respeto, ahora la izquierda la ha tomado con la visita del Papa a España, un Papa al que se le ha acusado de todo, pero que en realidad es probablemente uno de los pontífices de mayor altura intelectual que se haya sentado en la silla de Pedro y uno de los herederos de ese trono que con mayor rigor y firmeza han exteriorizado la doctrina de la Iglesia.
Y quizá sea precisamente eso lo que a la izquierda le solivianta. Esa misma izquierda que sin haber superado nunca sus fantasmas del pasado, sin haber renunciado nunca a sus excesos, sin haber pedido nunca perdón por sus abusos, sin haber sabido adaptarse a los tiempos le pide con una total ausencia de tolerancia y de respeto a la Iglesia que se modernice; que se modernice ¿de qué?
La Iglesia no es una ONG, por más que cumpla una amplísima labor social, ni es un partido político aunque dé apellido a algunos de ellos, la Iglesia es la casa de Dios y aunque es verdad que a lo largo de la Historia ha ido adaptando sus formas a los cambios que se han producido en la sociedad, también lo es que lo que no ha cambiado nunca es su doctrina, y es ahí donde la izquierda exige algo imposible: que la Iglesia deje de ser Iglesia.
¿Por qué esa inquina? Si uno lo piensa razonablemente, no tiene sentido alguno: ni la Iglesia ni los Papas imponen nada a nadie, la Iglesia -al contrario de lo que sí hacen otras religiones- no obliga a los gobiernos a legislar en una determinada dirección aunque hace uso de su derecho a dar su opinión sobre algunas de las leyes que le afectan.
Y, sin embargo, a la izquierda le molesta que la doctrina de la Iglesia, que la enseñanza del Papa, se posicione en contra del aborto o de considerar matrimonio lo que ella considera que no lo es. ¿Ha impedido la Iglesia que se aprueben los matrimonios gays o el aborto? No, no lo ha hecho. Lo ha criticado, y ha hecho pedagogía entre sus fieles, pero no condiciona la tarea del Gobierno. Lo que ocurre es que la Iglesia es apostólica, y eso es lo que le molesta a la progresía que se considera con el único derecho a buscar 'fieles'.
Lejos de ir a menos, el mensaje de Cristo se extiende de nuevo con mayor fuerza, y en tiempos difíciles como los actuales la mirada hacia la fe se vuelve de nuevo muy intensa, y la izquierda teme perder su hegemonía entre una juventud que empieza a abonar las actitudes complacientes y acomodaticias y se identifica con el mensaje del esfuerzo y el sacrificio para conseguir algo bueno y positivo, y además quiere que otros también se sientan mejor dentro de la fe.
Pero esto, para la izquierda, es intolerable lo cual, por otra parte, dice mucho de su verdadero talante y de su capacidad -nula- para asumir el pluralismo como esencia misma de la convivencia humana. Hoy llega el Papa a España y, en realidad, lo que teme la izquierda es que esa visita sirva para encender la llama de una revolución silenciosa -o no tanto- contra la doctrina del relativismo de la que tanto se ha aprovechado nuestra progresía patria.
 

2 comentarios:

José. dijo...

Lamentablemente sí tienen mucho que ver con los tiempos de los años 30.
Estos nazis laicistas, pues no merecen otro calificativo aunque se jacten de ser progresistas, son los mismos, mental, filosófica y políticamente hablando, que en 1931 quemaban iglesias y conventos y asesinaban sacerdotes y religiosas, con total impunidad incluso delante de la policía que tenia ordenes de no intervenir, mientras al entonces jefe del gobierno provisional y jefe de estado en funciones Manuel Azaña únicamente le merecía el comentario de “España ha dejado de ser católica”. ¡Y la guerra civil aún tardaría seis años en llegar, pero ellos ya estaban matando!
Seguro que si les dijéramos “totalitarios comunistas”, o simplemente comunistas pues son igual de totalitarios, se hincharían de orgullo, pero prefiero llamarles nazis laicistas, pues es más gráfico y descriptivo, incluso para aquellos que no quieren ver el carácter totalitario del comunismo, y porque, en realidad, son lo mismo: Hitler era antisemita, Lenin y Stalin también; Hitler acabó con las libertades en Alemania, Lenin y Stalin con cualquier opción que Kerensky pudiera organizar de libertad en Rusia; Hitler acabo con seis millones de judíos y hasta diez si contamos gitanos, opositores políticos y disminuidos físicos y síquicos, Stalin con más de cincuenta millones. Y ambos grupos consideran provocación cualquier discrepancia, como los que el otro día gritaban en Sol: “Rezan, están provocando.”

Jorge Ubeda dijo...

El comunismo y sus simpatizantes son lo más cercano al nazismo que existe. Lo que comienza como una "democracia popular", deriva, tan pronto como tienen poder, a la intolerancia extrema, la mordaza informativa, la deformación orwelliana de la verdad, y las purgas y pogroms contra cualquier signo de oposición, todo en nombre de "el pueblo".