miércoles, enero 22, 2025

El Diccionario de autores de Cesar Aira

 


Publicado este lunes 19 en Seul: "Un acto de anticipación", firmado por Quintín. Un detallado artículo sobre la reedición del Diccionario de autores latinoamericanos escrito por Cesar Aira en 1984. Sabía que existía ese libro, pero no le había prestado mucha atención, en parte porque todavía no entiendo qué es lo importante de Aira. No leí mucho suyo, y lo que conozco no me entusiasma. Pero este artículo de Quintín me da otra perspectiva, con Aira como crítico: el que puede analizar y desarmar, seguramente también estará capacitado para rehacer. El artículo mezcla la redacción de Aira y las preferencias de Quintín, por lo que hay momentos en que estamos ante el libro que le gustaría leer a Quintín, no el que se hizo.

Puntos que me resultaron interesantes:

A propósito de Elena Garro, a quien elogia y pone por encima de Paz, su visión de la literatura mexicana no muestra mucha simpatía. Aparte de los elogios a Garro, críticas a quien fue su marido, Octavio Paz, así como a Carlos Fuentes, Literatura machista.

Sobre el boom de la "nueva novela latinoamericana":

ésas [1984] eran épocas en las que aún no se había disipado el humo del boom latinoamericano, y los escritores que en su momento tuvieron lugar en esa operación editorial tenían el estatuto de próceres y seguían vendiendo. García Márquez venía de ganar el Nobel en 1982, Vargas Llosa lo ganaría en 2010 y en el mundo todavía se hablaba con reverencia del realismo mágico como producto exótico. En las entradas respectivas, Aira trata al elenco del boom con un tono más cercano al desdén que a la admiración, aunque no deja de señalar méritos cuando los encuentra. Pero en pasajes casi dichos al pasar emite sus opiniones más contundentes. Por ejemplo, cuando elogia calurosamente Yo, el supremo de Roa Bastos y la califica como “una de las pocas novelas realmente buenas de las incluidas en el boom de la literatura latinoamericana”. 

Sobre la industria editorial, mucho que decir:

Su diccionario... se puede leer entero siguiendo el orden alfabético, pero es ante todo la gran obra de consulta para esquivar las trampas que a cada paso construye la industria editorial y académica

(...) no se había disipado el humo del boom latinoamericano, y los escritores que en su momento tuvieron lugar en esa operación editorial tenían el estatuto de próceres y seguían vendiendo

A propósito de Lugones (y de la opinión de Borges sobre él:

Aira interviene en la demolición del viejo canon argentino, especialmente contra la valorización que hizo Borges de Lugones, a quien prácticamente maldice cada vez que lo nombra. Al comentar La guerra gaucha dice: “La insensibilidad literaria de Lugones se manifiesta definitiva e irremediable en este libro”.

...y de Sábato, Cortázar, Mujica Láinez, Silvina Bullrich:

... es contundente en sus reproches a los autores más vendidos de la época, especialmente a Ernesto Sabato y Julio Cortázar, cuyos personajes públicos se toma en broma. Tampoco es muy entusiasta con otros best-sellers de la época, como Mujica Láinez o Silvina Bullrich, de quien, con su habitual ojo clínico, rescata Teléfono ocupado, “deliciosa intriga sentimental que podría haber filmado Lubitsch”.

 Sobre los autores que aprecia:

La literatura argentina que rescata Aira contiene algunos de los grandes nombres del pasado como Sarmiento, Borges, Arlt (“el mejor novelista argentino”), Silvina Ocampo (“de las mejores y más originales cuentistas de Hispanoamérica, en cuya literatura no es fácil encontrarle antecedentes”) y Hernández (aunque cuestiona su canonización por Rojas y Lugones), pero no se entusiasma con la gauchesca ni con el “pensamiento verboso, fatalista y vago” de Martínez Estrada, ni “con la combinación de género fantástico y costumbrismo plebeyo dominada por la ironía paternalista y el desdén” que le atribuye a Bioy Casares.

Autores excluidos:

...excluye expresamente a los que surgieron alrededor de 1965, aunque hace excepciones. En particular las de Manuel Puig y Juan José Saer, quienes empezaron a publicar después de esa fecha y a quienes elogia con cierto entusiasmo, aunque luego cambiaría de opinión con respecto al segundo, como seguramente le ocurrió con otros autores recogidos en el Diccionario. Por otra parte, se la ha reprochado a Aira que excluyera a una serie de escritores algo anteriores a él que alcanzaron estatuto de culto en ciertas capillas: entre otros Ricardo Zelarayán, Osvaldo Lamborghini y su hermano Leónidas, Copi, Juan Rodolfo Wilcock, Néstor Perlongher, Néstor Sánchez, aunque Aira sería el gran divulgador de Lamborghini y después escribiría favorablemente sobre Copi.

La referencia a los que faltan en el recuento argentino sobra, tal como la que en otro momento hace de Bolaños. Simplemente no los tomó en cuenta y es su posición, no las preferencias de Quintin. En realidad Bolaños trasciende después de la redacción del diccionario.

