En Relics and Selves, Estanislao S. Zeballos: un desierto para la nación, Fermín Rodríguez, Princeton University |
En cierto modo, ambos autores fueron hombres de la Generación del 80, aunque mucho mejor dicho, coetáneos. Hay cerca de veinte años entre ellos, y para cuando Zeballos cobró importancia en la vida política argentina, Mansilla ya era un veterano excéptico e irónico, cargando a su espalda el recuerdo de una Argentina que terminó junto con la Confederación. Los pasos iniciales de Estanislao Zeballos los encontraron en bandos opuestos: mientras la familia Zeballos se unió a los pronunciamientos contra Rosas desde el comienzo, Mansilla debió salir de Argentina a su caída, antes de volver a encontrar un lugar en la Confederación. Durante el levantamiento de 1874, mientras Zeballos era encarcelado por su actividad junto a Mitre, Mansilla formaba parte del Estado Mayor que lo batiera. Zeballos aprendió, acercándose a los vencedores: ambos estuvieron con Roca, ambos concluyeron sus actividades públicas en la diplomacia, y, fundamentalmente, ambos se ocuparon de la frontera con el indio en la década anterior a la asunción de Roca. Pero sus puntos de vista sobre los indios estuvieron a un mundo de distancia: Mansilla claramente quiso integrarlos, acercándose a sus costumbres, sus pensamientos, su visión. La obra de Estanislao Zeballos fue elaborada bajo la urgencia de los preparativos de la campaña militar final, solicitada por Roca como soporte intelectual de sus planes de batalla, al modo en que los ingenieros militares planean el avance sobre el enemigo. Zeballos piensa en términos políticos, diplomáticos (en realidad ambos escritores compartieron la misma preocupación por las fronteras con Chile), y económicos, planeando los futuros negocios de tierras y bonos, un plan en el que la población debia ser reemplazada por la nueva inmigración. También Mansilla elaboró su obra como fundamento de su estrategia para atacar la frontera sur, pero en esos planes los indios formaban parte de una sociedad integrable, en tanto Zeballos los trató como un problema militar y diplomático, y como un trabajo antropológico de recolector de huesos. Así fue cuando su obra comparaba a la de Lucio Mansilla. Pasando el tiempo, la puesta en práctica de los proyectos de su generación fue cambiando sus ideas, acercándose parcialmente al punto de vista de Mansilla: ya la inmigración no marchaba en el rumbo que los ideólogos del 80 esperaban, y un nuevo nacionalismo le acercaba a las razas indígenas.
A través de sus vidas, existió entre ambos otro punto de contacto: la Guerra del Paraguay. No hay duda que la guerra marcó a todos los que participaron en ella, y su recuerdo pervivió décadas después, como lo muestran Mansilla, con sus recuerdos de campaña, Cándido López con sus pinturas, y particularmente, Estanislao Zeballos. Zeballos, siendo muy joven, quiso visitar el campo de batalla durante la guerra misma, y luego retornó a Paraguay en otras ocasiones, obsesionado con entrevistar a los viejos combatientes del lado vencido. Su trabajo de reconstrucción de la guerra le llevó a confeccionar un archivo de antecedentes monumental, sin llegar a publicarlo nunca.Sobre los motivos de este trabajo obsesivo, dice Liliana Brezzo, invocando memorias del mismo Zeballos en 1907:
Sobre esos años y en relación con tal acontecimiento, Zeballos escribiría tiempo después: “batallones y divisiones formadas en las diversas regiones y provincias que marchaban, el brillo de las armas, la vibración de las músicas marciales, conmoverían hondamente mi espíritu y determinarían sentimientos que no se desvanecerían jamás”. En el año 1869 Zeballos conoció el Paraguay. El ejército argentino acababa de ocupar Asunción y fue a visitarla a parientes y amigos: me hospedé, relataría también años más tarde, "en una ciudad solitaria, donde no vivían sino soldados. Faltaban los habitantes y las familias! En cada uno de esos hogares, abiertos de par en par, con el mobiliario tradicional de la aristocracia paraguaya a la disposición de cualquiera, flotaba un celaje infinito de desolación, de angustia, de muerte… que impresionó hondamente mi alma infantil, Sentí entonces piedad y amor por este pueblo mártir que cuando el ejército argentino acampaba en la Trinidad, peregrinaba y se batía aún por su patria, en la cruzada homérica que terminó en las selvas de Amambay! [...] allí comencé a amar al Paraguay y reclamo para mí el honor de haberme mantenido siempre fiel a mis impresiones de niño. Desde ese momento, cuando contaba apenas 14 años y me era extraña la razón de la guerra, me propuse estudiarla, conocer sus causas, averiguar sus resultados y ponderar sus responsabilidades para los dos pueblos”Muchos escritos desprecian la trayectoria de Zeballos, fundamentalmente por sus escritos sobre Calfucurá y los indios de la pampa, o por su actividad de antropólogo en la retaguardia del ejército de línea, tanto más como evoluciona la visión de la campaña del desierto entre los nuevos historiadores, sociólogos o antropólogos argentinos o latinoamericanos. Pero Zeballos es un intelectual sorprendente, por su capacidad de acción, por sus intereses múltiples e inagotables, por su voluntad organizativa. Su posición sobre los indios no era única: era compartida por toda una fracción política, casi por toda una generación. Argentina estaba madura para el gran cambio que arrancó en 1878, y Zeballos sólo expresaba lo que era un plan común. Harían falta más de veinte años de desarrollo para que los dirigentes de su generación encontraran sus límites.
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