Este domingo pasado España ha hablado con mucha claridad en su voto, acerca de las cuestiones más diversas, o mejor, de todas ellas. El voto ha castigado con mucha precisión a personas, agrupaciones, ideas, y proyectos de futuro, y de una forma abrumadora, potente, para que no queden dudas. De muchas cuestiones resueltas se puede hablar y reflexionar, y una de las primeras es la del nacionalismo catalán, que ha recibido un golpe ¿inesperado?. No se ha terminado su reino en Cataluña, pero ha recibido una advertencia de que la sociedad no le responde, y que va llegando la hora de volverse a casa. Particularmente golpeada ha sido ERC, que deja sus sueños de dominio con un tercer puesto y 200.000 votos menos que el primero (PSC). Y la CUP, que prácticamente desaparece con poco más de un 3% de los votos.
Reflexionando sobre estas elecciones, Felix Ovejero, en ABC, habla de la asociación que conformaron en general la izquierda y el nacionalismo catalán (también otros, en otras partes de España). Pero a propósito de esto, un año antes Ovejero publicaba un libro, Secesionismo y Democracia, que califica esta asociación. Estas son algunas de sus afirmaciones:
A propósito del "relato del nacionalismo catalán":
Se sostiene en dos falacias. La primera, que la Guerra Civil fue una guerra de España contra Cataluña. Si fue algo, fue una guerra de ricos contra pobres, y por eso la represión fue infinitamente superior en Extremadura o en Andalucía que en Barcelona o Bilbao. La segunda falacia es que el franquismo hizo una guerra contra Cataluña, cuando en realidad aquí hubo una clase privilegiada que se benefició de la dictadura y de una clase obrera sin derechos. Si miras las tasas de crecimiento de la economía de Cataluña durante la dictadura son incluso mejores que ahora mismo. Esas dos falacias contribuyen a crear el mito de que España es una especie de dictadura frente a la Cataluña democrática. La izquierda ha contribuido a difundir esa falacia.
A propósito del "derecho a la rebelión":
El derecho tradicional a la rebelión se planteaba ante el tirano, ante el dictador, para no estar comprometido con esas decisiones. Esto no ocurre en Cataluña. La lengua mayoritaria está excluida de las instituciones. El poder se ha convertido en un negocio personal. Corruptos y delincuentes están decidiendo los gobiernos desde las cárceles. La duda es si ese gobierno es legítimo. Si hay un derecho de rebelión es de los ciudadanos de Cataluña frente a unas instituciones que no respetan el elemental contrato social, no ya de Cataluña respecto al resto de España, sino dentro de Cataluña. Intente pasearse con la bandera constitucional por Gerona, mire lo que le pasó a Vox… tienen el elemental derecho democrático de defender sus ideas en cualquier parte. O el trato al Rey, con la complicidad del Gobierno. Esto ocurre porque aquí no hay una democracia genuina. (...) Pero el derecho a decidir en realidad niega unilateralmente la condición de ciudadanos a un conjunto de españoles. Palabras como 'igualdad' o 'libertad' se están maltratando; las usan para no decir que son racistas: Pujol tiene declaraciones racistas que en cualquier país de Europa hubieran acabado con su carrera política, y quien dice Pujol dice Junqueras y otros políticos. Es un pensamiento racista que está en el arco de declaraciones del Parlamento catalán. Con Inés Arrimadas han caído en eso porque es de fuera.
Y acerca de la izquierda catalanista, o nacionalista en general:
La izquierda ha desaparecido en España. Se ha comprometido con partidos reaccionarios que defienden la identidad. No nos olvidemos de que el PNV defiende que, por ser diferentes, no deben pagar los mismos impuestos ni formar parte de la misma comunidad de ciudadanos. Por eso cuando la gente se asombra de que Savater haya votado a Ayuso… Se ha recompuesto tanto el paisaje político que no hay razones para extrañarse. Ayuso ha hecho un ejercicio de planificación más propio de la izquierda que de la derecha. Buena parte del pensamiento conservador histórico, el que aparece contra la revolución francesa, habla de combinar la identidad –el espíritu de un pueblo– con la comunidad política. Pero es que el nacionalismo catalán tiene una paradoja fundamental: quieren construir la nación. Si hay que construirla, es porque no existe. Apelan a un derecho inexistente, niegan su propia existencia. Como no había una comunidad de identidad, el nacionalismo pujolista se propuso imponerla. De una manera totalitaria decidieron cómo debían ser las pautas de comportamiento.
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