Gombrowicz y Hudson:

Personalmente, me habría gustado que Witold Gombrowicz, de quien Aira escribió favorablemente en esa época, hubiera figurado en el Diccionario. Es cierto que Gombrowicz escribió en polaco, pero fue tan argentino como Guillermo Enrique Hudson, al que Aira le dedica una entrada merecidamente elogiosa, que nació en Quilmes pero escribió toda su obra en inglés. Por otro lado, tengo la sospecha de que Aira no se quería meter en la lucha en el barro que implicaban algunas obras que en ese momento empezaban a discutirse con fervor. O tal vez no tuviera una opinión definitiva. Me gustaría preguntárselo si alguna vez conversamos, así como sobre sus intenciones al proponerse el Diccionario, más allá de que la redacción deja traslucir que le resultó una tarea grata.

Vale lo mismo que otros excluídos: por lo que fuera, Gombrowicz no obtiene una entrada.

Sobre la literatura brasilera:

Como si intentara refundar el Mercosur por otros medios, Aira intentó siempre que se le prestara más atención a la literatura brasileña. La presencia de un segundo idioma en el Diccionario es parte de ese proyecto. Pero la xenofobia argentina con la región se agudiza en el caso de Brasil, a pesar de todos los esfuerzos de la diplomacia cultural en ese sentido. Aira siempre pensó que la literatura brasileña merecía otro tratamiento y en un artículo de 1986, la época del diccionario, se quejó de “la desdeñosa ignorancia que sufre entre nosotros la más rica de las literaturas latinoamericanas”. Tal vez por eso los artículos dedicados a algunos escritores brasileños destilan una contagiosa admiración.

Si un efecto general del Diccionario es el deseo imperioso de leer a ciertos escritores, es imposible no sentirse en falta si uno no ha leído a Machado de Assis, de quien Aira empieza diciendo: “De todos los buenos novelistas que hubo en Latinoamérica en el siglo XIX, ninguno puede ponerse a la altura de Machado de Assis. Su lugar está entre los más grandes. Habría que pensar en Henry James o en Flaubert para incluirlo en la compañía que más le conviene”. La entrada correspondiente habla del autor de las Memorias de Bras Cubas, Quincas Borba y Don Casmurro con el cariño que despierta un pariente que hizo algo importante en la vida. Algo parecido puede decirse de dos autores cuyos libros más importantes (Os Sertoes y Grande sertão: veredas) comparten en el título la geografía y a quienes Aira declara imprescindibles, aunque corresponden a dos siglos y dos posiciones en el mundo literario. Mientras Euclides da Cunha fue un periodista militante que se convirtió en clásico por un único libro fundamental, João Guimarães Rosa fue médico, diplomático y, durante la última parte de su vida, un mago secreto de las letras que alcanzó “la culminación de la novela moderna”. Aira encuentra un particular deleite al narrar la vida de este escritor tan modesto que no se decidía a aceptar su silla en la Academia por miedo a la emoción que podía provocarle (de hecho, cuando lo hizo, murió de un infarto).

En ese artículo, Aira le reprocha a Borges no haber disfrutado de ningún autor brasileño y declara a Brasil como “el país de la nacionalidad triunfante y feliz”, en el que triunfaron “todas las escuelas literarias europeas mientras que fracasaban en los países hispanoamericanos”. Esas escuelas, sostiene Aira, dieron escritores que, en muchos casos, fueron superiores a sus influencias. El artículo termina afirmando que la riqueza literaria brasileña se cortó hacia la segunda mitad del siglo XX y apenas dio escritores útiles para el turismo como Jorge Amado. Aira destaca que Susana Zanetti fue de las pocas estudiosas que trató de incluir las letras brasileñas en el currículum universitario argentino y termina declarando que no cree que la situación pueda revertirse.

 Sobre la literatura chilena

En primer lugar, Joaquín Edwards Bello: Las letras chilenas ocupan una parte importante del Diccionario y Aira hizo con ellas lo mismo que con el resto: separar la paja del trigo valorando a los escritores exclusivamente por su mérito literario. Gracias al diccionario, descubrí a Joaquín Edwards Bello, oveja negra de la familia dueña de El Mercurio, que tras una juventud disipada en París, vivió modestamente del periodismo, no fue funcionario ni diplomático y escribió no sólo El roto, una de las novelas chilenas más notables, sino una colección de extraordinarias crónicas, parientes de las Aguafuertes de Arlt, que abarcan varias décadas. Aira nunca distinguió entre izquierda y derecha a la hora de elogiar y castigar.

Elogia a Manuel Rojas, que no conozco, y critica duramente a  Pablo de Rokha y Carlos Droguett: El problema con De Rokha y Droguett, como bien observa Aira, no es que sean de izquierda, es que son ilegibles: basta hacer la prueba con sus libros tremendos, groseros en un caso, amaneradamente virtuosos en el otro. Aira dice que a De Rokha solo se le daban bien las injurias, aunque “la megalomanía no siempre cumple su función de hacer entretenida la lectura […] en su exceso constitutivo, la poesía de Rokha hoy solo puede apreciarse leyendo salteado aquí y allá”

Como se ha dicho, Bolaños queda fuera del diccionario, sea por horizonte temporal o por preferencias personales.

 La foto, en Wikipedia: De Alfashop22 - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=19580031

No hay comentarios: