domingo, mayo 27, 2007

China y el mundo del trabajo

Rafael Poch acaba de publicar en La Vanguardia uno de sus espaciados artículos sobre la sociedad china, y su peso estratégico en el mundo contemporáneo. Como alguna vez lo ha dicho, remarca la influencia que tiene la fuerza laboral china sobre el conjunto de la sociedad universal. Y como también en alguna ocasión anterior lo hiciera, estima que progresivamente las condiciones chinas se acercarán a las condiciones medias internacionales.
Dice Poch sobre el peso en el mundo de la fuerza laboral china:
¿Cómo consiguen los chinos fabricar ropa y zapatos tan baratos?. La respuesta es sencilla: porque son pobres. Para ellos, casi cualquier condición laboral parece aceptable. A ello se suma la eficacia general de China. Como dice un empresario, "precios baratos también los hay en el textil de Bangla Desh, pero aquí sabes que los plazos se cumplen y que el contenedor llega a su destino rápido y sin problemas de aduana".
(...) En los últimos 25 años la liberalización ha hecho que los obreros chinos, unidos a los del ex bloque comunista del este de Europa y los de la India, hayan doblado la mano de obra global. China, que tiene la mayor clase obrera del mundo, responde del 50% de ese incremento. Las condiciones de vida y trabajo de esta clase obrera repercuten en las de los obreros de los países centrales. "Bajos salarios y malas condiciones de trabajo en China, empujan hacia abajo al resto del mundo: el fracaso de la mejora de esas condiciones en China tendrá un efecto devastador para los trabajadores de todo el mundo", señalaban en abril tres expertos del "Global Labor Strategies".
Poch analiza la composición interna de esa fuerza laboral, lo que sirve para evaluar la evolución futura de ella:
En China hay dos clases obreras; la "socialista" de la antigua industria estatal, parcialmente desmantelada y que aun conserva algunos privilegios (vivienda, escuelas, pensiones) de los que sus homólogos occidentales carecían cuando estaban, hace muchos años, a un nivel de rentas comparable, y la "nueva clase obrera", compuesta por entre 100 y 200 millones de emigrantes del campo. Esta segunda clase es la que alimenta el sector de la manufactura para la exportación, al que pertenece el textil y el calzado. Es un sector mucho más explotado. Sus fábricas no pagan el salario mínimo, los trabajadores trabajan 12 y 14 horas, a veces sin cobrar por las horas extras, no hay sindicatos ni beneficios extras de ningún tipo para los trabajadores. Los impagos son crónicos, por ejemplo en la construcción.
Poch entonces diferencia la industria estatal y la privada. Ésta a su vez la divide por orígen o pertenencia de las sociedades: multinacionales occidentales, empresas extranjeras asiáticas, empresas nacionales.
En los últimos 12 años, el 66% del aumento de las exportaciones chinas fue obra de multinacionales establecidas en China. Hay empresas chinas propiamente dichas, asiáticas (de Japón, Corea, Taiwán y Hong Kong) y occidentales, creando el "made in china". Los expertos coinciden en que las peores condiciones de trabajo se registran en las empresas chinas y asiáticas. Las multinacionales occidentales salen algo mejor paradas.
(...) Algunos países asiáticos como Corea del Sur o la isla de Taiwán, realizaron su última industrialización en regímenes militares, lo que dejó su impronta en las relaciones laborales. Los castigos físicos no eran desconocidos, por ejemplo.
(...) Los bajos costes y la explotación no son sólo un problema chino. En algunos sectores, por ejemplo el del juguete, las empresas chinas están muy presionadas por los intermediarios y mayoristas extranjeros (de Estados Unidos, de Oriente Medio o de la Unión Europea), y se ven obligadas a competir entre ellas en costes para obtener pedidos.
Sin embargo, el crecimiento social chino conlleva presiones internas hacia la mejora, que el régimen debe reconocer:
En los últimos años, la tendencia general de las condiciones de trabajo en China es hacia la mejora. Preocupado por la estabilidad, el gobierno chino es beligerante. Por más que los resultados sean discutibles, la voluntad está clara. El Vicepresidente del comité permanente de la Asamblea Nacional Popular, Cheng Siwei ha dicho que se necesita urgentemente una legislación que fuerce a las empresas a tomarse más en serio su responsabilidad social. El gobierno ha preparado una nueva ley laboral , que se aprobará en junio. Su texto protege derechos, complica algo los despidos, e incrementa el papel de la oficial Federación China de Sindicatos de 150 millones de afiliados.
Poch apunta que coreanos y taiwaneses movieron sus empresas a China debido a la mayor presión sindical y social en sus propios territorios (Hoy, tanto en Corea del Sur como en Taiwán comienzan a asomar los sindicatos, los costes laborales han subido, así que muchas empresas se han trasladado a China reproduciendo aquellas condiciones); esto mismo sin duda será el camino que seguirá China. Poch señala que existe fuerte presión de las empresas localizadas para "descafeinar" los cambios legislativos de mejora de las condiciones, pero indudablemente los cambios gradualmente se producirán, nivelando un poco las relaciones comerciales internacionales. Para esto falta tiempo, aunque seguramente una posición más conciente de esta situación en el mundo occidental puede contribuír al cambio:
(...) los sindicatos occidentales se han dado cuenta de la importancia de cooperar con la gran Federación sindical china y con el gobierno chino para participar en un pulso que les concierne directamente. Así, la pregunta de cómo consiguen fabricar ropa y zapatos tan baratos, es algo más que un asunto chino.

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